Gordes, el pueblo colgante más bonito de Francia
Gordes es una de las joyas de la Provenza. Un pueblo colgado de un promontorio con una larga historia y mucho que ofrecer al visitante.
Hemos dicho muchas veces que la Provenza es una de las regiones más atractivas de Europa, y una zona idónea para una escapada veraniega. Hemos hablado de sus museos, que son muchos y variados. Hemos repasado sus preciosas iglesias románicas. Hemos sugerido el lugar ideal para alojarse y conocer desde allí las maravillas de la zona. Nos hemos adentrado en detalle en alguna de ellas. Incluso hemos recomendado los mejores puntos donde contemplar ese espectáculo natural que es la floración de la lavanda.
Hoy vamos a hablar de otro de sus iconos: Gordes, uno de los pueblos más bonitos de Francia.
Explicando la imagen maciza, austera y hermosa de Gordes
Es una de las grandes postales de la Provenza, si no de Francia entera. Y es así porque es una postal que le gusta a todo el mundo. Tiene todos los ingredientes para triunfar:
- Un pueblo colgado de una colina, asomado a ella, entre un paisaje de valles y montañas.
- Un pueblo construido a base de piedra clara y uniforme, que le da un aspecto rústico, antiguo y acogedor.
- Un pueblo coronado por una iglesia y un castillo monumental, que nos lleva a pensar en batallas medievales, aventuras, caballeros y leyendas.
Desde el Valle del Calavon, Gordes ofrece una imagen imborrable. Ni pintoresca ni exótica, pues el modelo se repite por todo el sur de Francia y por Italia entera. Pero sí perfecta. A Gordes no le falta nada. Es el típico pueblo medieval, elevado y fortificado, que ha conservado su esencia y su belleza.
La Provenza ha sido por largas etapas una tierra de frontera. Ya en tiempo de los romanos se refugiaban aquí los miembros de la tribu de los vordenses, que acabaron dando el nombre el pueblo. Más adelante, la Provenza estuvo apartada de los grandes reinos feudales que se fueron configurando en Francia. Estuvo en manos de los reyes de Borgoña y de los Condes de Barcelona, del Sacro Imperio y de los reyes Angevinos, pero ninguno de ellos la retuvo mucho tiempo. Y entre medias, sufrió los violentos ataques de los normandos y los sarracenos.
Más adelante, durante la Guerra de los Cien Años, el caos general y su posición distante de París la hizo presa fácil de los mercenarios. Las Compañías Libres, llamadas rutiers en Francia, aficionadas al pillaje y al saqueo, causaban estragos, y obligaban a la población a buscar refugio en estas famosas aldeas colgantes, tan incómodas, tan necesarias. Siglos después, más de lo mismo, con las sangrientas Guerras de Religión que también asolaron especialmente la Provenza.
Esa ha sido la historia de Gordes: un enclave defensivo, cerrado durante siglos. De ahí su aspecto austero y macizo.
Hoy todo ha cambiado. Gordes no atrae ejércitos enemigos sino turistas, y los recibe con buenos restaurantes y museos y actividades. En los últimos cincuenta años ha sido refugio de no pocos artistas. Pol Mara, Vasarely, Chagall. Algunos se quedaron a vivir y otros han creado fundaciones y museos, engalanando el pueblo.
Pero dejémonos de generalidades y entremos en detalles. Cuando vayas a Gordes querrás ver, sobre todo, el Castillo y la Iglesia de San Fermín. Y, luego, pasear por las calles laberínticas que se asoman al precipicio y que los gordiens llaman calades.
El Castillo de Gordes, con sus dos fachadas distintas y su magnífica chimenea monumental
Desde el año mil se habla en las crónicas del formidable castillo de Gordes, fortaleza casi inexpugnable. Aunque poco se sabe de su antiguo aspecto. En el año 1541, ya en tiempos del Renacimiento, mientras Francisco I construía estrambóticos castillos-palacio como el de Chambord, un noble local, Bertrand Rambaud Simiane, reconstruyó el Castillo de Gordes, que seguramente estaba en estado lastimoso.
El castillo tiene una planta extrañísima: rectangular, sorprendentemente delgada. Simiane dejó la fachada norte como estaba. Hoy se abre a una bonita plaza y, cuando la visites, sin duda te parecerá que tiene aspecto de castillo. La fachada es un enorme muro y en sus pisos bajos carece de ventanas. La parte alta ha sido trastocada por la obra posterior, que en seguida detallaremos, y le han sido añadidas ventanas decorativas. Pero en sus laterales tiene dos enormes torreones defensivos con matacanes en su parte superior. Nada revela su carácter medieval mejor que eso. Estos matacanes permitían a los defensores asomarse y disparar casi en vertical a quienes se habían aproximado demasiado a las puertas. O arrojarles piedras, o líquidos llameantes.
Lo que hizo el nuevo señor de Gordes fue cambiar radicalmente la fachada sur. Quizá estuviera dañada por algún asedio. Quizá, simplemente, inspirado por la época, quiso modernizarla. Cuando la mires, verás algo mucho más parecido a un palacio que a un castillo. Te resultará curioso compararla con la fachada opuesta. Una tan medieval, recia y defensiva. La otra grácil y elegante.
Detente un momento a mirarla bien. Su función defensiva ya no existe, y Simiane se ha ocupado de que la enorme mole de de la fachada sea más esbelta. Que pese menos, visualmente. Ha dividido el espacio en cuatro pisos, cada uno de los cuales es más bajo que el anterior. En España e Italia existen abundantes ejemplos de esta elegante solución, una manera sencilla de estilizar una fachada plana.
El segundo y el tercer piso los llenó de ventanas geminadas, o partidas en dos por un parteluz. Horizontal y verticalmente. Y esta última división corresponde a la misma de todo el edificio: la ventana alta, más pequeña que la baja, añadiendo armonía al conjunto.
Las ventanas del último piso son también geminadas pero en este caso tienen un solo nivel, pues ya no hay espacio. Para coronarlas con gracia, el arquitecto añade un frontón que cierra con elegancia clásica el eje vertical de las ventanas. Sencillo, armónico y efectivo.
El retoque final son los dos torreoncillos de los laterales, recuerdos de lo que el edificio había sido durante siglos, una fortaleza defensiva, y guinda final de la mezcla de épocas.
No hay registros de que Gordes recibiera muchos ataques desde esa época a la actualidad. Se sabe que en el año de la Revolución Francesa fue ocupada por los revolucionarios, pero no llegaron a dañarlo. Se sabe también que durante la II Guerra Mundial cayeron varias bombas en el pueblo. Gordes fue un importante núcleo de la Resistencia y, como represalia por la muerte de un soldado alemán, el Reich lo bombardeó.
Afortunadamente el bombardeo no afectó al castillo, que en cualquier caso estaba deteriorado y lastimoso cuando el artista húngaro Vasarely lo encontró lo compró y restauró. Quiso dedicarlo a un proyecto de creación artística interdisciplinar que finalmente no se llevó a cabo. Lo más parecido, la Fundación Vasarely, está en Aix-en-Provence.
Otro artista que se enamoró de Gordes fue el belga Pol Mara, pintor y diseñador cuyas obras cuelgan hoy del interior del castillo, donde se encuentra también el Ayuntamiento.
Una chimenea renacentista que justificará tu viaje
Los mecenas renacentistas que reconstruyeron el Chateau no se podían comparar con los Medici en recursos. Lo habrás notado por la escasísima decoración del exterior del edificio. Pero se dieron algunos lujos. El principal: decorar monumentalmente una antigua chimenea, que quedó hecha una auténtica obra de arte. Es la mayor joya del interior del beau château.
Toda la decoración que le falta al exterior del castillo-palacio está aquí dentro. Una original sucesión de frontones, columnas jónicas seguidas por ventanas ciegas coronadas por conchas y un friso decorado con hojas de acanto. Elementos griegos y romanos mezclados con libertad. Una maravilla.
Qué ver en Gordes cuando hayas terminado con el castillo
La respuesta es sencilla: dar un buen paseo te permitirá verlo todo, porque Gordes es muy pequeño. Al margen del castillo, te gustará visitar la iglesia de San Fermín y, sobre todo, recorrer sus callejuelas medievales y disfrutar de sus vistas.
La iglesia de San Fermín
El otro gran atractivo de cualquier ciudad medieval es la iglesia. La de Gordes está dedicada San Fermín, patrón de la localidad. Tiene orígenes románicos, aunque fue renovada en el siglo XVIII y ya queda poco de aquellos orígenes.
Hoy está muy remozada y llena de colores. Pero incluso con esos cambios (que tan mal casan con el espíritu del románico) aún se saborea en su interior aquella vieja sencillez, ese aire antiguo y austero y tremendamente espiritual que tanto nos gusta.
Aprovechando la parada en San Fermín, te recomendamos nuestro artículo dedicado a las iglesias románicas de la Provenza. Son abundantes y preciosas. Tienes algunas muy cerca de Gordes, y si el tiempo de tu estancia te lo permite y te gustan las piedrecillas medievales, sin duda te encantará acercarte a visitarlas. Y si te sabe a poco, aquí tienes otra selección de iglesias románicas, esta vez por toda Francia.
Los gremios de Gordes debieron ser pocos y modestos. No ha tenido importantes artistas, comerciantes ni banqueros. En la iglesia hay solo un par de capillas financiadas, sin duda con enorme esfuerzo, por los gremios más pujantes. La de San Eloy está dedicada a los herreros y a los cerrajeros. La de San Crespín, a los zapateros.
Como curiosidad, en la Rue des Clastres, que bordea el lado norte de la iglesia, hay una pequeña concha tallada en la propia piedra. Es un detalle, un buen augurio para los peregrinos que pasaban por aquí en su largo camino a Compostela.
Las calles (calades) y los miradores
Un paseo por Gordes ofrece, a la vuelta de cada esquina, magníficas vistas del maravilloso Parque Nacional del Luberón. Y calles empedradas, con fuertes pendientes, rodeadas de una arquitectura llena de encanto. Los gordiens las llamas calades y te recomendamos que las recorras todas, pues están llenas de sorpresas.
La Rue des Tanneurs, la Rue des Tracappelles o la Rue Porte de Savoie son como un cuento medieval. Pero quizá el lugar ideal para las fotos sea la empinada Rue du Belvedére, que dibuja, poco más abajo de la iglesia, un precioso rincón empedrado, abierto al paisaje. Contempla desde allí los ricos suelos del Valle de Calavon, un paisaje privilegiado por donde discurre el Calavon, uno de los afluentes del Ródano.
La guinda del pastel: un par de maravillas que encontrarás en las cercanías de Gordes
El Luberon entero es una maravilla. Y hay dos pequeñas joyas que se encuentran tan cerca de Gordes que sería un pecado no ir a visitarlas. La primera es la aldea de Bories, un pequeño poblado de chozas construidas con piedra seca, es decir, sin utilizar ningún tipo de mortero u hormigón.
La segunda es la preciosa e icónica Abadía de Senanque, que en verano, cuando florece la lavanda, se convierte en una de las postales más fotografiadas de Francia. Como ya hemos hablado de ella, te remitimos a este artículo para que completes una estupenda, cómoda y esperamos que inspiradora visita a Gordes y el precioso escénico Parque del Luberón.