En el extremo este de Alemania, muy cerca de las fronteras de República Checa y Polonia, Dresde se presenta como una ciudad con un importante pasado reflejado con claridad en sus hermosas calles. En el precioso valle del Elba, que embellece el skyline con la cúpula de la Frauenkirche, Dresde se encuentra en un entorno natural único con un hermoso bosque que linda con la ciudad, la zona boscosa de Moritzburg hacia el noroeste y el parque natural de la Suiza Sajona al sureste.
De un modo parecido a lo que le ocurrió a Berlín con los Hohenzollern, la suerte de Dresde estuvo estrechamente ligada a la del elector de Sajonia en una Alemania compuesta como un gran mosaico de pequeños estados. Gracias a esa diversidad hoy el país germano está salpicado de palacios y castillos de ensueño que denotan la competencia entre sus dueños. Antes de plantearos qué ver en Dresde, veamos someramente su historia para ver cómo ha llegado a ser lo que es.
Un repaso por la historia de Dresde
Con una cronología parecida a la de Berlín, las primeras noticias que se tienen de Dresde se remontan al año 1173. Por aquel entonces, la pequeña localidad se desarrollaba poco a poco a la sombra de Meißen (Meissen en español), centro del poder y residencia de una de las ramas de la Casa de Wettin, margraves del Margraviato de Meißen (o Marca de Misnia). A finales del siglo XV, los margraves decidieron hacer de Dresde su residencia oficial, lo que impulsó la localidad.
El avance definitivo vino gracias a que buena parte de de las tierras de los Wettin pasaron a juntarse bajo Federico I cuando recibió el Electorado de Sajonia de manos del Emperador Segismundo, del Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG). Fue premiado de esta manera por participar en las guerras contra los husitas a principios del siglo XV y, aunque las tierras que tenía su casa desde hacía siglos eran mayores que las del Electorado de Sajonia, escogió el nuevo título por ser de mayor rango que el de margrave. Y por eso hoy se conoce a la región como Sajonia.
Dresde vivió desde entonces un enorme desarrollo ya que Sajonia se convirtió en uno de los territorios más importantes del SIRG y contaba con una región rica y ampliamente poblada. Pero esa posición de poder también trajo las desgracias de codearse entre los grandes y la ciudad ha sufrido mucho a lo largo de la historia. Nada parecido al horror al que se vio sometida durante la Segunda Guerra Mundial (IIGM), cuando un bombardeo de los Aliados desató una tormenta ígnea que consumió la ciudad casi al completo.
Qué ver en Dresde
A pesar de los horrores del pasado, Dresde es hoy una perla que vuelve a brillar con el esplendor de antaño. Fue una ciudad que comenzó a verse reconstruida al poco de acabar la IIGM, pero ha tenido que pasar mucho tiempo para volver a ver en pie muchos de sus edificios, como la Frauenkirche, que se terminó de reconstruir en 2005. Gracias a estos esfuerzos hoy hay muchos lugares interesantes que ver en Dresde, una ciudad pequeña (con medio millón de habitantes), tranquila y en la que el viajero disfrutará de una preciosa y gratificante estancia.
Qué ver en la ciudad antigua de Dresde
En un principio Dresde se extendió en torno al norte del río Elba y, conforme la población creció, también se expandió hacia la orilla sur del río. A este núcleo al norte del Elba se le llamó la «ciudad antigua», pero un incendio en 1685 barrió la zona que, tras mucho esfuerzo en su reconstrucción, se llamó «ciudad nueva». Desde entonces la zona sur (y todavía la más interesante) es considerada la parte antigua de la ciudad.
Aunque resulte paradójico es así, la vieja «parte nueva» es desde principios del XVIII el casco antiguo. Y lo cierto es que salta a la vista que la mayor parte de atractivos que ver en Dresde están en esta zona; la ciudad antigua es una joya monumental en la que casi no hay calles sin algo que merezca la pena visitar.
El punto de partida y referencia de la ciudad antigua es la Schloßplatz (de ‘schloß’ o ‘schloss’, palacio/chateau y ‘platz’, plaza), que da al Augustusbrücke (puente de Augusto), al Palacio Real de Dresde, la Hofkirche (catedral católica) y la estatua en honor a Federico Augusto I con el Palacio de la Justicia detrás. Si te preguntabas qué ver en Dresde, este es el mejor comienzo.
El Palacio Real de Dresde es visitable y merece la pena entrar. Es un edificio enorme cuya reconstrucción ha sido una excelente obra con un profundo respeto por el pasado. El patio de acceso al palacio está protegido por un moderno techo acristalado que no rompe el estilo renacentista con algunos toques barrocos (bastante mediterráneo) del conjunto. Las diferentes estancias interiores no decepcionan, así como las colecciones que guarda: de armaduras, numismática, grabados de cobre y una de joyas que veremos más adelante . Junto a todo esto, la torre es uno de los puntos más interesantes debido a su estilo claramente toscano (Dresde es a menudo llamada «la Florencia del Elba») y a las maravillosas vistas de la ciudad que ofrece desde lo alto.
Unida al Palacio Real de Dresde por una preciosa pasarela, la Hofkirche es una catedral barroca que se alza espléndida en la zona más importante de una ciudad protestante. Además de la preciosa fachada y el interior, la Hofkirche guarda historia de la Casa de Wettin en su cripta, donde está enterrado Federico Augusto I y una urna guarda el corazón de Augusto II el Fuerte (el Augustusbrücke fue construido durante su reinado). Además, en la entrada de la catedral, una losa con una ‘N’ grabada indica el lugar desde el que Napoleón partió con sus tropas a la batalla de Dresde. Sin duda, uno de los lugares más interesantes que ver en Dresde.
Justo frente al Augustusbrücke, una calle atraviesa bajo bóvedas parte del Palacio Real, donde, entre otros museos, está la Bóveda Verde, uno de los museos de joyas más importantes de Europa, que contiene la colección de Augusto II el Fuerte y otra con objetos posteriores a su reinado. Fue uno de los primeros museos del mundo como cámara del tesoro y forma parte del Palacio Real de Dresde, aunque se puede visitar por separado o con entrada combinada.
Si giramos a la izquierda, hay un pasaje que nos llevará camino del Museo de Transportes de Dresde, y de una preciosa galería porticada de estilo renacentista que es parte del palacio. Aunque al otro lado de la galería y otra joya imprescindible. Si volvemos sobre nuestros pasos y, antes de cruzar bajo el Palacio Real, giramos a la izquierda, podremos contemplar la Fürstenzug (Desfile de los Príncipes, de ‘zung’, comitiva y ‘Fürsten’, príncipes), un precioso mural de azulejos de porcelana de Meißen que representa a los señores de la Casa de Wettin entre 1123 y 1906.
Más plazas y parques que ver en Dresde
La calle de la Fürstenzug desemboca en el Neumarkt (plaza del o, simplemente, mercado muevo,), con una estatua a Martín Lutero en el centro que, sin embargo, queda ensombrecida por la Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora, de ‘Kirche’, iglesia y Frau, ‘señora, mujer’). Casi completamente destruida tras la IIGM, quedó como lugar conmemorativo de lo que se pierde en las guerras hasta que en 1995 se decidió reconstruir. Hoy se la considera uno de los templos protestantes (luterano) más importantes del mundo, y uno de los principales atractivos de Dresde. Una visita que merece la pena con su precioso y delicado interior y por su exterior, que conjuga la piedra nueva y la antigua (ennegrecida), dejando a la vista el terrible bombardeo que sufrió.
Un poco más hacia el sur Dresde se abre en el Altmarkt (plaza/mercado antiguo), una plaza que en Navidad se convierte en el Striezelmarkt (plaza/mercado de los striezel, unos deliciosos bollos navideños), donde tiene lugar uno de los mercados navideños más señeros de Europa y uno de los más antiguos de Alemania. El Palacio de la Cultura (Kulturpalast) es uno de los últimos añadidos a la plaza, un edificio destinado a diferentes actividades culturales, con sala de conciertos y biblioteca. En una de las esquinas, la Iglesia evangélica de la Santa Cruz (kreuzkirche) se asoma a la plaza con su ennegrecida torre.
Desde el Altmarkt bajando la calle hacia el este encontraremos el Museo de la Ciudad de Dresde, que cuenta los 800 años de su historia. Un museo excelente que, sin embargo, sólo está en alemán, algo importante a considerar antes de comprar la entrada. Si seguimos por la avenida hacia el sureste, daremos con el Großer Garten (jardín mayor), una suerte de Central Park a la medida de Dresde. Se trata de un parque precioso perfecto para relajarse en un paseo, en el que podemos disfrutar de un Zoo y del hermoso Palacio de Großer Garten, situado justo en el centro.
Qué ver a orillas del Elba
Si volvemos desde el Großer Garten hacia el río, o paseamos desde el Augustusbrücke hacia la izquierda, llegaremos al Parque de Brühl, uno de los lugares más bonitos que ver en Dresde. Casi toda ciudad atrevesada por un río tiene un vínculo vital con él, y Dresde no es una excepción.
En este parque está una de las terrazas más famosas de Europa, la de Brühl, que se asoma al Elba como un paseo fluvial en alto a la sombra de los árboles. El viajero puede ver la otra orilla del Elba, el Augustusbrücke, el edificio de Bellas Artes de la ciudad y los principales atractivos de la Schloßplatz. Además es un lugar inmejorable para tomar un café o una cerveza alemana.
Junto al Parque de Brühl también está el Albertinum, el museo de arte moderno de Dresde, una joya que hay que visitar. Dos grandes colecciones pueblan sus galerías:
- La de los nuevos maestros contiene pinturas desde el siglo XIX a nuestros días, con «Cruz en las montañas» de Caspar David Friedrich o su «Dos hombres contemplando la luna», «La dama en rosa» de Édouard Manet o «La mujer en el balcón» de Carl Gustav Carus.
- La otra gran colección es de esculturas de la Colección Estatal de Sajonia (de obras reunidas por diferentes Electores desde el siglo XVI), con obras desde la Antigüedad hasta el siglo XXI.
Andando el paseo fluvial hacia la Schloßplatz, tras la Hofkirche se abre la Plaza del Teatro, con una escultura ecuestre de Juan I de Sajonia. Presidiendo la plaza está el bellísimo edificio de la ópera, el Semper (lleva el nombre de su arquitecto). Fue construido entre 1838 y 1841 y el propio Gottfried Semper lo remodeló cuando en 1869 el edificio fue pasto de las llamas. Siempre ha estado considerado como una de las joyas de la arquitectura operística y, tras ser derruido durante la IIGM, fue reconstruido piedra a piedra y reabierto en 1986 en su estilo neobarroco original. Aquí se estrenaron algunas óperas de Richard Wágner y buena parte de las de Richard Strauss.
Junto al Semper, el Palacio Zwinger es uno de los puntos más interesantes que ver en Dresde para los interesados en los museos y es que, el palacio, es hoy un conjunto museístico. El Zwinger cuenta con tres museos diferentes con el Salón de las Matemáticas y la Física, la bellísima Colección de Porcelana y la joya de la corona: la Galería de Maestros Antiguos.
La Gëmalderie Alte Meister (galería de pinturas de antiguos maestros) está situada en el ala Semper del Zwinger, y tiene una colección de 700 obras del Renacimiento y el Barroco. Cuenta con obras como «La madona sixtina» de Rafael Sanzio, la «Venus dormida» de Giorgione, la «muchaha leyendo una carta» de Vermeer, una importante colección de la saga de los Cranach y obras de van Dyck, Rubens o Velázquez. Maestros que lo convierten en un museo indispensable que ver en Dresde.
Por si fuera poco, el Zwinger en sí mismo es precioso y merece la pena acercarse aunque sea para contemplarlo por fuera. Una de las partes más llamativas es la Kronentor (puerta de la corona) que, nunca mejor dicho, está coronada por una réplica de la corona de Polonia, que algunos Electores sajones ostentaron (como Augusto el Fuerte). En una de las esquinas, tras la sala de conciertos, está el Nymphenbad (baño de las ninfas), una preciosa fuente barroca esculpida por Balthasar Permoser. Otro de los puntos interesantes es el Pabellón del Carillón, llamado así por el reloj de carillón que tiene, adornado con porcelana de Meißen.
En el extremo noreste de la ciudad, justo a orillas del Elba, el Castillo de Pillnitz es un tesoro que muchas veces pasa desapercibido por estar alejado del centro, pero su visita merece, y mucho, la pena. Fue una residencia de la nobleza que pasó a manos de los Wettin, y que tanto Augusto el Fuerte como su hermano usaron para que sus amantes vivieran allí. Se usó como residencia veraniega y como palacio para fiestas en las que el río jugaba un papel importante. Es visitable y su estilo barroco de chinería lo hace un enclave completamente único en Dresde.
Qué ver en la ciudad nueva de Dresde
Cruzando el Augustusbrücke hacia la orilla norte del Elba disfrutaremos de algunas de las mejores vistas de la ciudad de la que, por desgracia, ya no quedará demasiado que ver. En el mismo lugar del Puente de Augusto había existido antes uno, pero no de la entidad del que se construyó en el reinado de Augusto el Fuerte. Dresde se convirtió a mediados del XVIII en una zona de paso esencial entre Bohemia y la importantísima feria de Leipzig gracias, en parte, al Augustusbrücke, único puente que conectaba por entonces Dresde norte y sur.
Al llegar a la ciudad nueva una de las primeras cosas que veremos será una estatua ecuestre de oro de Augusto el Fuerte, muy querida por los vecinos. Si vamos hacia la izquierda, llegaremos al Palacio Japonés, un bonito edificio que acoge al Museo de Etnología rodeado por un entorno precioso.
Si, en cambio, seguimos hacia delante, daremos con la Hauptstraße (‘haupt’, principal, ‘straße’, calle) una de las calles más importantes de la ciudad. La Hauptstraße está primorosamente cuidada y el agradable paseo bajo los árboles es muy recomendable. Es una zona poblada de comercios y restaurantes, perfecta para comer con tranquilidad o comprar algún recuerdo.
En la Hauptstraße encontraremos también algunos lugares muy interesantes que ver en Dresde. El Museo Romántico de Dresde muestra la vida cotidiana de la burguesía en el siglo XVII de manera amena en su exposición permanente, ampliamente recomendada por los visitantes. Casi al final de la calle también encontraremos una bonita iglesia evangélica y, un poco más adelante, la Alberplatz que, con dos grandes fuentes, es el fin de este bonito paseo.
Prácticamente en la salida de Dresde hacia el noreste, lindando con el bosque, el Museo Militar es otro de los puntos más interesantes que ver en Dresde. Es uno de los más visitados de la ciudad y su rompedor diseño también hace que merezca la pena verlo por fuera. Se trata de un antiguo arsenal militar reconstruido para alojar la colección, pero está atravesado por una enorme estructura de metal, lo último en vanguardia arquitectónica para transmitir un mensaje: cómo la guerra atraviesa nuestros edificios hasta dejarlos irreconocibles, y qué mejor sitio que Dresde. Por dentro, la muestra explora la historia bélica alemana de manera precisa con una colección pequeña pero bien seleccionada.
Los mejores hoteles para alojarse en Dresde
Dresde es una ciudad pequeña que tiene la mayor parte de sus atractivos concentrados en un área minúscula. Se puede ver en un día, una opción muy habitual desde Berlín y Praga, pero también se pueden emplear varios días para conocerla, saborearla en sus restaurantes, pasearla con calma y ver sus museos con detenimiento.
La oferta hotelera de Dresde es amplia y económica incluso en los mejores lugares (especialmente si la comparamos con Berlín). Nuestra recomendación es que pases varios días en alguno de los hoteles que recomendamos a continuación para conocer la ciudad a fondo y hagas alguna escapada por unos alrededores que merecen la pena.
En plena ciudad antigua, el Star Inn Hotel es una opción muy recomendable y recomendada para alojarse en Dresde. Situado justo en la Altmarkt, el lugar es difícilmente mejorable, con casi todo lo que ver en Dresde a unos pocos minutos a pie.
El Hyperion Hotel es otra grandísima opción para pasar unos días en la ciudad. Con un precio razonable y situado entre el Zwinger y el Neumarkt es difícil resistirse a este alojamiento, que además viene muy recomendado por los clientes.
Por su parte, Hotel Suitess es uno de los más caros de la zona y aun así mantiene unos precios para nada desorbitados. Su terraza con vistas a la cúpula de la Frauenkirche hará que no nos lo pensemos dos veces a la hora de buscar hoteles en Dresde.
Justo en la Neumarkt está el Amedia Plaza, con una calidad-precio excelente en una localización ideal en el epicentro de los lugares más interesantes que ver en Dresde.
Cómo visitar Dresde desde Berlín
Aunque te animamos a alojaros en Dresde varios días en alguno de los hoteles que os hemos mencionado, es una ciudad que se presta a una visita de un día porque, como ya hemos dicho, la mayor parte de sus atractivos están muy cerca unos de otros. Si estás en Berlín, que es un destino mucho más habitual, y quieres dejar un día para conocer Dresde tienes varias opciones.
Desde Berlín es sencillo ir a Dresde por tu cuenta. Una opción sería alquilar un coche en alguna de las estaciones o aeropuertos de la capital, es una manera muy bonita de conocer parte del precioso paisaje alemán, además de conducir por las excelentes autovías germanas en un viaje de algo más de dos horas. Los que prefieran la comodidad, también pueden viajar en tren desde la Estación Central de Berlín, media hora menos que en coche y disfrutando de la magnífica red de ferrocarriles alemana.
Otra opción para conocer lo esencial que ver en Dresde es contratar este tour privado de Civitatis. Es una gran opción pues cuenta con recogida en el hotel de Berlín, transporte a la ciudad, y un guía exclusivo de habla española para tu grupo. Sin duda, una oportunidad que merece la pena sopesar.
Cómo visitar Dresde desde Praga
Una excursión de un día a Dresde desde Praga es otra opción que muchos viajeros consideran. Está más cerca que Berlín por lo que la opción de alquilar un coche resulta muy atractiva. Lo malo es que, al contrario que en Alemania, las autovías checas tienen peaje y hay que atravesar una frontera. El viaje queda en torno a una hora menos de trayecto y no hace falta ningún visado especial para cruzar la frontera, sirven tanto el DNI como el Pasaporte (si eres ciudadano de la Unión Europea). Desde Praga no hay tren, pero sí hay autobuses, con un viaje de entre dos horas y dos horas y media.
Quizás desde Praga la mejor, por las facilidades que ofrece al partir desde otro país, sea contratar este tour de Civitatis. Es muy económico, cuenta con transporte, guía en español y conocerás buena parte de los lugares más interesantes que ver en Dresde.
Qué hacer cerca de Dresde
Al igual que te aconsejamos pasar varios días en Dresde para conocerla a fondo, tiene cerca varios lugares por los que merece la pena alargar la estancia uno o dos días. En el caso de que estés pensando en hacerlo, te dejamos nuestras recomendaciones.
Meißen, origen del Electorado de Sajonia
A pesar de que Dresde acabó por superarla hasta convertirse en residencia de los Wettin y capital de Sajonia, Meißen bien merece una visita. Con cerca unos 27.000 habitantes es una localidad tranquila y preciosa cruzada por el Elba con varias paradas muy interesantes.
Lo que más destaca, sin duda, es el Albrechtsburg (castillo de Alberto) con la Catedral justo al lado. Parecen parte del mismo edificio y es que están pegados, tanto es así que a vista de pájaro cualquier pensaría que se trata del mismo edificio. En una pequeña colina, a pocos metros del Elba, es uno de los puntos más altos de la ciudad, siendo una postal casi omnipresente en los alrededores y símbolo indiscutible de Meißen.
Tanto el castillo como la catedral son de estilo gótico y merecen la pena la entrada, ambos con precios bastante razonables. También es aconsejable callejear hasta el Markt (plaza del mercado, literalmente, mercado), donde están alguans de las casas más bonitas de Meißen y una pequeña y bonita Frauenkirche
Otra parada muy interesante es la fábrica de porcelana, que tiene un tour para conocer el proceso de fabriación y un poco de la historia de este famoso producto. Por su parte el Schloss Proschwitz (Castillo de Proschwitz, de estilo Chateau), merece la visita: es una de las bodegas más famosas de la zona donde tendremos diferentes opciones para degustar sus vinos.
El Palacio de Moritzburg
A la misma altura de Meißen hacia el este, el pequeño pueblo de Moritzburg contempla a diario una de las maravillas de Alemannia: el Palacio de Moritzburg. Fue levantado como pabellón de caza por Mauricio de Sajonia, y así fue usado por diferentes margraves y electores. Fue Juan Jorge II quien lo comenzó a convertir en un palacio y Augusto el Fuerte quien le dio la apariencia que vemos hoy.
El palacio se alza sobre una isla artificial en mitad de una laguna, lo que es un precioso conjunto completado por el bosque que parece resguardarlo. La visita al palacio merece mucho la pena, y en el bosque hay otras paradas interesantes, como la Casa del Infierno y el Pabellón de los Faisanes.
La Fortaleza de Köningstein y el puente de Bastei
Hacia el sureste de Dresde, en plena Suiza Sajona, el minúsculo pueblo de Köningstein está protegido por una impresionante fortaleza en lo alto de una montaña. A 240 metros sobre el río Elba, esa fortaleza, que durante mucho tiempo fue prisión (y por eso la llaman «la bastilla alemana») es uno de los lugares más visitados de Sajonia. La visita resulta interesante y las vistas son sencillamente espectaculares.
Al otro lado del meandro que forma el Elba en esta zona, el pueblo de Rathen es otro de los lugares imprescindibles de la Suiza Sajona. De la localidad de poco más de 300 habitantes parte un sendero que lleva a las ruinas del catillo de Neurathen y al puente de Bastei, dos auténticas joyas entre cumbres rocosas que hay que visitar. Las vistas del puente, y desde el puente, no tienen precio.
Seiffen
Prácticamente en la frontera con República Checa, cerca de la Suiza Sajona, la pequeña localidad de Seiffen es la más famosa de los Montes Metálicos. Es un pequeño pueblo en el que la Navidad cobra vida. Es conocido en toda Alemania y muchos rincones del mundo por su tradición de fabricación de juguetes de madera, además de adornos navideños como el cascanueces, las pirámides de Navidad o los candelabros.
Leipzig
A poco más de una hora en coche y a una en el magnífico ICE (tren de alta velocidad alemán), la ciudad de la música es un destino muy interesante cerca de Dresde. Aquí desarrolló su carrera Johann Sebastian Bach y nació y estudió Wágner. Tiene una buena variedad de atractivos como la Iglesia de San Nicolás, el monumento a la Batalla de las Naciones o la Augustusplatz.
Leipzig es una ciudad para callejear y disfrutar con las bellas vistas de sus canales y, especialmente, es una ciudad para escucharla. Lo más recomendable es visitarla durante alguno de los numerosos festivales que pueblan su calendario.