El arte románico vivió su esplendor en una época, entre los siglos XI y XII, en la que se produjeron grandes cambios en Europa. Saliendo de una larga crisis social y económica, los jóvenes estados de lo que entonces se conoció como Cristiandad aprendieron a organizarse de una manera más estable. Los monasterios contribuyeron en gran medida a esa labor, configurándose como verdaderas factorías de desarrollo económico, cultural y espiritual.
En aquella Europa, todavía rural, se vivieron momentos de gran creatividad, a pesar de los escasos recursos materiales y técnicos, y las ciudades y las aldeas se llenaron de iglesias que respondían a un mismo patrón constructivo, que mucho después sería llamado arte románico y que tuvo un nacimiento casi paralelo en Italia y en España.
El empujón inicial lo dio una innovadora y ambiciosa abadía borgoñona, Cluny, y desde allí irradió a toda Europa, tomando diferentes formas regionales pero manteniéndose fiel a una gramática común: la del arco de medio punto. En la propia Borgoña, en la Provenza, en Aquitania o en el Poitou se fue forjando un románico francés que conforma un rico patrimonio nacional, en calidad y en cantidad. Aquí dejamos las que son, en nuestra opinión, y por motivos variados, sus diez mejores edificios.
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Iglesia abacial de Sainte-Foy de Conques
La iglesia abacial de Sainte-Foy (Santa Fe), en Conques, es una joya antiquísima, iniciada a mediados del siglo XI con claro sabor carolingio, y terminada ya en el XII con todos los preceptos de la arquitectura románica. Las dos torres de la fachada principal son el añadido más moderno: datan del siglo XIX.
En la entrada principal hay que detenerse a ver el tímpano del juicio final, que es una de las mejores obras escultóricas de todo el románico francés. En su interior, el tesoro de la abadía conserva obras de incalculable valor: la estatua relicario de la Santa Fe, que es el origen de la importancia del templo, y otros relicarios que fueron regalos a la institución de Carlomagno o Pipino el Breve. Nada menos.
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Iglesia de San Miguel de Aiguilhe
Construida sobre un promontorio volcánico, la iglesia de San Miguel de Aiguilhe es un curiosísimo templo en plena via podiense (uno de los grandes caminos que unían Francia con Satiago de Compostela). Está construida en piedra volcánica que parece surgir de la roca que la sustenta, y, fruto curioso de aquel contacto entre países, su puerta principal muestra un arco polilobulado, influencia clara de la arquitectura omeya del Califato de Córdoba.
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Catedral de San Pedro de Angulema.
Una de las iglesias más imponentes de Aquitania, esta Catedral de San Pedro de Angulema fue construida en el siglo XI, pero luego, como en tantos otros casos, resultó dañada durante las guerras de religión, que la privaron de su original campanario.
También fue objeto de una importante restauración en el siglo XIX, que le añadió las torres que franquean la fachada, el frontón superior y la puerta principal. Todo lo demás, incluida la rica decoración escultórica y la estructura de la fachada, es puramente románico.
Tiene un interior espectacular, caracterizado por la inusual longitud de su nave principal.
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Iglesia abacial de San Esteban de Caen
La iglesia abacial de San Esteban de Caen, llamada “Abadía de los Hombres”, se construyó en el siglo XI por impulso de Guillermo el Conquistador, en plena conquista normanda de Inglaterra. Todo el edificio tiene base románica, pero conforme fue avanzando la construcción recibió nuevos impulsos: su nave principal cuenta con los primeros arcos ojivales de Francia, y las torres simétricas que jalonan su fachada, ambas de planta románica, recibieron en el siglo XIII el añadido de dos pináculos góticos.
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Iglesia de San Trófimo de Arlés
La iglesia de San Trófimo es la gran joya del románico provenzal. Está en la ciudad de Arlés, y junto a otros importantes monumentos románicos y romanos conforma la ruta de los «Monumentos romanos y románicos de Arlés», que es Patrimonio de la Humanidad.
Conserva una de los pórticos más impresionantes del románico francés. Con una estructura típica de los arcos de triunfo romanos, desarrolla un programa iconográfico en torno al Juicio Final: Cristo triunfante en la mandorla del tímpano, en torno suyo los Evangelistas y, en el intradós, un coro de ángeles.
Un elaboradísimo dintel separa el tímpano de los nichos inferiores, en los cuales se sitúan los apóstoles y, en las esquinas interiores, San Trófimo y San Esteban.
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Iglesia de San Sernin de Toulouse
Toulouse es uno de los grandes centros de la via tolosana (otra de las principales rutas que salen de Francia hacia Santiago de Compostela), y alberga una importante iglesia de peregrinación: San Sernin o San Saturnino, un templo que data del siglo XI y tiene el honor de ser la iglesia románica más antigua de toda Francia, excepción hecha de la abadía de Cluny.
Dos curiosidades: su fábrica mezcla dos materiales, el ladrillo, más extendido, y la piedra, que se reduce a cornisas, puertas, ventanas y rosetones. La razón hay que buscarla en su escasez durante la construcción de la iglesia.
La segunda: en el siglo XIX fue restaurada por Violet-le-Duc (inspirador de restauraciones en toda Europa: véanse las de Fromista y Stavropoleos) y esta fue una de sus más dudosas actuaciones. Tanto es así que en el siglo XX otra restauración borró la anterior y devolvió al edificio su aspecto del siglo XIV.
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Basílica de la Magdalena de Vézelay
La Basílica de Santa Magdalena de Vézelay fue originalmente un monasterio benedictino y cluniacense, una de las grandes iglesias de la Borgoña (y una de las que más ha sufrido las absurdas iras de la historia: su decoración exterior fue duramente dañada tanto en las guerras entre católicos y hugonotes como en la Revolución).
Es un templo notable por su variedad de influencias: quiso emular la grandeza de la cercana abadía de Cluny; aplicó por primera vez fuera de Italia la muy italiana costumbre de añadir color a los edificios (sus dovelas bicolores recuerdan instintivamente a la Mezquita de Córdoba); y en el exterior, la decoración de su tímpano huye también por primera vez del típico hieratismo románico para añadir movimiento y cierto naturalismo. Si trazáramos una linea entre Cluny y el primer edificio gótico, Vézelay estaría justo en medio.
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Abadía de Saint-Savin-sur-Gartempe
Aquí encontramos la plena madurez del arte románico, bañado por una característica propia de toda la franja atlántica francesa (que también compartieron los templos ingleses): la altura de la nave principal y del campanario. En el caso de Gartempe este está coronado por una fina aguja de piedra de más de 80 metros de alto: un añadido del siglo XIV.
Saint-Savin-sur-Gartempe atrapa al visitante desde fuera, pues es una elegante abadía situada junto a un precioso puente, también románico, pero su gran atractivo está dentro. Sobre imponentes columnas adornadas por capiteles de hojas (entre los cuales no se encuentran dos iguales) se alza una bóveda de cañón decorada con pinturas murales de los siglos XI y XII, conservadas excepcionalmente bien y fruto de una técnica a medio camino entre el fresco y el temple.
Sus ocres, rojos y verdes son una verdadera maravilla, pues son pocas las pinturas originales de aquella época tan bien conservadas. Son tan raras y valiosas el principal motivo por el que Garteme forma parte del Patrimonio de la Humanidad son ellas.
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Iglesia de Notre-Dame-la-Grande de Poitiers
La ciudad de la famosa batalla de Carlos Martel alberga más de una joya del románico, pero la principal es esta iglesia de Notre-Dame-la-Grande, iglesia parroquial cuya construcción se inició en el lejano siglo XI y que, al contrario que otras, no ha sufrido graves daños desde entonces.
La fachada, algo posterior, de mediados del siglo XII, es una maravilla de la escuela de Poitou, estructurada en una triple arcada en torno al principal motivo gramatical del arte románico, el arco de medio punto, y coronada en su tercer nivel con una mandorla con la figura principal de Jesús en majestad. Por doquier aparecen los motivos iconográficos clásicos de la época: animales, figuras fantásticas, motivos vegetales y escenas bíblicas.
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Abadía de Cluny
Cluny fue la culpable de todo. Fundada en el año 910 y reconstruida hasta tres veces, cada una más impresionante y monumental, hasta alcanzar su edad de oro en el siglo XII: Cluny llegó a ser un verdadero “imperio monástico” con más de 10.000 monjes a su servicio. Desde el siglo XI y hasta la construcción de la nueva Basílica de San Pedro, en el Renacimiento, fue la iglesia más grande y poderosa de la Cristiandad.
Por desgracia, en la época de la Revolución Francesa se utilizó como cantera y se desmanteló casi por completo. Quedó sólo el brazo sur del crucero, cuya admiración por sí sola justifica una visita a este hermoso rincón de la Borgoña.
Además, el interior de la abadía alberga una suerte de museo del propio edificio, con numerosas obras, detalles decorativos y capiteles de la iglesia original.