Del Antiguo Egipto nos separan más de dos mil años, y aún podemos añadir otros mil años si hablamos de los períodos de grandeza y esplendor antes de que el Nilo egipcio cayera en manos invasoras. Se trata de uno de los pueblos más antiguos y longevos de la historia de la humanidad.
La civilización egipcia fascinó a otros pueblos de la Antigüedad y sigue siendo una de las culturas más atractivas para investigadores y, por supuesto, para viajeros. El Antiguo Egipto todavía tiene mucho que enseñarnos; numerosos estudios nos desvelan, año a año, nuevos datos que matizan o refutan teorías hasta entonces relativamente sólidas.
Es ese misterio que permanece unido al Egipto faraónico lo que, en parte, mantiene intacto nuestro interés por sus ritos, sus monumentos y su sociedad. Porque hay algo insoportablemente atractivo en lo desconocido. Hoy vamos a recomendar diez lugares con los que el viajero puede deleitarse y, al mismo tiempo, comprender mejor los misterios del Antiguo Egipto.
Necrópolis de Giza
Si hay algo en lo que todos pensamos cuando nos dicen Egipto es en pirámides. Y probablemente en esfinges. Son estructuras colosales que se graban fácilmente en la memoria y permanecen como símbolos absolutos de la civilización egipcia.
En la necrópolis de Giza, en las cercanías de El Cairo, podemos encontrar las pirámides más grandes de Egipto, y del mundo, así como la llamada Gran Esfinge. Todo forma parte de una gran necrópolis de 160 km2. Además de un elevado número de mastabas (enterramientos menores), también hay numerosas pirámides, entre las que destacan las de Keops, Kefrén y Micerinos (nombres griegos dados por Heródoto).
Entre las colosales estructuras y el Nilo todavía se pueden apreciar parte de los enormes complejos funerarios de la necrópolis. Las pirámides son tumbas construidas para que descansara el cuerpo momificado del faraón. Pero había más: a sus pies se construía un templo para honrarlo tras su muerte, así como una calzada procesional que llegaba hasta la orilla del río donde estaba el llamado templo del valle.
Una vez momificado, el cuerpo del faraón viajaba en barco hasta aquel templo, y era llevado en procesión a través de la calzada hacia su última morada: la pirámide. En el más allá Osiris juzgaría si, tras su reinado en vida, merecía llegar al campo de juncos, el paraíso egipcio.
Junto al templo ribereño de la pirámide de Kefrén se encuentra una estructura venerada desde hace milenios, que dejó maravillado a Napoleón y todavía atrae a incontables viajeros. La esfinge se alza junto a la calzada procesional del complejo funerario y está fechada en la misma época de construcción. Quizás representando al propio Kefrén, la imponente escultura protege la tumba haciendo una guardia eterna.
Abu Simbel
Prácticamente en la frontera con Nubia se encuentra otro de los monumentos más reconocidos del Antiguo Egipto. Los templos de Abu Simbel fueron construidos en torno al año 1264 a.C. por uno de los faraones más conocidos: Ramsés II. A orillas del lago Nasser, cuenta con una localización privilegiada (alterada por la construcción de la presa de Asuán, pero respetada en la medida de lo posible) que ofrece una estampa inigualable.
El complejo arquitectónico está excavado en la piedra y desde fuera únicamente puede verse la portada de los dos templos. El mayor de ellos cuenta con cuatro enormes estatuas de Ramsés II sentado en el trono y está dedicado a Amón, Ra-Horajti y Ptah.
El interior es más reducido que la fachada externa pero no deja de ser impresionante. Contiene varias salas que van decreciendo en tamaño según se avanza, del mismo modo que se hacía desde las primeras dinastías allá por el 3.000 a.C. Está repleto de imágenes de Ramsés II sirviendo a los tres dioses anteriormente citados.
Una de las mayores curiosidades del templo es que fue construido de tal modo que, entre el 21 de octubre y el 21 de febrero, el sol ilumina las salas interiores llegando a la última cámara. Esta zona estaba reservada para muy pocas personas al ser la más sagrada, en ella hay cuatro estatuas: las de los dioses y la de Ramsés II deificado. Hasta allí llegaba la luz solar, iluminando las estatuas menos la de Ptah, dios que siempre permanecía oculto. Estaba pensado y medido al milímetro.
Completando el conjunto arquitectónico se encuentra el templo menor de los dos, dedicado por Ramsés II a su esposa Nefertari. En su fachada externa tiene seis estatuas, cuatro de Ramsés y dos de Nefertari. No obstante, el templo estaba consagrado a la diosa Hathor. La cabeza de la diosa adorna capiteles en el interior del templo, y al fondo del mismo está su estatua.
Templo de Luxor
Situado en la antigua Tebas (actual Luxor) se encuentra uno de los templos mejor conservados del Egipto faraónico. El inicio de su construcción se remonta a la XVIII dinastía, enmarcada en el llamado Imperio Nuevo, que duró del 1550 al 1069 a.C.
El templo estaba consagrado al dios Amón, también representado como Amón-Ra. Se consideraba la morada de Amón, de hecho, los egipcios creían que sus dioses vivían en los templos que les construían. En las representaciones de estos templos los faraones veneran a los dioses y estos les transfieren su poder. Son lugares en los que el acceso está reducido a pocas personas, donde se hacen rituales para honrar a los dioses.
En este caso la visita es obligada por la hermosa avenida de esfinges que precede a la entrada del templo. La calzada protegida por estas esculturas precede a los enormes pilonos y estatuas de Ramsés II. Una vez pasada la entrada, el templo no deja de impresionar con las enormes columnatas de Amenofis III. Y aunque pueda sonar extraño, el templo sigue siendo un lugar de culto, ya que en uno de los patios se erigió una mezquita.
File
Al sur de Asuán había un complejo templario en la isla de File, pero tras la construcción de la presa fue trasladado a la de Agilika para evitar que se inundaran. El resultado es la concentración arquitectónica de diferentes épocas en un reducido espacio, una parada obligatoria para el viajero interesado en el Antiguo Egipto.
En la isla brilla con luz propia el templo de Isis, levantado en época de Nectanebo I (uno de los últimos faraones de origen egipcio). Todavía quedan algunos vestigios de ese primer templo, aunque ha sido ampliado varias veces en época ptolemaica e incluso romana. Este conjunto de diferentes épocas ofrece al viajero un rápido recorrido a través del período tardío egipcio, una época marcada por las divisiones internas y las continuas invasiones externas.
Algo apartado del templo se encuentra una estructura inusual. El llamado quiosco de Trajano recuerda, en parte, a los templos grecorromanos de planta rectangular. Sin embargo, su decoración claramente egipcia expone la fusión cultural vivida en el valle del Nilo a raíz de los siglos de dominación extranjera.
Complejo templario de Karnak
En la actual Luxor se encuentra el mayor complejo templario de Egipto, que empezó a construirse en torno al 2.200 a.C. Se trata de un conjunto de templos situado la antigua Tebas, capital egipcia del Imperio Medio. Aunque no sean los templos mejor conservados, se puede apreciar en su totalidad el recinto amurallado que protegía el lugar sagrado.
Estaba consagrado a Amón-Ra, aunque hay diferentes espacios dedicados a otros dioses, y es que el complejo de Karnak se convirtió en el mayor centro religioso de su época, siendo cuidado y ampliado durante dos milenios.
Entre los templos también destaca una laguna artificial sagrada, esencial para los ritos sacerdotales. Aunque sin duda el rey del conjunto es el templo de Amón-Ra, a pesar del estado ruinoso tras siglos de abandono, todavía se puede apreciar la colosal escala que tuvo en su época de esplendor.
Saqqara y Dashur
Si la necrópolis de Giza es esencial para cualquier viajero que quiera conocer el Antiguo Egipto, las de Saqqara y Dashur son si cabe más importantes, y es que en estas necrópolis se produjo la génesis de las pirámides.
Los primeros faraones eran enterrados en mastabas, grandes construcciones de planta rectangular que, además de guardar el cuerpo del faraón, contaban con una pequeña capilla con su imagen. Estas mastabas fueron evolucionando con el tiempo, hasta que superpusieron las estructuras. Así se construyó la pirámide escalonada de Zoser, con seis de estas mastabas superpuestas que puede verse en Saqqara.
Algo más al sur, en Dashur, las pirámides siguieron evolucionando hasta alcanzar la forma «clásica» o lisa y perfectamente triangular tal y como las conocemos hoy día. Pasando primero por más pirámides escalonadas, la acodada de Snefru y finalmente la «roja», también de Snefru. Esta última, además de ser la primera clásica, es una de las más grandes y presenta un estado de conservación excepcional.
Templo funerario de Hatshepsut. Una maravilla del Antiguo Egipto
Aunque ya hemos visto en este artículo varios templos, no hay ninguno como «la maravilla de las maravillas». Fue construido prácticamente frente a Tebas durante el reinado de la faraona Hatshepsut, en una época (Imperio Nuevo) en la que la que se daba más importancia al templo funerario que a la propia tumba. De hecho, habían dejado de estar juntos.
El templo consta de tres grandes terrazas con pórticos cuya parte final está excavada en la piedra. El edificio se mimetiza a la perfección con la montaña que tiene detrás, y no deja de presentar un aspecto imponente. El interior es de obligada visita, ya que se pueden apreciar relieves que conservan su policromía.
Estos relieves, además de venerar a los dioses, cuentan la historia del origen divino de Hatshetsup, concebida por el propio dios Amón. Con esto la faraona pretendía legitimar su derecho al trono, y es que tuvo un reinado no falto de dificultades. Tanto es así que, tras su muerte, trataron de borrar su nombre (no se sabe si su hijo o un rey posterior).
Para los antiguos egipcios, hacer desaparecer el nombre (ren) de una persona era hacerla desaparecer al completo, pues eliminaban una de las 9 partes de las que se compone el cuerpo humano. No obstante, quien quiera que fuera el impulsor de este ataque a la difunta Hatshetsup, claramente fracasó.
Deir el-Medina
Dejando a un lado las grandes construcciones que llaman poderosamente la atención de cualquiera, nadie que quiera conocer el Antiguo Egipto debería terminar su viaje sin tratar de conocer cómo vivía el egipcio de a pie.
Una muy buena opción para acercarse en la medida de lo posible a esa vida cotidiana es el poblado de Deir el-Medina. Una población de obreros y artesanos situado en la entrada del valle de las reinas (frente a Luxor). Está en ruinas y no hay grandes construcciones con las que alzar la vista, pero su estudio ha sido de gran ayuda para comprender mejor la sociedad egipcia.
Gracias a las ostracon (trozos de cerámica usados para escribir) encontradas en el poblado, los investigadores han aprendido mucho sobre cómo funcionaban los contratos de los trabajadores, así como diferentes detalles de la vida diaria en la población. Incluso han podido datar la primera huelga documentada durante el reinado de Ramsés III.
Valle de los Reyes, la gran necrópolis de Egipto
Del inicio del viaje en el Antiguo Egipto con las grandes pirámides de Giza, vamos llegando al final del artículo y de la civilización egipcia con las tumbas del Imperio Nuevo. La gran necrópolis de la antigua Tebas se extendía al otro lado del Nilo, en su orilla oeste, y es comúnmente conocida como el valle de los reyes. Pero no hay que olvidar que de este conjunto también forma parte el valle de las reinas.
Los dos valles contienen tumbas en magnífico estado de conservación y con unos bellos ajuares. Como hemos comentado anteriormente, el concepto de tumba en el Antiguo Egipto fue cambiando desde finales del Imperio Antiguo. Los templos funerarios fueron ganando importancia, y las tumbas propiamente dichas se trasladaron a zonas más apartadas.
En estos famosos valles están enterrados faraones como Tutankamón, Ramsés II, puede que Akenatón y la propia Hatshetsup. Aunque una de las tumbas más famosas sea la de Tutankamón, es difícil que ninguna iguale en belleza a la de Sethy I o a la de Tutmosis III.
Museo Egipcio de El Cairo
Finalmente, si un viajero decide conocer de primera mano el Antiguo Egipto, puede y debe visitar el Museo Egipcio de El Cairo. Contiene la mayor colección de piezas egipcias del mundo, de modo que cualquier interesado en esta civilización milenaria debería pasar unas cuantas horas deambulando por los salones de este museo. Otra grandísima colección del mundo egipcio se encuentra en el British Museum de Londres.
Tan importante es contemplar en primera persona las grandes pirámides como lo es pararnos a observar los pequeños detalles que daban vida a aquellas grandes construcciones. Y es el museo de El Cairo la parada perfecta para dotar de mayor trasfondo a todo aquello que hayamos visto en Egipto.