En el Museo de Pérgamo de Berlín podemos admirar la imponente Puerta de Isthar, fechada en el siglo V a.C. Era una de las puertas de la muralla interior de la mítica ciudad de Babilonia. Es un ejemplo espectacular de los orígenes de la Historia del azulejo.
El nombre se lo debe a Isthar, la diosa del amor, el sexo, la fertilidad, la guerra y la vida. Construida por Nabucodonosor II, estaba atravesada por una vía sagrada que procedía de un puente sobre el río Éufrates y conducía a un patio ceremonial donde se levantaba la fabulosa Torre de Babel.
Se cree que su parte más alta estaba envuelta en barro vidriado con lapislázuli, para que su altura azul se confundiera con el cielo. En el mítico zigurat, según cuenta la Biblia, nacieron las lenguas, y los hombres dejaron de entenderse, pero la técnica de sus barros vidriados inició un camino que trazaría la historia del azulejo.
Las manos que han escrito esa historia lo han hecho con idiomas distintos, con diferentes sensibilidades y para usos diversos, pero entre todos han conseguido que el humilde barro cocido haya servido durante siglos para contarnos el devenir de los pueblos que lo utilizaron, y ese camino llega hasta nuestros días, cuando artistas contemporáneos lo utilizan a modo de lienzo para dejar impresa la mirada del arte del presente. El viaje que vamos a hacer guiados por esta técnica ancestral nos llevará desde aquellos lejanos palacios de Oriente hasta el Nuevo Mundo.
El azulejo pone rumbo a Occidente
A lomos de los cadenciosos camellos, por las doradas tierras de Egipto, llegó la técnica del barro vidriado al norte de África desde la ciudad Siria de Rakka (hoy capital del llamado Estado Islámico).
En el año 711 la expansión de la nueva religión puso pie en Europa, echó abajo el débil poder visigodo y conquistó una Península Ibérica en la que dejará importantes legados.
Especialmente desde la llegada del príncipe errante Abderramán I entró en la Hispania Medieval la opulencia del arte islámico. Sus exóticas construcciones fueron objeto de deseo de los reyes cristianos, que durante los siglos que duró la reconquista de las tierras de Al-Andalus envolvieron sus palacios en imitación de la exuberancia y el lujo del mundo árabe. En el despliegue ornamental de aquel arte refinado y sutil el azulejo se convirtió en una de las características definitorias del arte musulmán.
La expansión del imperio musulmán marcó la presencia del azulejo en la historia del arte. A través de Al-Ándalus, donde los pueblos nómadas del desierto se asentaron, esta técnica comenzó su camino por Europa, para atravesar después el Atlántico y convertirse, con el tiempo, en un elemento cotidiano en las fachadas de iglesias, palacios, tiendas, estaciones de ferrocarril, viviendas privadas, parques y placas de calles.
En palacios como la Alhambra de Granada o el Alcázar de Sevilla encontramos un despliegue de modelos y técnicas diferentes cuya primera expresión es la conocida como alicatado.
Piezas pequeñas de barro vidriado “aliceres”, que unidas entre sí despliegan diseños geométricos que se extienden por frisos interiores y patios, envolviendo los espacios con colores y formas inspiradas en la costumbre de decorar con telas vistosas los interiores de las jaimas, cuando habitaban como nómadas en el desierto. De ahí que se utilice el término “paños” para referirse a los zócalos que envuelven los muros.
Utilizada durante más de doscientos años, sus diseños recibieron influencias de la pintura gótica y algunos motivos del Renacimiento, para seguir conviviendo con las nuevas técnicas e innovaciones.
A mediados del siglo XV se comienza a utilizar, en Sevilla, un nuevo sistema: la cuerda seca. Era un sistema utilizado en tiempos del Califato para decorar vasijas, que pasa ahora al azulejo. Mediante presión sobre el barro húmedo del dibujo elegido y rellenos los surcos con manganeso, que sirve de barrera entre los esmaltes para que no se mezclen los colores, se consigue como resultado unos diseños de marcado bajorrelieve parecido a lo que en Francia se conoce como “cloissons”.
Esta nueva técnica recibió encargos de la élite social; los Reyes Católicos para el Alcázar, o la familia Ribera para la Capilla de su Casa de Pilatos en Sevilla, llenaron de “paños” de diferentes modelos las partes bajas de los muros de las estancias palaciegas.
La nueva técnicas de los azulejos con relieve
Otro sistema, utilizado en Sevilla desde el siglo XIII, es la técnica de los azulejos con relieve, que se usaba sobre todo para los escudos heráldicos que revestían los sepulcros de nobles y militares participantes en la Reconquista. La estética conseguida con esta técnica se aleja del azulejo hispano-musulmán, que aun en el caso de los azulejos de arista, hechos también con moldes, presentan los motivos más planos.
La técnica de los azulejos de arista, cuya rapidez en la producción abarataba los costes, se extendió con rapidez, pasando a formar los “paños” decorativos de palacios e iglesias de Sevilla y desde allí al Nuevo Mundo, al vecino Portugal, a Italia (en la Capella Botto de Santa María di Castello en Génova) o a Inglaterra (en la Lord Mayor’s Chapel de Bristol).
Estas técnicas llegaron a Portugal hacia 1508, de la mano del rey Manuel I, para su Palacio de Sintra. Manuel I, apodado “El Afortunado”, estuvo casado con las infantas Isabel y María, hijas de los Reyes Católicos, y con Leonor de Austria, hija de Juana y Felipe el Hermoso, es decir, nieta de los Reyes Católicos; y fue padre de la bellísima Isabel de Portugal, prima hermana y esposa del emperador Carlos V. Carlos e Isabel se casaron en Sevilla y vivieron una bella historia de amor en el Alcázar de esta ciudad, en cuyos jardines se conserva un hermoso cenador construido para sus paseos.
Aquí os dejamos unas imágenes del Palacio de Sintra y su despliegue de azulejos, fruto de la admiración de Don Manuel por los palacios nazaríes y sevillanos.
La revolución de Francisco Niculoso “El Pisano” y Cristóbal de Morales
Para terminar esta primera entrega de la historia del azulejo, nos asomamos al siglo XVI sevillano, pues en 1503 llegó a la ciudad del Guadalquivir, Francisco Niculoso “El Pisano”, un ceramista italiano que revolucionó el mundo del azulejo. Su fama le llevó a formar parte de las tertulias más eruditas de la ciudad, entonces la próspera sede del Puerto de Indias. El Pisano introdujo la técnica del azulejo pintado (mayólica), con la paleta de colores y los temas del Renacimiento italiano. El éxito de sus azulejos fue tan grande que firmó en 1504, para la reina Isabel la Católica, el retablo de su Oratorio privado, que hoy podemos visitar en el Cuarto Alto del Alcázar.
Otro nombre importante que continuó a finales del siglo XVI engrandeciendo esta técnica fue Cristóbal Morales, a quien también nos encontramos en el Alcázar sevillano.
A partir de aquí, y gracias a esta técnica que permite pintar sobre el azulejo, comenzó un extraordinario despliegue artístico que tiene un foco importantísimo en Portugal.