Alemania es una tierra que atesora una gran y diversa cantidad de monumentos, obras de arte y reservas naturales. Es fácil reconocerla al instante gracias al contorno de la Puerta de Brandenburgo o la cúpula del Reichstag. Pero este Estado, dividido en pequeños reinos durante cerca de un milenio, está repleto de castillos. Fueron los hogares de diferentes margraves, reyes y emperadores y su rol defensivo no los priva de tener unas hermosas fachadas, algunas, dignas de cuento de hadas.
Ocultos entre espesos bosques, rodeados de agua o dominando elevaciones con vistas de 360º de su región, os presentamos algunos de los castillos más bonitos que un viajero debe visitar en Alemania.
Castillo de Mespelbrunn
En el valle del Elsava entre Fráncfort y Wurzburgo, en medio del bosque de Spessart, se alza, aparentemente sobre el agua, el castillo de Mespelbrunn. Está en las cercanías de la pequeña localidad que le da el nombre. Es un lugar en el que se respira naturaleza. La calma es casi total y el espeso bosque hace que el castillo prácticamente aparezca de la nada, proyectando su reflejo en el estanque que lo resguarda.
Aunque fue construido a principios del siglo XV, lo que hoy vemos, salvo la torre, es el resultado de una reconstrucción de finales del XVI en un estilo renacentista. Es uno de los castillos más visitados de Alemania y uno de los más famosos «de agua» (rodeado de), y aunque resulte imposible hacer sombra a Neuschwanstein, es otra de esas construcciones que parecen sacadas de un cuento.
Los propietarios siguen viviendo en una de las alas del castillo, pero está abierto al público, lo que les confiere los ingresos con los que mantener en buen estado la construcción. Sin duda, merece la pena tanto la vista exterior como dar un paseo por sus salones y patios.
Castillo Hohenzollern
En la sierra del Jura de Suabia, cerca de Stuttgart, el castillo de Hohenzollern domina una elevación de 855 metros. Su primera construcción data al menos del siglo XI. Durante un asedio en el siglo XIV el castillo fue destruido y alzado de nuevo más imponente que antes. Sirvió de refugio a los Hohenzollern en más de una ocasión, pero tras la Guerra de los Treinta Años acabó en manos de sus rivales los Habsburgo. Incluso llegó a ser francés durante un breve periodo de tiempo.
Más adelante, el castillo cayó en desuso y volvió a manos de los Hohenzollern. Federico Guillermo IV visitó el ancestral hogar de sus antepasados, y vio que se encontraba en estado ruinoso. Ordenó reconstruirlo de nuevo para recuperar la gloria del pasado, edificando el actual con influencias del neogótico inglés y francés.
Este enclave también está abierto al público con una extensa visita por los diferentes salones y capillas del castillo. Uno de los mayores atractivos de su interior es la sala del tesoro, donde está expuesta la Corona de los Reyes de Prusia de 1889, de bellísima factura.
Castillo Lichtenstein
Algo más al noreste, en la misma zona montañosa, se encuentra otro castillo menos imponente que el de los Hohenzollern pero sin duda más particular. Domina la población de Honau que se esparce por el valle del Echaz. En lo alto de este entorno natural aparecen las murallas de la construcción, que dispone de unos amplios terrenos con jardines y varios edificios.
No obstante, el castillo de Lichtenstein como tal está situado en un diminuto peñasco al que se accede por una rampa de madera desde la que uno siente el abismo bajo sus pies. La edificación que vemos ahora, de corriente neogótica, se alza desde 1842 sobre las ruinas de un anterior castillo que data aproximadamente del siglo XI.
También está abierto al público y, además de la visita al complejo, hay una interesante colección de armas y armaduras medievales que disfrutar. Junto a los edificios, la visita merece la pena por el enclave natural privilegiado, del que hay un mirador con algunas de las vistas más hermosas del valle.
Castillo de Eltz
En Renania-Palatinado, muy cerca del río Mosela, se encuentra uno de los mejores castillos de Alemania. Está entre Colonia y Fráncfort, en un valle que forma uno de los afluentes del Mosela. En plena naturaleza se erige sobre una elevación que lo destaca en el hermoso valle.
El castillo de Eltz es uno de los pocos que conserva su forma original, y es que ha resistido a los envites del tiempo y las guerras. Además su construcción fue escalonada; varias ramas de la misma familia construyeron sus hogares en el mismo recinto, y la fuerza combinada de todos permitió la ampliación y conservación de todas las estructuras hasta nuestros días. Una de esas ramas todavía hace uso de una parte del castillo mientras el resto está abierto al público.
Castillo de Neuschwanstein
El castillo de «cuento de hadas» por excelencia se encuentra en Baviera. El rey Luis II quería un castillo en el que retraerse de la vida pública que tanto detestaba. En 1868 comenzó la construcción de esta visión idealizada del castillo medieval que mezcla, principalmente, neogótico y neobarroco.
En los Alpes bávaros, en el desfiladero de Pöllat, Neuschwanstein domina su entorno pero al mismo tiempo se mimetiza con él. Sus blancos muros y torres debían armonizarse con las montañas y lagos que lo rodean. Aquel lugar para el retiro de Luis II se convirtió, tras su muerte, en una atracción turística de primer orden. Es uno de los edificios más famosos del mundo y tiene alrededor de 1,4 millones de visitantes al año.
Castillo de Katz
Con vistas a una de las regiones más bonitas del Rin, el castillo de Katz domina una de las elevaciones de la zona. El edificio original fue construido en el siglo XII y sobrevivió hasta que Napoleón lo bombardeó en 1806. Con pocas piedras en pie, fue reconstruido a finales del XIX tratando de ser fiel al castillo primigenio.
No está abierto al público, pero toda la zona hace que la visita merezca la pena. Alrededor del castillo hay una serie de caminos perfectos para hacer senderismo. La zona está considerada como uno de los lugares románticos a orillas del Rin, y hay un mirador con un banco entre árboles desde donde se puede disfrutar una de las mejores vistas de Katz. En la otra orilla del Rin, además, se pueden visitar las ruinas del castillo de Rheinfels, mientras que algo más al sur está el famoso risco de Lorelei, que da nombre a toda la zona.
Castillo de Marksburg
No demasiado lejos del castillo de Katz está nuestra última parada. También en el Rin romántico, que está salpicado de fortalezas, se encuentra el único que no ha sido destruido en todo el valle: el castillo de Marksburg.
Se encuentra a 150 metros sobre el río y su estado de conservación es magnífico. Las construcciones que vemos hoy datan del siglo XIII al XV en las que constan residencias, una majestuosa torre de vigilancia y varios anillos defensivos.
El conjunto se puede visitar, e incluye un recorrido por las diversas estancias del castillo, con algunas exposiciones de armaduras y armamento de diferentes épocas. También hay varias zonas en las que disfrutar de las vistas del Rin, así como una cafetería en la que degustar una cerveza alemana. Sin duda, una visita indispensable para cualquier enamorado de los castillos.