La capital de Alemania se presenta ante el viajero como una ciudad vibrante y rebosante de cultura. Zonas de exposiciones al aire libre, galerías de vanguardia, barrios llenos de creatividad, hoteles de diseño y un surtido de museos que aúna cantidad y calidad.
Los museos de Berlín son más de doscientos y los hay de todas las temáticas: de arte, de historia, de ciencias, de tecnología. Reducir la lista a ocho de ellos ha sido una tarea ardua, pero esta pequeña selección no debe tomarse como un ranking, ni siquiera como un compendio de lo que hay que ver, sino, simplemente, como un conjunto de ideas para que, cuando tengas la suerte de estar en Berlín, sepas cuál elegir y tengas buenos motivos para decidirte.
Hay algo común a todos los que conforman la lista y a muchos de los que no están: los museos de Berlín son muy buenos. Están muy bien diseñados, sus colecciones son excelsas, sus contenidos y explicaciones hacen gala de un cuidado casi siempre exquisito. Los más antiguos han sido recientemente renovados. Los más modernos hacen un uso frecuente y -muchas veces- espectacular de las nuevas posibilidades tecnológicas.
En resumen, y sin más preámbulos, ¿qué museos debería visitar el viajero aficionado al arte, a la historia, que quiera adentrarse y entender un poco mejor la cultura y la historia de Alemania?
Entre otros, los siguientes.
El Museo de Historia Alemana (o DHM), el mejor punto de partida
Situado en el edificio más antiguo de la gran avenida Unter der Linden, el DHM debería ser una visita obligada para todo amante de la historia que ponga sus pies en Berlín. Y quizá la primera de la lista.
Es un museo concebido precisamente para contar, de la forma más didáctica posible -y en este sentido su mérito es notable- su tema principal, que no es otro que la historia de Alemania. Desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad, se podría decir, aunque el museo se pone como punto de partida el reinado de Carlomagno, tras cuya muerte quedó plantado el germen de las actuales Francia y Alemania.
En el DHM se pueden encontrar:
- obras de arte (fundamentalmente pintura y escultura, aunque este no es el lugar donde buscar obras de los grandes maestros),
- objetos de la vida cotidiana y materiales de trabajo,
- objetos pertenecientes a personajes ilustres, como por ejemplo un bicornio de Napoleón o un abrigo de Federico II),
- documentos históricos, libros y manuscritos,
- armas, armaduras y material militar.
Pero sobre todo se puede encontrar contexto.
Todo está explicado con tan minuciosa atención al detalle que el más interesado en la historia pasará horas en sus salas, casi sin darse cuenta, ampliando sus conocimientos. El menos curioso será sin duda más selectivo, pero encontrará también muchos lugares donde detenerse y muchos puntos donde situar su atención.
En un museo de estas características siempre existe el temor de que sus responsables hayan endulzado, o directamente evitado, las partes más deshonrosas de la historia nacional.
Nada de eso.
Las secciones que el DHM dedica a los siglos XIX y XX lo cuentan absolutamente todo. De forma fría, completa y, casi se podría decir, científica.
El Museo de Pérgamo, la joya de los museos de Berlín
Es el más visitado de la Isla de los Museos y de todo Berlín, y lo es, sobre todo, por albergar una de las mayores maravillas del mundo, el afamado Altar de Zeus. Paradójicamente, se descubrimiento se debe a un tipo que despreciaba a los arqueólogos.
Carl Humann era un ingeniero de Westfalia, especializado en ferrocarriles, que cayó enfermo de tuberculosis y acabó trabajando, por recomendación médica, en las cálidas tierras de de Anatolia. Alemania iniciaba en aquella región una política de acercamiento con el Imperio Otomano que, a principios del siglo XX, haría posible la construcción del descomunal ferrocarril de Bagdad, con el que los gobiernos alemanes intentaron expandir su influencia en esa zona del mundo, garantizarse las provisiones de petróleo desde el Golfo Pérsico y dañar los intereses comerciales de su entonces gran rival, Gran Bretaña.
Pero basta de geopolítica.
En Oriente Medio, Humann viajó sin parar. Dibujó mapas para la construcción de nuevas vías férreas, como la que iba de Estambul a Esmirna, recorrió de arriba a abajo Anatolia y Palestina y, aficionado como era a la arqueología (que no a los filólogos y arqueólogos, demasiado precavidos y lentos para su gusto), visitó las numerosas ciudades antiguas que puntean la costa jonia. Un día de verano llegó a la preciosa Pérgamo y descubrió el pavoroso escenario de sus ruinas convertidas en alimento para los hornos de cal que poblaban los alrededores.
Humann consiguió permiso para excavar y se puso a ello en seguida, con el éxito que todos conocemos. Aprovechando la poca reticencia de los turcos, el Altar fue trasladado a Berlín piedra a piedra y colocado en un museo que se bautizó en su honor: el Pergamonmuseum o Museo de Pérgamo, joya inmediata de todos los museos de Berlín.
Pero el Altar no es su única maravilla. El Museo de Pérgamo conserva también:
- la Puerta del Mercado de Mileto, construida en época del emperador Adriano;
- la babilónica Puerta de Istar, punto de partida de la ruta del azulejo;
- la Fachada del Palacio de Mushatta de Walid II;
- una notable colección de esculturas helenísticas.
Todo gracias a la potencia industrial de la Alemania del siglo XIX, a su poderosa influencia en Oriente Medio y al deseo de aquellos gobiernos de ponerse a la altura de Francia e Inglaterra, también en el terreno museístico.
La Topografía del Terror de las SS y la Gestapo
Es una de las últimas grandes aportaciones al panorama museístico de Berlín, aunque fue concebido desde el mismo momento de la reunificación de las dos Alemanias.
La Topografía del Terror es un museo histórico centrado en la etapa de gobierno de los nazis, erigido sobre una fiel reconstrucción de los edificios que en aquellos tristes años albergaron a las dos instituciones más oscuras del régimen nazi: las SS y la Gestapo, la guardia personal de Hitler y su policía secreta.
Es un museo de entrada gratuita y que suele afectar a sus visitantes por la crudeza de su contenido y por la propia naturaleza de su temática.
Los más interesados en esta etapa de la historia gustarán también de visitar el Museo Judío de Daniel Libeskind y el Memorial del Holocausto. Son, junto a la reconversión street-art de varias secciones del Muro, las mejores creaciones de una sociedad que ha sabido superar su pasado no ignorándolo sino mirándolo directamente a los ojos.
El Altes Museum, museo pionero y tesoro de la arquitectura
Erigido para albergar la colección de arte de la familia real, fue uno de los primeros edificios del mundo construido específicamente con ese fin, albergar una colección de arte.
Su diseño interior, extremadamente funcional y avanzado a su tiempo, sigue siendo alabado por museólogos y comisarios de exposiciones. Alberga la colección antigua de la antigua colección real, que se compone de:
- una excelsa colección de arte griego (vasos, figurillas, esculturas), entre las que destaca la Diosa de Berlín, el ánfora del pintor de Berlín, la diosa del trono de Tarento y alguna figurilla cicládica;
- una impresionante colección de monedas antiguas, desde el siglo VII a.C. a las que acuñaban con irresponsable abundancia los emperadores romanos del siglo III d.C., causantes de una crisis histórica;
- una de las mayores colecciones de arte etrusco, que incluye los celebrados urnas con forma de caballo encontradas en Chiusi;
- una notable colección de arte romano.
Por fuera, el Altes Museum es también un tesoro. De todos los edificios de Schinkel es el más grande, pero también el menos pesado, el más volátil y elegante. No es de extrañar que fuera uno de los favoritos de Mies van der Rohe: la fachada es un prodigio de sencillez, armonía y monumentalidad, y lo era aún más antes de que la Batalla de Berlín destruyera para siempre sus edificios vecinos, que formaban con él un todo unitario nacido de la cuidadosa planificación de Schinkel para toda la isla.
Berlín cambió profundamente gracias a sus edificios y a su influencia en los arquitectos posteriores, y su legado es, afortunadamente, aún visible dando un agradable paseo entre la Gendarmenmarkt, Unter der Linden y la Isla de los Museos.
La Gemäldegalerie, para los que buscan obras maestras
Conserva una de las colecciones de arte más impresionantes de Europa y algunas de las salas más exquisitas, y estuvo a punto de no existir. La Gemäldegalerie formó parte, hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial, del hoy llamado Bode Museum, otro de los grandes museos de Berlín.
Allí se reunía una impresionante colección de obras de arte que habían sido adquiridas inicialmente por el gobierno de Prusia, y que luego, cuando Berlín se convirtió en la capital del Imperio Alemán, en 1871, fueron generosamente ampliadas para ponerla a la altura de los grandes museos de París, Londres o Madrid.
Durante el conflicto bélico que acabó dividendo en dos tanto Berlín como Alemania, las colecciones fueron separadas, guardadas en espacios privados o en minas de sal, robadas, saqueadas o destruidas.
Tras la guerra se fueron recuperando: algunas acabaron en el Bode Museum, otras se llevaron al Berlín Occidental y allí se fue configurando la actual Gemäldegalerie, que fue ampliando aún más sus colecciones con nuevas e importantes adquisiciones.
En la actualidad, una vez superado un proyecto que, tras la reunificación alemana, pretendía reunir de nuevo todas las colecciones en la Isla de los Museos, la Gemäldegalerie alberga la mayor colección del mundo de maestros alemanes y una de las más notables colecciones de arte de Europa, en ella se exponen obras maestras de todas las épocas de la historia del arte, de autores como van Eyck, Bruegel, Durero, Rafael, Tiziano, Caravaggio, Rubens, Rembrandt y Vermeer.
Para quien guste del arte europeo de entre los siglos XIII y XVIIII (y, honestamente, ¿quién no?) este museo es una visita obligada.
La Neue Nationalgallerie, el templo del arte moderno
Junto a la Gemäldegalerie, en ese otro gran complejo cultural de Berlín que es el Kulturforum, se encuentra el único edificio que el gran arquitecto berlinés del siglo XX, Mies van der Rohe, construyó en su ciudad natal.
La Neue Nationalgallerie es la sección de la Galería Nacional dedicada al arte moderno. Los interesados en las vanguardias pictóricas encontrarán aquí una nutrida representación de obras, entre las que destacan el Potsdamer Platz de Ernst Ludwig Kirchner, los Jugadores de Cartas de Otto Dix y Quién tiene miedo al Rojo, Amarillo y Azul" de Barnett Newman. Encontararán también obras de Hodler, Munch, Picasso, Beckmann, Klee, Ernst, Dalí, Bacon, Nay, Tübke, Richter y Warhol.
Y el continente del museo encandilará también a los aficionados a la arquitectura, pues representa todo lo que defendía Mies van der Rohe: pureza de líneas, importancia de los materiales y menos es más. El edificio, compuesto de un zócalo de piedra elevado sobre el terreno, una gran cubierta negra y un cerramiento de vidrio, parece poco más que un trozo de explanada acristalado. El interior es pura diafanidad.
El Museo de la Bauhaus, la deuda pagada a los pioneros del diseño
El profundo estallido de creatividad, libertad y progreso que invadió Alemania en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial; las turbulencias económicas y políticas del país en aquellos años; la terrible época oscura inaugurada por los nazis en los años treinta, que en relación a las artes y las ciencias originó un fuga de talentos funesta para Alemania; el ahínco de los gobiernos alemanes de posguerra por recuperar y reconstruir lo perdido; pocas organizaciones, en fin, resumen mejor la historia de Alemania durante el convulso siglo XX que la Bauhaus, la influyente escuela de diseño y arquitectura fundada por Walter Gropius en 1919.
Y ningún lugar condensa mejor la historia y la producción artística de dicha organización que el Bauhaus Archiv de Berlín, originalmente un archivo de documentos relacionado con la escuela que poco a poco fue creciendo y recopilando nuevas obras hasta convertirse en el centro de referencia para el estudio de la Bauhaus (en 2019, para celebrar su centenario, añadirá un nuevo edificio para mostrar obras que actualmente guarda en sus depósitos)
La Bauhaus instaló en Berlín en el año 1930 bajo la dirección de Mies van der Rohe, pero sólo tres años después (el año en que llegaron los nazis al poder) la escuela fue abandonada y sus miembros emigraron, en la mayoría de los casos, a Estados Unidos.
Este Bauhaus Archiv fue un ambicioso proyecto que nació en los años sesenta, financiado con fondos públicos y destinado a recuperar el legado de una institución que debería haber sido desde su fundación orgulloso patrimonio de los alemanes.
El edificio que lo alberga fue originalmente diseñado por el propio Walter Gropius, y su visita será, sin duda, un placer para los aficionados al arte y al diseño. Allí pueden verse cuadros y esculturas, esos carteles publicitarios que cambiaron para siempre el mundo del diseño gráfico, muebles y textiles (como los irreverentes disfraces creados para las famosas fiestas de la Bauhaus), cerámica, planos y maquetas de edificios, decorados teatrales, etc.
El Neues Museum, hogar de Nefertiti
"Tenemos en nuestras manos la obra de arte egipcia más viva. No la puedes describir con palabras. Tienes que verla.". Fueron las palabras escritas en el diario de Ludwig Borchardt el 6 de diciembre de 1912, cuando encontró, durante una campaña de excavaciones en Amarna, un busto extraordinariamente bien conservado que rendía vida a la reina Nefertiti.
Son palabras que podría decir cualquier visitante del Neus Museum que pase por la sala de Nefertiti, pues el busto sigue en tan buen estado como entonces, impresionando cada día a miles de personas.
Sobre él han corrido ríos de tinta y ha enfrentado no pocas veces a los gobiernos egipcio y alemán. Se ha discutido en torno a su autenticidad y sobre las extrañas circunstancias de su traslado a Alemania. Se ha convertido en una de las piezas más valoradas del mundo del arte y una de las que más visitantes congrega.
Es el más preciado tesoro del Neues Museum, dedicado, en buena medida, al arte egipcio, pero no la única. Además de a Nefertiti se pueden ver allí no pocas obras maestras: estatuas, coloridos relieves, exquisitos objetos de artesanía, papiros y sarcófagos y restos impresionantes de la arquitectura egipcia. Nadie debería perdérselo.