El Palacio Zwinger es uno de los mayores atractivos de Dresde y uno de los palacios más bonitos de Alemania. Situado muy cerca de la Schloßplatz (el epicentro del casco antiguo), esta preciosa construcción barroca es un complejo museístico de primer orden que tienes que visitar si estás en Dresde.

Son muchos los viajeros que simplemente pasan por el lugar con cierta prisa; son muchas las cosas que ver en Dresde y lo más normal es hacerlo en un día. En Ruta Cultural te aconsejamos que vayas a la capital de Sajonia para quedarte varios días. No querrás irte nunca.

Con tiempo y tranquilidad el Zwinger es mucho más que un palacio con varios museos: es un tesoro de Dresde en el que podríamos pasar un día entero (e incluso un par) para conocer y disfrutar sus interiores, sus colecciones, los preciosos detalles de sus fachadas y el pequeño jardín que lo completa.

Zwinger, el palacio de Augusto II el Fuerte

Augusto II el Fuerte (1670-1733) acabó siendo rey de Polonia aunque ni siquiera estaba planeado que se hiciera cargo del Electorado de Sajonia (territorio con la gracia imperial del voto, de elegir al Emperador). Fue el segundo hijo de Juan Jorge III de Sajonia, conocido en su juventud por ser mujeriego y hacer constantes demostraciones de fuerza, de ahí «el Fuerte».

La muerte de su hermano (quien adquirió para la familia el Castillo de Pillnitz) lo puso al mando del Electorado y, aunque no iba a ser su destino, se convirtió en uno de los electores mejor recordados de Sajonia. De hecho, uno de los monumentos más queridos por los vecinos de Dresde es el Goldener Reiter (jinete dorado), una escultura de oro con Augusto a lomos de su caballo. Y es que fue él quien hizo de Dresde una auténtica capital de las artes, atrayendo a artistas y promoviendo obras públicas que todavía relucen en la ciudad.

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Augusto II el Fuerte.

Una de las muchas obras que encargó fue la construcción de un complejo palaciego que llenara un espacio fortificado que ya servía de poca utilidad. Augusto había vuelto de una gira por Francia justo en el momento en que Luis XIV se llevó su corte a Versalles y, marcado por aquel viaje, quiso un palacio a la altura de Dresde. En 1697, con el apoyo de Rusia y Austria (y convertido al catolicismo como maniobra política), consiguió la corona de la Mancomunidad Polaco-Lituana (era una monarquía electiva). Convertido en rey, el momento no podía ser más propicio para construir el palacio de sus sueños.

Con el arquitecto de la corte Matthäus Daniel Pöppelmann diseñó el palacio y se construyó entre 1710 y 1728. El lugar designado para esta construcción era conocido como Zwinger, un término alemán usado desde la Edad Media para la zona entre la muralla exterior y la interior, de ahí su nombre.

Augusto II el Fuerte proyectó su palacio para servir de Orangerie (invernadero de naranjos) al estilo francés y como galería de exhibiciones y zona para festejos especiales de la corte de Dresde. Está claro que no pretendía hacer un Versalles al uso (donde vigilara de cerca a su corte), pero buena parte del palacio francés caló hondo en Augusto.

Aunque el Zwinger se inauguró en 1719, Augusto no lo vio terminado del todo. A su muerte, en 1733, el lado norte del palacio estaba abierto a la actual Theaterplatz y quedó así durante más de un siglo. Entre 1847 y 1855 se terminó de cerrar el complejo palaciego con un ala proyectada por Gottfried Semper, en un neobarroco que casa bien con el resto del conjunto y con el teatro de la ópera que hay en la plaza contigua, del mismo arquitecto.

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Ala Semper del Zwinger.

Como tantos otros edificios de Dresde, el Zwinger quedó severamente dañado durante el bombardeo del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial. Las toneladas de explosivos que aquellos días cayeron del cielo desataron una tormenta ígnea que se cobró la vida de más de 22.000 civiles y redujo a cenizas buena parte de su callejero. Por suerte para el Zwinger, fue uno de los primeros edificios en reconstruirse y, para la década de los 60, ya se alzaba de nuevo como antes de la guerra.

Una joya del barroco alemán

Semirrodeado por un estanque y unos jardines, el Zwinger es un precioso conjunto palaciego cerrado y abierto al mismo tiempo: una cruz latina divide el jardín interior con cuatro caminos que conecta de manera simétrica el Zwinger con la ciudad. Desde la Krönentor (Puerta de la Corona, de ‘krönen’, corona; ‘tor’, puerta ) se puede apreciar la estatua del rey Johann frente al edificio de la ópera de Semper y, tal y como se puede contemplar, se puede andar y disfrutar ese camino que abre el espacio cerrado.

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La Krönentor.

A la Krönentor se accede a través de una pasarela que cruza el estanque del Zwinger. Aunque podría parecer y, en parte parece, una fortificación por este lado, el palacio muestra una preciosa galería porticada y una réplica de la corona polaca que llevó Augusto el Fuerte y que, nunca mejor dicho, corona esta entrada. Al entrar, dejando la Krönentor atrás, el espacio se abre con una vista por la que merece la pena visitar el Zwinger, aunque hay mucho más.

Si estás en Dresde y no tienes demasiado tiempo (aunque te recomendamos que planees una visita de varios días) una buena opción para conocer lo indispensable es esta visita guiada de Civitatis.

A izquierda y derecha, dos pabellos barrocos acogen, respectivamente, el Museo de Matemáticas y Física y la Colección de Porcelana de Dresde. Si seguimos andando hacia el centro de la plaza tendremos al frente el ala Semper, diseñada por Gottfried Semper en un neobarroco que se mimetiza bien con el conjunto. Es el edificio más grande y acoge la Galería de los Antiguos Maestros, uno de los museos más importantes de la ciudad.

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El Pabellón del Carillón. Foto

Desde el mismo centro de ese jardín o plaza interior podemos ver hacia ambos lados los pabellones del Muro y del Carillón. Aunque son casi iguales el más interesante es el del Carillón, ya que tiene un precioso reloj hecho con porcelana de Meißen acompañado por unas bellas melodías.

Por último, otros dos pabellones hacen esquina con el ala Semper: el alemán a la derecha y el francés a la izquierda. Es el pabellón francés, usado como sala de conciertos, el que guarda una joya que no se puede apreciar a simple vista. Si entramos el edificio tiene su propio patio con estanque y una preciosa fuente llamada Nymphenbad (baño de las ninfas). Realizada por Balthasar Permoser en estilo barroco, es una de las fuentes más bellas de Europa y una puerta abierta la mitología alemana.

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El Nymphenbad.
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Un pequeño jardín bañado por el estanque que rodea el Zwinger conforma la última pieza de este precioso conjunto barroco. Después de una visita a fondo con la entrada a los tres museos (que repasaremos más abajo), un paseo por este agradable jardín es el colofón perfecto para una visita al Zwinger, donde también podremos ver una estatua a Robert Schumann y otra a Heinrich Schütz, compositores alemanes de renombre.

Los museos del Zwinger

Aunque el Zwinger es una joya en sí mismo, el conjunto atesora mucho más de lo que se ve por fuera. Es hogar de tres colecciones (y en un futuro también acogerá la de esculturas, actualmente en el Albertinum) que merecen la pena la entrada. La ciudad de Dresde respeta a la perfección el sentido original que Augusto el Fuerte le dio ya que, además de ser espacio museístico, hay una buena variedad de conciertos de música barrroca.

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Galería de los Antiguos Maestros

El ala Semper es el hogar de la Gemäldegalerie Alte Meister (Pinacoteca de los Antiguos Maestros), la mayor joya del Zwinger y uno de los museos alemanes de mayor importancia desde que se abrió en 1855. Tiene una colección de unas 700 obras adquiridas por varios electores de Sajonia que ahora mismo no muestra entera (aunque sí los grandes atractivos) por una reforma que acabará en 2018.

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La Madona Sixtina – Rafael.

La obra más importante que podemos ver en la Gemäldegalerie del Zwinger es «La Madona Sixtina» de Rafael Sanzio, junto con una importante colección de maestros del renacimiento italiano como Giorgione, Tiziano, Correggio, Mantegna, Parmigianino y Botticelli.

También hay una importante presencia de obras de pintores flamencos y holandeses como Rembrandt, van Eyck, Rubens o van Dyck, de entre los que, quizás, la pintura más destacable sea «Muchacha leyendo una carta» de Vermeer. De igual modo hay una interesante muestra de maestros alemanes como Durero, Cranach el Viejo o Holbein el Joven. Completan el museo pintores españoles y franceses de la talla de Velázquez, el Greco, Watteau, Ribera, Poussin o Murillo.

Museo de Matemáticas y Física

De primeras muchos viajeros se toma el Museo de Matemáticas y Física del Zwinger como una mera curiosidad, pero se trata de una muestra muy interesante que, si estamos en Dresde, sería una pena no visitar. Se trata de una colección de objetos, de herramientas que físicos y matemáticos han usado a lo largo de los siglos.

El museo cuenta la historia de estas ciencias a través de estos objetos que, además de ser elementos esenciales que nos han ayudado a comprender cómo es el mundo y el universo, son preciosas joyas dignas de las mejores colecciones. El original y moderno museo también cuenta al visitante cómo funcionan estas herramientas gracias a animaciones didácticas. Sin duda, mucho más que una colección de curiosidades.

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Globo celeste del museo.

Colección de Porcelana de Dresde

Sajonia es una tierra de porcelana gracias a Meißen, una pequeña ciudad al noroeste de Dresde que desprende belleza en sus calles y tiene fama mundial por su fábrica de porcelana. En parte gracias a esto Augusto II el Fuerte desarrolló un gusto por este material que incluso lo llevó a la obsesión de crear una colección de porcelana maravillosa.

Gracias a él hoy Dresde cuenta en el Zwinger con la mejor y más amplia muestra de porcelana del mundo. El museo cuenta con objetos de porcelana de tres grandes procedencias: China, Japón y Meißen. Se trata de una delicia para los amantes de este precioso material, es una oportunidad única para contemplar porcelana de la dinastía Ming, las Imani y Kakiemon y, por supuesto, un recorrido inmejorable por la de Meißen.

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