De Miguel Ángel hay obras repartidas por todo el mundo. En concreto en Italia, se encuentran obras de «El Divino» en Milán, en Siena, en Bolonia. Pero las ciudades que vieron crecer la obra del insigne toscano fueron sobre todo Florencia y Roma. A ellas nos dirigimos hoy.
Miguel Ángel nació el seis de marzo de mil cuatrocientos setenta y cinco en Caprese, hoy Caprese Michelangelo, en la provincia de Arezzo. Aunque si leemos «Las Vidas de Giorgio Vasari» creeríamos que nació en Florencia:
…Y como vio (Dios) que en tales ejercicios y en esas singulares artes, es decir, en la pintura, en la escultura, y en la arquitectura, los ingenios toscanos siempre han sido más elevados y grandes, más observantes de los esfuerzos y los estudios de todas las facultades que los del resto de Italia, quiso darle por patria Florencia…
A Vasari le gustaba adornar mucho las cosas, pero al fin y al cabo Miguel Ángel nació en la bellísima Toscana, en eso no miente, y si consideramos como patria el lugar en el que se formó técnica e intelectualmente, su patria, la del artista, fue Florencia.
Con trece años entró en el taller del mejor fresquista florentino de la época, Domenico Guhirlandaio, donde aprendió a dejar en el revoque de los muros entre la humedad de la cal, las mezclas de colores que crearon símbolos del arte como su obra en La Capilla Sixtina.
Pero aquel adolescente quería ser escultor. Creció en Settignano, el pueblo de su nodriza, entre picapedreros que esculpían dinteles, columnas y escaleras para los palacios florentinos. Algo que marcaría para siempre a aquel joven que tuvo claro desde muy pequeño que se quería dedicar al arte.
Tuvo la suerte de coincidir en el tiempo con Lorenzo de Medici «El Magnífico», que quería revitalizar la escultura y la potenció en la Escuela de pintura y escultura, que Cosme de Medici «El Viejo» tenía en su jardín. En ella fue admitido Miguel Ángel. Entre los setos de aquel jardín emergía una colección de mármoles griegos, pertenecientes a la colección de Los Medici. Con quince años, Miguel Ángel se sentaba a la mesa de la familia Medici y asistía a tertulias entre los espíritus más refinados de su tiempo. Allí se formó el humanista cuyo arte uniría el final del Renacimiento con los albores del Barroco. Manierista grandioso, Miguel Angel cierra en Florencia, donde comenzó, el periodo renacentista. Vasari lo cuenta así:
…dignísima (Florencia) entre todas las ciudades, para colmar finalmente en ella, como se merece, la perfección de todas las virtudes, por medio de un hijo suyo, y después de haber mostrado ya su gran y maravilloso origen con Cimabue, Giotto, Donato, Filippo Brunelleschi y Leonardo da Vinci, no se podría sino creer que con el paso del tiempo tendría que revelarse un ingenio capaz de mostrarnos (gracias a su bondad) la infinita perfección del final…
Su relación con Los Medici fue una relación de amor odio. Fueron sus primeros protectores y siempre sus entregados admiradores, hasta el punto de perdonarle que se pusiera de parte de Savonarola y de la República de Florencia. Convirtiéndose de nuevo en sus mecenas cuando volvieron al poder. Sus últimos años los pasó en Roma, al servicio del papado.
El camino de su talento le condujo a la pintura, a la escultura y a la arquitectura. Y en todas estas artes fue considerado, y sigue siéndolo hoy, un autentico maestro. Por algo le apodaban sus contemporáneos «El Divino».
Miguel Ángel y su obra en Florencia
Fue Florencia, donde su familia se había trasladado, el lugar en el que comenzó a deslumbrar con su manera única de crear.
Cuando Lorenzo «El Magnífico» decidió potenciar la escultura, buscó en la afamada escuela de Ghirlandaio a los mejores alumnos para la escuela del jardín de su palacio en la Plaza de San Marcos. Allí esperaba a Miguel Angel, el viejo escultor florentino Bertoldo di Giovanni, un buen maestro influenciado por Donatello.
Y allí estaba ya Pietro Torrigiano, un grandísimo escultor, quien celoso de la rápida fama del carismático Miguel Angel, durante una discusión le propinó tal puñetazo que le rompió la nariz al «artista de los ojos de los Medici». Aquello le costó a Torrigiano el carísimo precio de marcharse de Florencia. Después de trabajar en Inglaterra recaló en la rica Sevilla del siglo XVI, donde murió encarcelado acusado de herejía (era todo un carácter). En el Museo de BBAA sevillano se pueden disfrutar dos espectaculares imágenes salidas de sus manos.
A Miguel Ángel le quedó para siempre el estigma de su rota nariz, y lo mejor por llegar.
Si estás en Florencia te encontrarás con Miguel Ángel sin buscarlo. Pero vamos a dar un paseo por su ciudad buscando algunas de sus más emblemáticas obras:
LA CASA BUONARROTI, una de sus viviendas en Florencia, es hoy un museo consagrado a Miguel Ángel en el palacio de la familia Buonarroti, construido y restaurado posteriormente por sus sobrinos siguiendo un diseño del propio Miguel Ángel, del que tienes toda la información aquí. Allí encontrarás una más que interesante colección de obras de Miguel Ángel, como el Hércules con Caco, o la extraordinaria Centauromaquia, reunidas a lo largo de los siglos por la familia Buonarroti, descendientes de su hermano, pues él no tuvo hijos. Entre otras muchas joyas destacamos:
– La Virgen de la Escalera (+-1491) Con tan sólo 16 años Miguel Ángel refleja toda la ternura de una madre que amamanta a su hijo y que sirve de escalera hacia el cielo, sentada en la piedra angular de la iglesia (San Pedro). En esos cinco escalones, como cinco son las letras del nombre de Maria, el joven Miguel Ángel comienza a dar muestras inequívocas de la grandeza de su obra.
En la BASÍLICA DEL SANTO SPIRITO, se encuentra un Crucifijo de madera fechado en 1492, un cuerpo tan sutil y delicado, tan alejado de las figuras musculosas propias del genio, que aún suscita dudas sobre su autoría. Todo apunta sin embargo a que este crucifijo salió de sus manos. Después de la muerte de su gran mecenas Lorenzo el Magnífico, Miguel Ángel fue hospedado en el convento del Santo Spirito en el año 1492. En agradecimiento a la hospitalidad Miguel Ángel realizó este crucifijo que se dio por perdido durante la dominación francesa, hasta su recuperación en el año 1962, en el mismo convento, cubierto con una espesa capa de pintura que lo hacía, casi irreconocible.
– En el MUSEO DEL BARGELLO hay joyas creadas por Miguel Ángel, como Hércules y Caco, o el David-Apolo. Nos paramos en el espléndido:
– Baco fechado en 1497. Es considerado como su primera gran obra. Lo realizó en Roma llegó pero llegó a Florencia porque lo compró Francisco I Medici en 1572 por 240 ducados. Sobre éste Baco cuenta Vasari:
…a escala mayor que el natural, con un sátiro alrededor, en el que se aprecia que quiso lograr una mezcla maravillosa de miembros, y particularmente, dotarlo del talante despierto de la juventud del varón y la carnosidad y la redondez femeninas…
Más de dos metros de mármol en los que Miguel Ángel esculpe una loa al hedonismo y a la alegría de vivir.
– El Tondo Pitti. Fechado en 1503/4, es una escultura en relieve de mármol en la que aparece un rasgo distintivo de Miguel Angel: el stacciato, patente en la figura de san Juanito, que parece emerger del fondo del mármol. La Virgen rompe con su cabeza la forma circular, y gira su cuerpo, y el niño apoya el suyo en un libro sostenido por la Madre. Dos altorrelieves que llenan la escena de vida. Al nervio de esta escena contribuyen una serie de líneas horizontales y oblicuas, correspondientes a los pliegues del ropaje, el libro o los brazos de los personajes.
– En la GALERÍA DE LA ACADEMIA se encuentra el famoso David. Un coloso de más de cinco metros que realizó Miguel Ángel después volver de Roma, donde había dejado a todos impactados ante La Piedad del Vaticano. Fue un encargo de la Opera del Duomo para colocarlo sobre uno de los contrafuertes de la iglesia. Pero Miguel Ángel esculpió un David más civil que religioso en un momento, 1504, en el que había una importante tensión política en Florencia.
En una pieza de mármol estropeada por otros escultores, Miguel Ángel rompe los cánones de David, hasta entonces un chico menudo con zamarra y zurrón y convierte en un poderoso monumento al héroe bíblico que ha vencido a un gigante. La República Florentina había vencido a los poderosos Medici, y aquel imponente David de más de cinco metros habría de custodiar la entrada al Palazzo della Signoria, convirtiendo así un encargo eclesiástico en un símbolo ciudadano. Con tan sólo 25 años Miguel Angel crea el símbolo de Florencia.
Hoy una réplica ocupa su lugar mientras el original se protege en las salas de la Galería de la Academia.
En la sala que precede al David, pugnan por salir de la piedra cuatro prisioneros (prigioni) esculpidos entre 1521 y 1523 para la tumba de Julio II, la gran frustración de Miguel Angel, y un San Mateo que dejó sin terminar precisamente por acudir a Roma para construir la tumba de Julio II.
Y en La Academia se encuentra también La Pietá Palestrina esculpida en un gran bloque de mármol romano de la época imperial, que tiene en su parte trasera la decoración de una hoja de acanto, y que formaría parte de un arquitrabe antiguo. Es una atribución realizada en sus últimos años.
Hay otra obra destinada a esta tumba papal, es El Genio de la Victoria, que se encuentra en el Salón del Cinquecento del PALAZZO VECCHIO
Una obra imprescindible del genio toscano se encuentra en el MUSEO DE LA OPERA DEL DUOMO. Es La Pietá Bandini, también realizada en Roma entre 1547/53. Sus más de dos metros emplazados en un pequeño espacio, dejan sin aliento a quien la mira.
La esculpió Miguel Ángel para su tumba en la basílica de Santa María la Mayor en Roma, pero cambió de opinión y quiso ser enterrado en Florencia. Se la vendió a Francesco Bandini que la tuvo en su villa romana hasta su traslado y colocación en la iglesia de San Lorenzo de Florencia por Cosme III Medici en 1674. Allí estuvo hasta que en el año 1722 fue trasladada a Santa María del Fiore y desde 1960 se expone en el Museo de la Catedral.
– En la GALERÍA DE LOS UFFIZI hay una tabla conocida como El Tondo Doni o Sagrada Familia pertenece al periodo en el cual Miguel Ángel regresó a Florencia después de su primera estancia en Roma, el mismo periodo en el que el artista esculpió el famoso David. Fechada en los años 1506/8, es considerada una de las obras maestras del siglo XVI del arte Italiano. Es la única pintura de Miguel Angel en Florencia.
Encargada por el rico banquero Agnolo Doni, probablemente en ocasión de su matrimonio con Magdalena, perteneciente a la importante familia de los Strozzi. A cuenta del Tondo tuvo un rifirrafe el artista con el banquero, pues le pidió setenta ducados por la obra y a Doni le pareció muy caro e intentó pagarle cuarenta ducados. Miguel Angel le exigió entonces ciento cuarenta ducados, que tuvo que pagar Doni para quedarse con la obra.
Las figuras de María, José y el Niño se agrupan en el volumen central en el que la rotación de la Virgen da a la composición un movimiento en espiral que posteriormente será usado por muchos artistas. Detrás un grupo de jóvenes desnudos rememoran un tema clásico que simboliza la humanidad pagana que aún desconoce la doctrina cristiana. El espléndido marco de madera tallado, fue diseñado por el mismo Miguel Ángel.
El Tondo Doni sentará las bases del denominado Manierismo, un estilo de pintura que busca posturas poco naturales, y colores iridiscentes, alejándose de las composiciones equilibradas del siglo XV.
En cuanto a la arquitectura de Miguel Ángel en Florencia, además de la reforma en el primer piso del Palacio Medici-Riccardi, cuya Capilla de Los magos ya visitamos, donde se abrían cinco grandes arcos de medio punto que fueron tapiados y sustituidos por ventanas por Miguel Ángel.
Diseñó la fachada de la BASÍLICA DE SAN LORENZO, que no se llegó a construir, y en medio de sus idas y venidas a Roma, comenzó la construcción de la Biblioteca Medicea Laurenciana, en la misma Basílica, que terminaron Bartolomeo Ammannati y Giorgio Vasari. Y diseñó y construyó para la misma Basílica, la Sacristía Nueva que forma Parte de La Capilla de los Príncipes, Mauselo de los Medici, que hoy es un museo estatal.
La Sacristía Nueva es na obra maestra tanto en arquitectura como en escultura en la que trabajó Miguel Ángel desde 1520 hasta 1534, cuando se trasladó definitivamente a Roma. Esta es una visita imprescindible para captar toda la grandiosidad del genio toscano, que permite captar los cambios que iban llegando sobre el Renacimiento.
Miguel Ángel se inspiró en la Sacristía Vieja de Filippo Brunelleschi en la misma iglesia de San Lorenzo, construida un siglo antes, pero ya se ven algunas innovaciones que anuncian el manierismo y el barroco.
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Miguel Ángel se marchó a Roma y dejó incompletas algunas estatuas de los sepulcros del duque de Nemours y del duque de Urbino, pero sobre todo dejó sin hacer las sepulturas de Lorenzo el Magnífico y su hermano Juliano de Médici, que según los diseños iban a ser monumentales.
Y Miguel Ángel se instala en Roma definitivamente
Pero Miguel Ángel no se encontraba a gusto con la situación política de Florencia y en 1534, abandonó la ciudad y se estableció en Roma, donde aceptó el encargo de Clemente VII (hijo natural de Juliano de Medici) para trabajar en el altar de la Capilla Sixtina. Ya había trabajado Miguel Ángel en la famosa capilla vaticana, nada menos que había decorado su bóveda entre 1508 y 1512, por encargo del papa Julio II.
De modo que en Roma, tienes que dirigirte al Vaticano para empaparte de la última etapa creativa de Miguel Ángel. La más portentosa, la más alabada en el mundo del arte.
La bóveda de La Capilla Sixtina fue todo un alarde de genio y voluntad. Ante lo magnífico del proyecto pidió en principio ayuda a otros artistas, especialistas en frescos. Pero una vez hizo las pruebas decidió que no le entendían y afrontó prácticamente solo el proyecto. Encerrado y en secreto, no dejaba ver los avances de la obra ni al propio Julio II. Acabó en cuatro largos y agotadores años la que sería un punto de referencia inexcusable en la Historia del Arte.
El fresco que mide 13 x 36 metros, en el que Miguel Ángel deja de lado la perspectiva del siglo XV, y dispone las monumentales figuras según una jerarquía de dimensiones y expresión. Unificando las diversas partes de esta nueva y heroica humanidad, la grandiosa distribución arquitectónica, concebida como una sucesión de arcos de triunfo bajo los que pasa el cortejo pontificio para llegar al altar.
Con un diseño en el que se palpa un sincretismo pagano-cristiano, propio del humanismo, Miguel Ángel reparte por la bóveda de la Sixtina, profetas y sibilas que contemplan pasajes bíblicos como el Diluvio Universal, el Sacrificio de Noé, o el Pecado Original y la Expulsión del Paraíso. Deja constancia de la creación del hombre y la mujer, de las plantas, del sol y la luna, de la separación de la luz y las tinieblas, de luchas como las de David y Goliat, o Judit y Holofernes, y relata las historias que explican la vida de los antepasados de Cristo.
Y todo ello con un alarde técnico extraordinario y dando rienda suelta a una libertad de formas que se alejan definitivamente del mundo clásico. La bóveda de la Capilla Sixtina es la subida a las alturas de un cambio de rumbo en el mundo del arte, pasaba el Renacimiento y se abría la puerta a nuevas formas de expresión.
Entre los años 1536 y 1541, realizó el magnífico Juicio Final. La idea de Clemente VII, la continuó su sucesor Paulo III. En el altar Sixtino, Miguel Ángel despliega toda la terribilitá de un Juicio Divino.
Cambia la Mandorla románica por un halo de luz en el que presenta a un Cristo juez acompañado por su Madre, y los rodea de santos y bienaventurados. Condenados y justos se reparten el espacio del cielo y el infierno, mientras que los ángeles portan las trompetas del Juicio Final. Y Mientras Caronte conduce a las tinieblas a los condenados, en el lado contrario las almas que han purgado sus penas, resucitan a la vida eterna.
Un mes antes de la muerte de Miguel Ángel, el Concilio de Trento aprobó la censura de los desnudos del Juicio y el pintor Daniel Volterra se encargó de vestirlos. Volterra falleció dos años después de comenzar los conocidos «braghettoni» sin llegar a terminarlos. Posteriores intentos de terminar las vestimentas y varias restauraciones acabaron en 1994 con una restauración que le devolvió al fresco la unidad general y la luminosidad de las pinturas.
En la Capilla Paulina pintó por decisión de Paulo III, dos frescos en los muros que aún quedaban sin decorar. La conversión de san Pablo (en honor del papa) y la Crucifixión de san Pedro, el martirio de la primera cabeza de la Iglesia. Le costó mucho hacerlas, pues su salud llevaba tiempo dándole problemas.
Hasta 1550 fue haciendo obras para La tumba de Julio II, su gran frustración. El monumento funerario de su gran mecenas, lo diseñó y lo resideñó Miguel Ángel en varias etapas llenas de desengaños. EL conjunto escultórico y arquitectónico lo empezó en 1505 y no estuvo terminado hasta 1545, con una escala mucho menor que la inicial, con todo el pesar del artista.
Diseñada para la basílica de San Pedro del Vaticano, el lugar de enterramiento de los papas, se instaló finalmente, como cenotafio (es decir, sin alojar el cuerpo del difunto) en SAN PIETRO IN VINCOLI, iglesia protegida por la familia della Rovere, de la que procedía Julio II.
La basílica, del siglo V merece por sí sola una visita, pero además en ella espera el Moisés de Miguel Ángel. Se cuenta que viendo que era una de sus obras con más vida, Miguel Ángel golpeó con su martillo la rodilla derecha de la imagen, y le gritó: ¡ahora, habla! La verdad es que puede verse un desperfecto en ese lugar.
Ya vimos cinco esculturas de esta tumba en Florencia, y hay además dos esclavos realizados para ella en el Museo del Louvre.
Participó también en las obras de la BASÍLICA DE SAN PEDRO tras la muerte de Sangallo en 1546. Paulo III le encargó la dirección de las obras a Miguel Ángel. Bajo su dirección se alzaron los muros del ábside, de una imponente monumentalidad. Pero la más importante aportación del toscano fue la gran cúpula que se encuentra justo sobre el altar mayor y el sitio donde la tradición dice que se localiza la tumba del apóstol San Pedro.
Veinticuatro años después de la muerte de Miguel Ángel, fue concluida la cúpula según el diseño definitivo de Domenico Fontana y Giacomo della Porta, que apenas variaron los planes del maestro.
Fechada entre los años 1498/99 se puede ver en la BASÍLICA DEL VATICANO la primera Pietá que realizó Miguel Ángel. Una Virgen María, joven, bellísima, muestra del idealismo renacentista que aun impregnaba al joven artista. Por motivos de seguridad, pues ya sufrió un atentado, hay que verla a cierta distancia y tras una protección que impide ver bien los detalles.
Vasari dijo de ella:
«es una obra a la que ningún artífice excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatiguen, en fortaleza, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol»
Cuando falleció Miguel Angel se tuvo que llevar el cadáver en secreto a Florencia su sobrino, pues la Ciudad Eterna se disputaba el honor de su enterramiento.
…oculta el cuerpo de Miguel Ángel en un rollo de ropa y lo carga en un carro con otras mercancías, el cuerpo del artista llega a Florencia 3 semanas más tarde, el 10 de marzo de 1564. Es depositado en la Compagnia dell’Assunta, detrás de San Pier Maggiore y dos días después es transportado a Santa Cruz, en la noche, por los artistas de la Academia, en medio de una inmensa multitud de personas, a la luz de las antorchas.
Descansa en la maravillosa Basílica de La Santa Croce de Florencia, en una tumba diseñada por Vasari. Allí han recibido sepultura religiosa las grandes familias y las corporaciones de la Florencia medicea. Ha sido laboratorio y taller artístico —humanista a comienzos del Renacimiento— y centro teológico. Panteón de las glorias italianas hasta convertirse en un lugar de referencia en la política de la Italia del Risorgimento, o reunificación italiana, de mediados del siglo XIX. Algo que caracteriza a Santa Croce son las casi 300 tumbas que hay en la iglesia. En sus lápidas se pueden ver distintas fechas entre los siglos XIV y XIX. Algunos de los personajes más conocidos que reposan en Santa Croce son Galileo Galiei, Maquiavelo o Lorenzo Ghiberti.
Cuando Vasari terminó su libro «Las Vidas» aún vivía Buonarroti, con cuya vida lo termina:
…Y que nadie se extrañe de que yo haya relatado aquí la vida de Miguel Ángel, estando él aún vivo, porque, como no se espera que deba morir nunca, me ha parecido conveniente hacerle este escaso honor, que cuando bien abandone el cuerpo, como el resto de los hombres, no encontrarán nunca la muerte de sus inmortales obras, cuya fama vivirá siempre gloriosamente mientras dure el mundo, por medio de las bocas de los hombres y las plumas de los escritores, a pesar de la envidia y a pesar de la muerte.
Corría el año 1550. Miguel Ángel Buonarroti falleció en 1564, pero como bien escribió Vasari, sigue vivo en su obra.