El Oratorio de Isabel la Católica del Alcázar de Sevilla es una preciosa pieza de este lugar fascinante cuya historia está unida de manera indeleble a la historia de España.
Hunde este conjunto monumental sus raíces en época musulmana y desde entonces no ha dejado de ser residencia oficial. Más de mil años lo han convertido en el Palacio Real habitado más antiguo de Europa.
Sus jardines y sus estancias están llenos de historias, sus muros guardan aún muchas sorpresas. Las investigaciones históricas y las excavaciones arqueológicas no dejan de aportar nuevos datos. Desde aquí iremos desgranando las historias que guarda entre sus muros asomándonos poco a poco a sus rincones más emblemáticos. Hoy lo hacemos en este delicado Oratorio, que pervive en el Cuarto Real Alto del Palacio de Pedro I.
El Oratorio de Isabel la Católica del Alcázar de Sevilla, es una pequeña capilla que nació con la misión de servir de oratorio privado a la Reina. Para conocer su historia nos asomamos al año 1494.
Habían pasado dos años de la conquista de Granada a los Nazaríes y del Descubrimiento de América. En Sevilla hacía casi doscientos cincuenta años que tañían las campanas para llamar a la oración, era parte de la Corona de Castilla, había dejado de ser frontera de una larga guerra contra el islam, y los Reyes Católicos engrandecían y adecuaban a los nuevos tiempos el Palacio Real de la ciudad, el magnífico Alcázar.
Todavía conservaba la ciudad su aspecto medieval, en la que poco a poco el caserío palaciego iba abriendo sus muros a las calles y se alejaba del austero aspecto amurallado de las construcciones islámicas.
Su Catedral gótica crecía sobre el solar de la gran Alhama Almohade. Mientras, en el Alcázar de Sevilla tejían sus encajes las técnicas musulmanas de los alarifes mudéjares, y al fondo de la alcoba de la Reina construían una capilla privada que es una magnífica síntesis de dos lenguajes que conversan con una pasmosa naturalidad, el Gótico-Mudejar y el Renacimiento.
Este oratorio es un lugar muy especial que fue inspiración para las casas nobiliarias sevillanas. Por muy grande y suntuosa que fuera una casa no se podía considerar «palacio» si no tenía una capilla privada donde se pudiera oficiar misa.
Dos ejemplos de esto que decimos son la Casa de Pilotos y el Palacio de las Dueñas, ambos crecieron bajo el impulso de una íntima amiga de Isabel la Católica; Catalina de Ribera.
Según el comentario del viajero alemán Münzer, en 1494 hablaba de la construcción en el ángulo noroccidental del Palacio Alto, de lo que entonces era la cámara de la Reina, formada por varias salas en cuyo fondo se situaba la alcoba. A continuación de la alcoba se construyó un pequeño oratorio privado, que durante mucho tiempo se pensó era de uso de ambos monarcas, de hecho se conocía como la Capilla de los Reyes Católicos.
Pero al parecer tenía cada uno su oratorio personal, porque hay pruebas que apuntan a la existencia de otro oratorio privado, el del rey Fernando, situado en la planta baja del palacio de Pedro I. Estaba en la que hoy conocemos como Sala del techo de Carlos V, en el extremo oriental de la misma, que no es otra que la alcoba de dicha sala, y que muy probablemente se desmanteló en tiempos de su nieto Carlos.
Podemos asegurar que Isabel la Católica no llegó a ver terminado el precioso oratorio. En el magnifico Retablo cerámico, que narra la Visitación de Santa Isabel a la Virgen, firmado por Niculoso Pisano, aparece la fecha de 1504, el mismo año del fallecimiento de Isabel en el Castillo de la Mota.
Los documentos certifican que sus viajes y responsabilidades de gobierno de aquellos años la mantuvieron lejos de Sevilla y por lo tanto no vio terminada su capilla.
El Oratorio de Isabel la Católica de Alcázar de Sevilla, tiene más de quinientos años
Describir esta capilla tal como es hoy obligaría a explicar todo su pasado. Ella lo guarda celosamente y lo explica a poco que prestemos atención. Está escrito en las nervaduras de sus bóvedas de terceletes, un sistema utilizado en los últimos tiempos del gótico.
Lo muestra perfumando con enredaderas de flores que van cambiando a medida que nos acercamos a la zona sagrada, el Retablo, y el cambio no es casual. Toda la simbología de los elementos que decoran este espacio está medida al milímetro, y fue diseñada hace más de quinientos años.
A pesar de los retoques que ha sufrido esta capilla, mantiene la esencia goticista de su construcción. El único cambio importante que altera la imagen que de ella la tenemos desde el siglo XIX es la tracería de los primeros arcos, añadidos con posterioridad al siglo XIX, como testifica un grabado de Parcerisa fechado en 1856.
Lo que nos cuenta el ornamento de esta capilla privada
La capilla es un pequeño rectángulo dividido en dos espacios cubiertos por dos bóvedas del último gótico. Sobre la arquitectura gótica cuyos arcos decorados con tracerías caladas de motivos vegetales, típicas del gótico, están sustentados por dos columnas con ecos nazaríes son evidentes: los capiteles están envueltos en mocárabes islámicos.
Un detalle importante es que las tracerías de la primera arcada son un añadido muy libre de una restauración del siglo XX, como decimos arriba, aunque son copias exactas de las que decoran la segunda arcada.
Pero veamos despacio este primer espacio, imaginemos sus arcos limpios de las tracerías añadidas. La delicada columna de mármol blanco termina en un capitel de mocárabes, y las ménsulas laterales de donde parten las nervaduras, tienen también una decoración de mocárabes. Este eco del arte nazarí es sin duda producto del enamoramiento de los reyes cristianos por los palacios de La Alhambra.
Desde esta primera columna parten unas guirnaldas de rosas doradas que recorren los listeles de los arcos policromados en azul. Las mismas rosas que recorren las aristas de la bóveda hasta llegar al centro de la misma, donde sostienen una cartela a cada lado con las iniciales de los reyes Y y F (Isabel y Fernando). Y desde los laterales se repite esta decoración floral hasta llegar al otro lado de las cartelas reales.
Es este primer espacio una alabanza a la Virgen, pues es la rosa el símbolo mariano por excelencia, y aquí los Reyes están presentes a través de sus iniciales. Este espacio se supone destinado al séquito de la Reina en las celebraciones religiosas, cuando no lo usara ella de manera privada.
Situándonos frente al retablo, encontramos a la derecha, en este primer espacio una puerta de acceso a una pequeña la sacristía. Esta puerta que se abre con un vano apuntado de estilo gótico, está rodeada en todo su perímetro por una enredadera de granadas, y el pequeño vano apuntado que se abre también a la sacristía, está rodeado de igual forma por enredaderas de granadas.
La granada, que esta presente en el escudo de los Reyes Católicos desde la conquista de la ciudad de La Alhambra, es la confirmación de que la construcción de este espacio es posterior a la conquista del reino Nazarí.
Avanzando bajo este jardín celestial, vemos en la segunda bóveda que las enredaderas cambian de especie floral, y tanto las ménsulas laterales como en las nervaduras de la bóveda están enredadas en ramas de roble con bellotas.
El roble es el árbol sagrado del que procede la cruz de Cristo. La presencia del roble en el ornamento gótico está presente en un viaje desde el norte de Europa hasta el mediodía peninsular.
Aquí la hojarasca de roble y su fruto; las bellotas, se enredan hacia el centro de la bóveda, sacralizando este espacio que se acerca al Retablo. Y junto a las enredaderas de roble aparecen también guirnaldas de granadas, que terminan sujetando las cartelas, esta vez doradas, de la clave de las bóvedas, en las que vemos los emblemas de los Reyes, el yugo de Fernando y las flechas de Isabel.
En este recorrido ornamental hemos podido comprobar, cómo las formas góticas se alejan del islam cuando se acercan al ámbito sagrado y cómo la Corona, a través de los emblemas y de la simbólica presencia de la granada se sitúa en ese mismo ámbito sagrado.
El jardín ornamental que perfuma simbólicamente este espacio termina en el mismo Retablo de la Visitación (azulejos pintados con la nueva técnica renacentista).
Aquí las dos ménsulas que sirven de apoyo a las nervadutras de la bóveda ya no están decoradas con mocárabes (decoración islámica), aparecen envueltas en hojas de roble (gótico), y éstas crecen pintadas en los primeros azulejos, escapan del mundo de la yesería y se unen al roble sagrado que se extiende por la bóveda. Además sirven de apoyo a las imágenes de Eros y Tánatos (Renacimiento) que descansan sobre ellas.
Detalle que nos habla de la sensibilidad de sus diseñadores y de la sofisticada imbricación de estilos.
El Retablo cerámico del Oratorio de Isabel la Católica del Alcázar de Sevilla fue una auténtica novedad en la época. Es el único que se conserva realizado con la técnica conocida como azulejo plano. Relata la Visitación de Santa Isabel a María. Tema elegido sin duda en honor a la Reina.
Su diseño es una magnífica simbiosis con un interesante mensaje iconográfico. En él están presentes de manera insistente los emblemas reales, (en la mesa del altar, aparecen tres veces, y en los laterales del retablo los vemos de nuevo).
Hay en este Oratorio de Isabel una muestra clara de la idea de envolver la Corona en el ámbito sagrado.
Si nos fijamos en los rasgos de los personajes de las escenas escenas de la Anunciación, la Visitación y la Santa Faz, envuelta por un árbol de Jesé, volvemos a Flandes.
Los ecos góticos que suenan en toda la capilla aparecen de nuevo en el Retablo en los rasgos de los personajes de las escenas mencionadas, el resto del diseño es claramente renacentista.
Esta conjunción de estilos ha llevado a los historiadores a relacionar el trabajo de Pisano con el artista sevillano Pedro Millán, de formación gótica, que trabajaba en la Catedral, y que colaboraba con Niculoso en otras obras en esos mismos años.
La presencia del escultor Pedro Millán, unido por amistad y colaboración profesional con Pisano, sin documentar aún fuera de la Catedral, salvo en el Monasterio de Santa Paula, parece evidente por las formas y las técnicas, como ya vimos en las capillas de los palacios de Pilatos y de las Dueñas, en las que también se relaciona a este escultor.
De Pedro Millán se pueden ver algunas obras en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Un vano recibe la luz de los jardines
El Oratorio tiene un sólo vano al exterior que abre a los jardines. Situado a la izquierda del Retablo aparece un vano con arco apuntado que está cubierto con una vidriera fechada en 1868. El diseño de esta vidriera se centra en el escudo de los Reyes Católicos y los emblemas de ambos, rodeados con una cenefa de cardina gótica.
Pero volviendo a sus comienzos, esta suma de estilos y técnicas, que unen en un espacio tan pequeño el Arte Islámico, el Mudéjar y el Renacimiento, es el espejo de una época que se iba alejando del mundo medieval para entrar de lleno en el Renacimiento.
Si bien es verdad que la destinataria del Oratorio no lo disfrutó, hubo otras reinas que sí lo hicieron. Imaginamos ante este Retablo a la esposa de su nieto Carlos, Isabel de Portugal, su nieta también, que se enamoró de su primo en este Alcázar.
En él se casaron por razones de Estado, pero dicen que víctimas de un flechazo, sólo unos días después de conocerse, envueltos por los perfumes de sus jardines, los seductores exteriores y estos interiores tan especiales.
Visitar el Oratorio de Isabel la Católica del Alcázar de Sevilla
Para visitar el Oratorio de Isabel la Católica del Alcázar de Sevilla, una vez dentro del Alcázar, las entradas se adquieren en el Patio de la Montería, a la izquierda del Palacio de Pedro I. Toda la información aquí.