El 18 de julio de 1972 Madrid celebraba la apertura al público del Templo de Debod, un templo del Antiguo Egipto con una historia en sus piedras de más de dos mil años. Procedente de la región de Nubia, fue erigido en pleno desierto en una meseta cuya inclinación miraba al valle del Nilo. Hoy se alza en un alto junto al paseo del Pintor Rosales (Parque del Oeste), en el mismo lugar donde se encontraba el Cuartel de la Montaña desaparecido en la Guerra Civil.
Desde esta atalaya madrileña se disfruta de unas vistas espectaculares. Los cultos a los dioses Amón, Isis y Osiris se han tornado en visitas a la historia y a la arquitectura del mundo egipcio. Ver atardecer desde el exterior del templo es un reclamo que concentra a muchos madrileños y foráneos, no es de extrañar, son unos minutos que merecen la pena.
¿Cómo llegó el Templo de Debod a Madrid?
El Templo de Debod está en Madrid como recompensa por la ayuda española tras un llamamiento internacional: La Campaña de Salvamento de los Monumentos de Nubia, que lanzó la Unesco y que tuvo una gran respuesta de participantes y ayudas técnicas, científicas y económicas, que salvaron entre otros el emblemático templo de Abu Simbel. España participó en esta campaña, ante la que el gobierno de Egipto decidió donar algunos templos a los países participantes. La donación no estuvo exenta de problemas entre los gobiernos, pero al final se entendieron y hoy Madrid disfruta de este hermoso testigo de la historia del país de las pirámides.
El templo se desmontó y sus piezas se enviaron a la isla Elefantina. De allí fue trasladado a Alejandría para llegar años después al puerto de Valencia desde donde se trasladó a la capital de España. El gobierno español decidió montar el templo en Madrid, y el lugar elegido fue este promontorio para el que se habilitó un parque cuyo motivo central es el monumento egipcio, situado sobre una plataforma rodeada por un estanque.
La instalación no fue fácil, se habían perdido muchas piezas de las partes exteriores (fachada y vestíbulo). Se tuvo que afrontar una restauración que se hizo bajo los principios de las anastilosis (diferenciando con claridad las piezas nuevas de las antiguas). También su interior había sufrido un deterioro importante, como la pérdida del cromatismo de sus relieves y pinturas, porque durante años estuvo expuesto a las inundaciones provocadas por la primera presa de Asuán, que lo cubrían nueve meses al año.
El tema de la conservación del monumento en su nuevo emplazamiento ha suscitado mucha polémica. No parece muy conveniente su uso, como así ha sido, para pases de cine de verano o de teatro, para anuncios publicitarios o spots musicales. Además está la contaminación y el clima de Madrid que le han afectado de manera importante. Según la Carta de Venecia sobre la conservación de un monumento histórico, la conservación y utilización de este templo no cumplía los preceptos mínimos.
Al ser declarado en 2008 Bien de Interés Cultural las expectativas sobre su conservación han alimentado esperanzas en ese sentido. El problema de la temperatura en el interior del templo se está intentando solucionar en la actualidad mientras permanece cerrado a las visitas, y se habla de su apertura en febrero de 2019.
Las historias que guarda en su interior el Templo de Debod
Su construcción, que se dilató en el tiempo durante aproximadamente doscientos años, comenzó en época ptolemaica. Situado en la frontera entre el reino nubio de Meroe y el Egipto de los Ptolomeos, formó parte, desde sus principios, de un itinerario religioso que unía Tebas con la isla Filé, donde según la religión egipcia, Isis dio a luz a su hijo Horus.
Al parecer el templo era el santuario dedicado a Amón e Isis, y el núcleo central de una ciudad a la que posiblemente le daba nombre al templo: Debod. Pero los restos arqueológicos no dan muchos datos sobre ella.
Amón, dios protector de Tebas, es uno de los dioses más representados de Egipto, es el dios del viento, de los pobres y de la piedad personal. Osiris es el dios egipcio de la resurrección, la vegetación y la agricultura, símbolo de la fertilidad y regeneración del Nilo. Su esposa Isis, que siguió siendo venerada en el mundo grecorromano, fue la artífice de la resurrección de Osiris (asesinado por su hermano Seth, dios de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, lo incontenible), concibiendo un hijo suyo: Horus, el dios del cielo, de la guerra y de la caza. Vinculado a la realeza, el faraón era la representación de Horus en la tierra.
Los devotos romanos de Isis celebraban fiestas en su honor como la Navigium Isidis. Una fiesta celebrada en la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Se formaba una procesión en la que la diosa salía del templo llevada por sacerdotes en un cortejo con música y danza. En esta procesión algunos personajes iban adornados con una máscara de Anubis. El cortejo llegaba a la costa y embarcada a Isis en una nave de madera decorada con ofrendas florales. Se abría así la temporada de navegación.
Con la tradición católica la Navigium Isidis se dividió en Pascua (la resurrección después del equinoccio de primavera), embrión lejano de la Semana Santa, y el Carnaval (carrus navalis, la procesión de las máscaras).
En el primer milenio antes de Cristo, tanto Egipto como su vecina Nubia, construyeron templos dedicados principalmente a Isis. Como el templo de Debod que compartió su dedicación con Amón. El templo de Isis en File era un centro religioso para egipcios y nubios por igual. El poder mágico de esta diosa era mayor que el del resto de dioses; protegía al reino de sus enemigos, gobernaba los cielos y la naturaleza y tenía poder sobre el propio destino. Algunos de sus devotos decían que Isis abarcaba todos los poderes divinos femeninos del mundo.
Los templos ptolemaicos se caracterizan en general por el "horror vacui" «horror al vacío». Por ello como se ve en este de Debod sus muros, pilonos, pilastras, columnas, e incluso techos se cubren de relieves e inscripciones, en las que se repiten las escenas del faraón realizando ofrendas a los dioses.
Las distintas miradas que hicieron posible el Templo de Debod
Por lo dilatado de su construcción y por la historia de las distintas civilizaciones que habitaron la zona, el templo de Debod es un reflejo de las diferentes miradas religiosas a los dioses.
El origen del templo está en la "Capilla de los relieves" de su etapa Meroítica. Esta capilla, de difícil datación, es la parte más antigua y su construcción se debe al rey Adijalamani de Meroe, cuyo reinado se estima entre el 200 y el 180 a.C.
En época ptolemaica y a partir de esta pequeña capilla, se transformó y amplió el edificio, pero al no quedar a penas decoración, no se conocen los nombres de los faraones que estuvieron detrás de esta ampliación. Sólo por algunos nombres que quedan en las piedras y por los testimonios de viajeros se conocen tres faraones implicados en su construcción:
Ptolomeo VI Filómetor, faraón entre 180 y 145 a.C. que, con su hermana y esposa, Cleopatra II, aparece en la inscripción que figuraba en la gola del segundo pilono.
El siguiente faraón identificado en la ampliación del templo es Ptolomeo VIII, del 145 al 116 a.C., que le dedicó una naos o sagrario a la diosa Isis. Esta naos, destruida en el siglo pasado, era de unas dimensiones superiores a la que actualmente se conserva.
El último faraón ptolemaico del que se tienen datos en el templo es Ptolomeo XII, del 80 al 51 a.C., cuyos cartuchos aparecen en las inscripciones de la naos actualmente conservada, dedicada al dios Amón.
No es seguro que el resto de las estancias las realizaran éstos faraones o son obra de los siguientes reinados. La llegada de Roma pudo estar involucrada en ellas, pero no es seguro. Lo que sí es cierto es que el Imperio Romano dominó Egipto hacia el año 30 a.C. y, según los cartuchos que decoraban el vestíbulo y la fachada posterior del templo, documentados por algunos autores, mencionan a Octavio Augusto y a su sucesor Tiberio.
Los romanos añadieron elementos decorativos aunque no terminaron los programas. También intervinieron en su arquitectura, aunque tampoco esto lo terminaron, quedando el templo inacabado. Más o menos como lo encontraron los primeros viajeros europeos en los siglos XVIII y XIX
De la época romana sería el embarcadero que cerraba una vía sacra murada que conectaba el templo con el Nilo.
La relación entre el templo de Debod con el culto de Isis y su principal santuario, en la isla de Filé, salvó su existencia para asegurar el mantenimiento del culto a lo largo de los últimos siglos de dominación romana y comienzos de la bizantina.
Hacia el año 450 d.C., los nóbadas y blemmies se sublevaron contra los romanos y consiguieron un permiso para continuar con los cultos a la diosa y asistir a los festivales de Isis en Filé. Incluso procesionaban una escultura de Isis por la Baja Nubia para bendecir sus tierras.
Fue entre los años 535 y 537, cuando el emperador Justiniano, tras conquistar Nubia para el Imperio Bizantino, cerró el templo de Isis en Filé, lo consagró a San Esteban y puso fin a su culto en la zona.
No se sabe que el templo de Debod fuera dedicado a ningún culto cristiano, parece que no, por lo que fue abandonado para siempre. Al no ser reutilizado por credos distintos, su estructura quedó a salvo de modificaciones. Este hecho es, posiblemente, el que propició su conservación en los doce siglos que median entre su abandono y su redescubrimiento en el siglo XVIII.
En las etapas cristianas y árabe, apenas hay señales en sus piedras; sólo algunas cruces coptas en un pilono y en la capilla de la naos (posiblemente para exorcizar a los dioses paganos); unos grabados en sus fachadas exteriores en los que se ve una caravana de camellos y alguna inscripción árabe; y la mutilación del falo del dios Min.
Hubo también una vivienda en época medieval, y otras de cronología incierta, en el primer patio.
Los viajeros románticos y sus testimonios sobre el Templo de Debod
Atraídos por el exotismo de los países africanos, ávidos de aventuras y de conocimientos sobre otros modos de ver el mundo, desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, viajeros europeos, en su mayoría ingleses, alemanes y franceses (pintores, arqueólogos, historiadores o exploradores), se embarcaron en una aventura viajera que les llevó a conocer el Sur de Europa: Grecia, Italia, Portugal, España y, algunos países africanos como Marruecos y Egipto.
A ellos les debemos los testimonios gráficos de cómo eran estos rincones del mundo, que aunque mirados a través del tamiz del romanticismo, sirven hoy para ver la evolución de un patrimonio que pertenece a la historia de la humanidad.
Aunque algunos aprovecharon para llevar a sus países auténticas joyas pertenecientes a las culturas donde las encontraron, como los Mármoles del Partenón, que se exponen en el Museo Británico de Londres, o tantos tesoros artísticos de Grecia o Egipto que hay que buscar en Museos de Berlín. A pesar de los cuidados y de la difusión de los mismos, esto genera una polémica que sigue viva.
Pero volviendo a Madrid y al Templo de Debod, nos encontramos unos cuantos nombres de viajeros románticos, cuyos testimonios ayudan a entender su historia.
El capitán y explorador danés Frederic-Louis Norden, en su famoso «Voyage d’Egypte et de Nubie», publicación sobre el viaje que realizó en 1737, dejó el testimonio del estado del Templo de Debod en dos dibujos del monumento. El embarcadero, con sus muros delimitando la vía sacra que lleva al templo y el edificio principal que se conservaba íntegro, además de los tres pilonos. Y no aparecen las torres laterales, a excepción de una de ellas, en el segundo pilono, que permanecía aún en pie.
La primera descripción exacta del edificio que se tuvo en Europa la elaboró en 1813 el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt. Enviado para inspeccionar y detallar la zona por orden de Napoleón, a quien le debe la historia el nacimiento de la egiptología. Champollion (historiador francés que consiguió descifrar la escritura jeroglífica gracias al estudio de la piedra de Rosetta), visitó Debod, dejando una breve referencia del edificio.
En 1819, el arquitecto y arqueólogo alemán François-Christian Gau, (nacido en Colonia pero formado en París), proporcionó una valiosa información a través de sus dibujos del edificio y de sus relieves, en los que se ve aún completo, aunque se habían robado ya algunas de sus piedras, la torre del segundo pilono y parte del embarcadero.
Joseph Ssenkowsky, profesor de lenguas orientales en la Universidad de San Petersburgo, describía así el estado del templo en 1821:
"En Wadi Debod hay un pequeño templo de tan sólo 75 pies de longitud, en muy buen estado de conservación. Frente a él se hallan tres moles, alineadas, que sirvieron en su día de accesos a través de diversos muros que debieron rodear el templo. Hoy, tan sólo los restos del segundo de estos muros es visible. Este templo contiene, además del vestíbulo, siete cámaras de las cuales sólo la central está decorada con relieves. Parece que debió estar dedicado a Isis. Su proximidad a Filé me convence de que se trata de la antigua Parembole, lugar que se hallaba tan sólo a 16 000 pasos de Asuán".
David Roberts, un viajero y pintor romántico que desde su Edimburgo natal recorrió España (difundiendo una imagen de Andalucía pintoresca y exótica). En su periplo romántico llegó a Tánger y Egipto, donde entre 1846 y 1850 realizó una hermosa colección de dibujos de distintos monumentos del país de los faraones. Entre ellos se se encuentran los del Templo de Debod. Sus acuarelas y grabados muestran un templo cuya fachada está aún prácticamente intacta, aunque con pérdidas de sillares en su base.
Entre 1849 y 1851, el arqueólogo francés Máxime Du Camp realizó trabajos arqueológicos en la zona. En una de sus fotografías se ve en pie la fachada principal, aunque ya tiene pérdidas en su esquina norte, en la que se había derruido parte del muro. A partir de aquí las desdichas se suceden sobre el Templo de Debod.
Entre 1851 y 1875 se hunde definitivamente la fachada principal y una buena parte del vestíbulo. Se achaca a un terremoto que hizo temblar la zona en 1868, pero las sospechas apuntan más bien al robo de los sillares. El pillaje continuó impasible hasta que en 1907 comenzaron las obras de la segunda fase de la construcción de la presa antigua de Asuán, que inundaba los templos de la zona la mayor parte del año.
En 1907,el templo fue reconstruido por el arquitecto egipcio Al Barsanti. De esta época queda una obra fundamental para entender este edifico. La firma G. Roeder, quien estuvo encargado del estudio y descripción del mismo antes de que las aguas de la presa desmoronaran algunas partes, borraran las pinturas y desgastaran los relieves. Sólo se podía visitar en verano.
Después vino el salvamento internacional y el viaje a Madrid.
Qué hace único al Templo de Debod
Este santuario milenario varado a miles de kilómetros de su lugar de origen es, a pesar de estar construido por distintos ideólogos, el contenedor de un mismo mensaje: el breve paso por la vida es el camino hacia «el otro lado». Para ese viaje se preparaban en el Antiguo Egipto de maneras que aún hoy siguen estando llenas de misterio.
En cuanto a la arquitectura es una especie de milagro, del que se conserva lo esencial para entender su presencia en la lejana Nubia. En las líneas que siguen dejamos unas pinceladas breves sobre lo que verás cuando lo visites.
En el vestíbulo o pronaos hipóstilo hay un programa decorativo realizado por Augusto y Tiberio, (perdido en su mayor parte por el terremoto del siglo XIX y por el robo de sillares).
La antesala del naos de pequeñas dimensiones, es el lugar donde se distribuye al visitante entre las tres capillas de cabecera. En lo alto de esta sala un vano abocinado proporciona la luz necesaria, que llega desde la terraza, y que ilumina la capilla central y a los naoi.
La Sala de los naoi, que es la capilla central de la cabecera, tiene el único naos que se conserva en la actualidad y fue dedicada a Isis y a Amón de Debod.
La Capilla de Adijalamani o de los relieves es el núcleo arquitectónico del santuario, como vimos, es la parte más antigua conservada del templo y su estado de conservación, menos la policromía, es aceptable. Decorada con imágenes del rey adorando a los dioses y ofreciendo sacrificios.
Son motivos que relacionan el culto regio a los dioses de la zona y que vinculan a la monarquía con el ámbito sagrado. Consagrada al dios Amón de Debod y a divinidades como Isis, Hathor, Osiris, Horus, Apset, Mut y otros dioses. A Imhotep, el primer arquitecto conocido de la historia, lo encontramos en un lugar destacado en el acceso a la misma.
Mammisi es una palabra de origen copto que significa «lugar de nacimiento». Se supone, aunque hay discusiones al respecto, que es la sala donde Isis dio a luz a Horus, el dios egipcio del cielo, de la guerra y de la caza. Era el lugar de celebración del «misterio del nacimiento divino».
Se cree que esta fue última aportación que el Egipto romano hizo a la arquitectura del templo. Su construcción rompe la simetría axial del mismo. En su vestíbulo aparecen relieves realizados en tiempos de Augusto y Tiberio. En el muro sur hay una claraboya, una fuente de luz indirecta necesaria para las ceremonias que se celebraran en ella.
La Capilla osiriaca es la capilla-relicario de Osiris y está situada en la terraza, junto a la escalera ritual de acceso. Aquí se veneraba una reliquia de Osiris que tenían que proteger del agua de la lluvia porque no era beneficiosa para este Dios. Por eso está techada. En esta terraza tenían lugar importantes ceremonias solares, como el Ritual de Año Nuevo.
Hay unas capillas en la cabecera que flanquean la capilla del naos y que se atribuyen a Osiris. Se conserva también el Ouabet, que era el lugar de purificación de los sacerdotes antes de acceder al templo.
El Templo de Debod es uno de los pocos templos ptolomaicos que tenía criptas. La principal es la Cripta del Tesoro donde se guardaban las estatuas de los dioses hechas con materiales nobles. Hay otra cripta que se cree que fue el llamado Laboratorio, donde se producían y guardaban los perfumes de las divinidades.
El Templo de Debod ha ido acumulando más de doscientos grafitos en su exterior. Los hay hechos por los antiguos fieles, por posibles eremitas cristianos, por religiosos islámicos y por los viajeros y exploradores del siglo XIX. Estos grafitos han sido una valiosa información para los estudios de su historia.
Entre los grafitos de Debod destacan caravanas y rebaños de dromedarios, una gacela, una barca de remos, cruces patadas (coptas), contabilidades, inscripciones griegas, coptas, árabes (de carácter religioso) y una treintena de firmas de viajeros.
Y en la terraza del templo hay depositados varios bloques de sillares con los que se ha formado un pequeño museo. En ellos hay jeroglíficos, datos incompletos en alguna estela, fragmentos de columnas del vestíbulo y una maqueta de la Baja Nubia sobre los que ofrecen información unos audiovisuales.