El Foro, el Coliseo y el Palatino son los tres grandes conjuntos arqueológicos que se conservan en la ciudad de Roma. Por supuesto hay muchos más, pero estos tres son los más visitados y, podríamos decir, los más importantes. El Coliseo, tanto por su tipología como por su estado de conservación, no necesita demasiada interpretación: todo el mundo comprende lo que en él se hacía y cómo se organizaban sus espacios. El Palatino es más confuso, pero sabiendo que era la zona residencial de los emperadores tenemos muchas dudas resueltas.
El Foro, en cambio, es más difícil. Primero porque no es “el Foro” sino “Los Foros”. Segundo porque a pesar de todo entre “el Foro” (el Foro Romano) y “Los Foros” (los Foros Imperiales) el que no es conocedor de la historia o aficionado a la arqueología no capta muchas diferencias a simple vista, ni en el estado actual ni sobre la función que desempeñaban en la Antigüedad. Y tercero porque, si bien es fácil comprender que una ciudad de gran tamaño tuviera varios foros en diferentes zonas (lo cual es bastante común), los de Roma están –casi– todos juntos.
¿Por qué hay tantos foros en tan poco espacio? ¿Por qué están unos al lado de otros? ¿Su función era siempre la misma, o acaso fue cambiando? ¿Qué diferencia hay entre el tradicional Foro Romano y los llamados Foros Imperiales? A estas preguntas, y a otras, intentaremos dar respuesta aquí, y que este post sirva como una introducción, como una brevísima guía para adentrarse en esa milla de oro de la Roma antigua con las cosas algo más claras. Disfruta más de su viaje el que sabe lo que está viendo, porque el que sabe valora, y el que valora se emociona con las maravillas que tiene delante.
El Foro Romano, centro político de la Roma antigua
Empecemos por el principio. Los romanos, allí donde levantaban una ciudad, trazaban dos vías –perpendiculares la una a la otra–, el Cardo y el Decumano, y a cada una de ellas añadían otras paralelas, secundarias, que configuraban un plano ortogonal. En el centro, donde las vías principales se cruzaban, dejaban un amplio espacio –lo que hoy entendemos por una plaza– presidido por un templo que se consagraba a la tríada capitolina y flanqueado por varios edificios públicos –una basílica, una curia, unos comicios…– dedicados a la administración, a la justicia y a las asambleas.
Y esto era el foro de la ciudad: el equivalente romano al ágora griega. Ni más ni menos que el centro de la ciudad, la plaza donde se encontraban los edificios públicos, donde se cerraban los tratos, donde tenían lugar las reuniones y las protestas.
La gente se levantaba temprano, sin duda, y la mañana estaba ocupada por los deberes del Foro, de la política o de los negocios, pero el sol estaba todavía lejos de descender en el horizonte cuando ya el trabajo se interrumpía y se iniciaba el ocio. Hacia las tres en invierno y las cuatro en verano, el Foro se vaciaba, se cerraban las puertas de las basílicas —a veces era necesario soltar perros para obligar a irse a los rezagados—, los tribunales suspendían la audiencia e incluso los que hacían discursos bajo los pórticos se dirigían en pequeños grupos hacia las termas.
Pierre Grimal. La civilización romana.
Así era, al menos, en las ciudades de nueva construcción o cuando el asentamiento anterior era pequeño y podía reconstruirse casi por completo (en Itálica, en Mérida, en Clunia, en Zaragoza), donde el esquema teórico a veces se cumplía en la perfección. En ciudades que habían tenido un importante desarrollo urbanístico ya no se cumplía tanto. En Roma no se cumplía para nada.
Roma estableció su foro en el valle situado al pie de las colinas palatina y capitolina aunque con el tiempo fue extendiéndose, y casi ocupando, las faldas del del Viminal y del Quirinal.
El Foro, antes de convertirse en el centro político de la floreciente ciudad de Roma a principios de la edad monárquica (mitad del siglo VIII a.C.) se presentaba como un valle pantanoso e inhóspito, en el cual os habitantes del centro dispersos sobre las colinas de las proximidades (Palatino, Campidoglio, Velia) enterraban a sus muertos.
Guía Arqueológica de Roma.
Ese foro, hoy conocido simplemente como Foro Romano, tuvo esos tristes comienzos, pero en una época muy temprana, durante el reinado de Numa Pompilio si hacemos caso a la tradición, ese valle se desecó, se le añadió bajo el suelo la Cloaca Máxima, que canalizaba los torrentes que caían desde las colinas circundantes, se saneó y pavimentó y, lugar central como era al pie de las colinas más sagradas de Roma –el Palatino y el Capitolio–, se convirtió en el lugar natural de reunión y celebración de las diferentes comunidades que componían la ciudad primitiva.
Allí se situaron entonces los edificios principales de gobierno: la Curia, que albergaba las reuniones del Senado, los Comicios, donde se reunían las asambleas populares, el tabularium, que conservaba los documentos del gobierno, el aerarium (erario), que custodiaba el tesoro. También los edificios dedicados a los ritos más ancestrales: el templo y la casa de las Vestales, que custodiaba el fuego sagrado, o el templo de Saturno, la divinidad agrícola que custodiaba el aerarium.
Ese fue el foro de la Roma monárquica y de la Roma republicana, el foro que vio cómo se construían humildes templos de madera en el siglo VII y colosales basílicas de mármol en el siglo I. El Foro que, en la época de César y Pompeyo, se había quedado pequeño, diminuto y ridículo como centro político y social de la ya entonces capital de un imperio.
Los Foros Imperiales de César, Nerva y Augusto
Es entonces, a mediados de ese siglo I a.C. en el que los grandes generales empezaron a acumular poder y riqueza y a poner en jaque a la débil república, en el que da comienzo de verdad la Roma de los Césares, cuando se percibe con claridad la insuficiencia del Foro Romano. Esos grandes generales, que pronto serán emperadores, que conocen bien la magnificencia de las ciudades griegas, que están bien financiados por el expolio asociado a sus campañas, y que necesitan ganarse a la plebe romana y dejar muestra de su magnificencia, inauguran una etapa de constante renovación arquitectónica, desde los precavidos proyectos de Augusto hasta los pantagruélicos proyectos de Nerón, Domiciano o Trajano. Los Foros se multiplican. Y cambian.
Entre los siglos II I a.C. el espacio del antiguo Foro Romano republicano, donde la presencia de cultos antiguos y de edificaciones heterogéneas construidas en épocas diferentes impedía realizar una reorganización urbanística completa, se mostró totalmente inapropiado tanto para las exigencias administrativas como para las de representación, en una ciudad que se había convertido en un vasto imperio.
Guía Arqueológica de Roma
El primero de los Foros Imperiales fue el de Julio César, que invirtió parte de su inmenso botín de la Galia en adquirir terrenos bajo el Capitolio, nivelarlos (comiéndose parte de la colina) y construir un nuevo foro monumental –“mucho más hermoso que el Foro Romano”, en opinión de Casio Dio– que le obligó a derribar la Curia y reconstruirla unos metros más al Sur (de ahí que se llamase desde entonces Curia Iulia). Luego vinieron los foros de Augusto, de Nerva (construido en realidad por Domiciano) y de Trajano.
Los Foros Imperiales aportaron sobre todo una organización más lógica y homogénea de los espacios. Aunque hoy los veamos separados, formaban un conjunto arquitectónico unitario, complejo y suntuoso, aislado del resto de la ciudad y estructurado en torno a cinco grandes plazas porticadas. Sus funciones eran prácticamente las mismas que las del antiguo Foro Romano: el culto (ahora a los emperadores y a sus dioses asociados), la administración y la justicia.
Una novedad fue la separación de esas funciones de las puramente económicas o comerciales, que solían atraer ambientes distintos y menos deseables en zonas que pretendían ser solemnes o sagradas. César, además de su foro, construyó en el espacio del antiguo Foro Romano la colosal Basílica Iulia; Trajano construirá a su vez los Mercados separados físicamente (los separaba una muralla), del resto de su Foro.
El antiguo Foro Romano quedó anticuado, caótico en comparación con estas nuevas construcciones de aire helenístico. La mayoría de sus edificios de época republicana no se conservaron o fueron reconstruidos en época imperial. La Casa de las Vestales fue reconstruida por Domiciano, que levantó un templo a Vespasiano; César construyó una basílica y reconstruyó la Curia; Augusto construyó un templo para César; Adriano construyó un templo colosal dedicado a Venus y Roma y Majencio levantó la mayor de todas las basílicas. Todos quisieron dejar su huella y de ahí el caos que asalta al visitante.
Todo lo contrario en los Foros Imperiales, que son edificios ordenados y coherentes, aunque hoy nos cueste también tanto interpretarlos. En cualquier caso, en ninguno de ellos se aprecia mejor la diferencia –entre el caos y el orden– que en el Foro y los Mercados de Trajano.
El Foro y los Mercados de Trajano
“La madre de todos los foros”, lo llama la profesora Diana E. E. Kleiner, y con razón: el Foro de Trajano –y sólo el Foro, sin los Mercados– ocupaba el mismo espacio que el resto de Foros Imperiales juntos, lo que da una idea de la magnitud de la obra. Fue el último, pues después de semejante proyecto ya ni quedaba espacio donde construir otro más ni la ciudad de Roma tenía esa necesidad.
El siguiente emperador, Adriano, que fue el más aficionado a la arquitectura de todos los emperadores, tuvo que contentarse con construir el templo más grandes del antiguo Foro Romano (aparte, construyó en el Campo Marzio el fantástico Panteón, infinitos edificios a lo largo y ancho del imperio y un gran capricho –la formidable Villa Adriana– en las cercanías de Roma. Pero en el espacio del os foros no tuvo sitio para nada más.
Trajano, que no en vano fue el más laureado de los emperadores, y el más exitoso en la guerra– dejó el valle entre el Palatino, el Capitolio y el Quirinal completamente ocupado por un impresionante continuum de plazas porticadas, templos, basílicas y edificios públicos. Curiosamente coincidió la mayor extensión del Imperio Romano con el mayor tamaño de sus foros. Desde entonces ambos dejaron de crecer.
El Foro de Trajano se articula en tres partes, que se pueden apreciar bien desde la pasarela que las cruza. En la zona más baja está el Foro propiamente dicho, de notable extensión; la parte septentrional estaba ocupada por la enorme Basílica Ulpia, que lo cruza horizontalmente; y en el extremo, asomándose ya a la actual Piazza Venezia, un espacio dedicado al culto del emperador, presidido por un templo y la famosa columna que narra en vertical la victoriosa campaña contra los dacios.
Por si fuera poco, en un de los lados del Foro, en las faldas del Quirinal, Trajano levantó otro edificio espectacular, el de los Mercados, una zona comercial aislada físicamente del resto del conjunto y de la que aún se puede ver bien su estructura, sus espacios dedicados a las tabernae –o negocios– sus callejuelas aún pavimentadas por piedras del siglo II, como la Via Biberatica, y sus miradores. Es la parte mejor conservada y asombra pensar que era sólo eso. Una parte.
Siete consejos para ver los foros
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Hoy día los diversos foros son espacios independientes, aunque su historia esté irremediablemente unida. Los Foros Imperiales de César, Nerva, Augusto y Trajano no se visitan, excepto en ocasiones especiales o con motivo de las actividades nocturnas que se organizan en verano. En cualquier caso, todos ellos se pueden ver sin problemas desde la Via dei Fori Imperiali (via que, por supuesto, no existía en la Antigüedad: fue construida por Mussolini).
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Para visitar el Foro Romano hay que comprar una entrada que también da derecho a ver el Coliseo y el Palatino (Foro y Palatino constituyen de hecho un único espacio visitable). Las colas, a media mañana y en fines de semana, pueden llegar a ser significativas, así que nuestra recomendación es verlo a última hora de la tarde, cuando suele haber menos gente, el sol es menos molesto (en el Foro hay pocas sombras) y las vistas son más bonitas.
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El espacio de los Mercados de Trajano está físicamente separado del Foro de Trajano y sí se visita. La entrada no es gratuita, pero sí muy recomendable. Es un edificio espectacular, colosal, en general muy bien conservado. Es emocionante pasear por alguno de sus espacios e imaginar el ajetreo comercial que tuvo hace dos mil años. Lo mejor: el Aula Grande, sede de exposiciones, la Via Biberatica –con su pavimento romano original– y las excelentes vistas del Foro y el Palatino desde la terraza superior.
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Además de los aquí descritos, Roma tiene otro Foro muy antiguo, el Foro Boario, dedicado al mercadeo de animales, donde se conservan un par de templos bellísimos y muy bien conservados: el Templo de Hércules Victor y del Templo de Portunus. Están junto a la Boca della Verità y a un paso del Trastevere.
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Aunque la visita del Foro Romano a pie es emocionante y necesaria para comprender la estructura del lugar y apreciar los detalles, el encanto del lugar se revela también en las vistas que ofrece desde las colinas circundantes. Es fácil dejarse llevar por la imaginación cuando, apoyado sobre las barandas del Capitolio o del Palatino, miramos hacia abajo y recordamos que aquí, y durante un período de tiempo no precisamente corto, estuvo el centro del mundo.
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Lo recordamos de nuevo: aunque la visita se haga a otra hora, hay que dejar tiempo para pasear por el valle del Foro y apreciarlo desde el Capitolio con las luces del atardecer. En especial, si es posible, hacerlo desde el mirador del tabularium, que hoy forma parte del espacio que conecta los Museos Capitolinos. No hay mejor vista del Foro que esa.
- Una buena manera de completar la visita es pasearse por las salas del Museo de los Foros Imperiales, que se encuentra en el interior de los Mercados de Trajano e incluido en la misma visita. Incluye piezas encontradas en las excavaciones e ilustrativas maquetas (como la de más arriba) que ayudan a entender el conjunto.