Cuentan Suetonio y Cicerón que Julio César había llegado a dar Roma por perdida. No el Estado. La ciudad. Le parecía que tenía un aspecto antiguo, sucio y caótico y que no era una capital a la altura del imperio más poderoso del Mediterráneo. Que sólamente el mundo griego contenía al menos media docena de ciudades (Pérgamo, Antioquía, Atenas, Rodas, Corinto, Alejandría) más hermosas y espléndidas que Roma.

No hay duda de que tenía razón. La Roma republicana se había ido construyendo sin planificación y era un verdadero caos. No carecía de grandes monumentos pero ninguno de ellos rivalizaba con las grandes maravillas del mundo antiguo. Muchos de sus templos eran aún de madera. Sus calles eran estrechas y angostas y su foro se había quedado pequeño. Era una ciudad que no impresionaba a nadie.

César pensaba arreglarlo con varios proyectos salomónicos. El más impresionante era el proyecto para desviar el Tíber a la altura del Campo de Marte, ganar espacio en esta zona y levantar allí una gran ciudad helenística con calles amplias que se cruzaran en ángulos rectos, aceras porticadas y grandes plazas, coronadas con un gigantesco teatro en las faldas del Capitolio. De haberse llevado a cabo probablemente conoceríamos, incluso hoy, una Roma bastante distinta.

Pero fueron precisamente estas ambiciones de César, esos proyectos desmesurados y esa poco disimulada ansia de poder las que enseñaron a su sobrino y sucesor la cualidad de la cautela. Octavio Augusto seguramente compartía la opinión de César sobre el mal estado de la capital, pero lidió con ello de manera muy distinta. Construyó edificios grandes y magníficos, pero se cuidó de no derribar nada y de respetar escrupulosamente tanto la propiedad privada como los lugares sagrados de la ciudad.

El Foro de Augusto

Foro de Augusto
Foro de Augusto. Fuente

Ninguna construcción lo ilustra mejor que el Foro de Augusto, construido justo al lado del de César y frente al antiguo foro republicano (los Foros en Roma son abundantes y confusos: si quieres aclarar conceptos, te interesará este otro artículo) . Hoy lo vemos abierto, junto a la Via de los Foros Imperiales, pero la amplitud actual de este espacio poco tiene que ver con el aspecto que tenía en la Antigüedad. Cuando Augusto lo construyó, a su alrededor se levantaban las atestadas casas de madera del barrio de La Subura, famoso por sus prostíbulos y sus más que frecuentes incendios.

En lugar de derribar esos poco edificantes alrededores, Augusto rodeó todo el perímetro de su Foro con una enorme muralla. Además lo “hizo construir más pequeño de lo previsto originalmente porque no se atrevió a expropiar a los propietarios de las casas colindantes”, cuenta Suetonio. No se atrevió no por falta de fuerza, sino porque tal actuación habría entrado en contradicción con su política de moralidad y modestia, porque tal cosa habría sido más propia de un rey que de un “primer ciudadano”. Más o menos lo contrario de lo que César habría proyectado.

El Templo de Apolo y la Casa de Augusto en el Palatino

Fresco romano en la Casa de Augusto
Fresco romano en la Casa de Augusto

En el Palatino Augusto construyó su residencia privada, lo cual tuvo consecuencias importantes, pues a partir de entonces todos sus sucesores quisieron establecerse también en la colina sagrada y se sucedieron allí las villas y los palacios. Hoy el lugar es un verdadero caos de superposiciones históricas y un paraíso para los amantes de la arqueología. De la época de Augusto queda poco en pie: apenas unas estancias de su casa, con maravillosas pinturas al fresco, y los cimientos del Templo que dedicó a Apolo y que levantó, a la manera de los gobernantes helenísticos, adosado a su residencia.

Apolo era el dios defensor de la moral y el orden, de la moderación y la paz. Se había convertido en el dios de Augusto en la época de la guerra civil, en contraposición a la identificación de Marco Antonio con Dioniso, asociado a todos los excesos. Fue una decisión acertada y consciente que marcó toda su política posterior: austera, ordenada y respetuosa con la tradición. Los emperadores que le sucedieron no tardarían mucho en alejarse de tantas rigideces.

El Ara Pacis

Ara Pacis
Ara Pacis. Fuente

Desde el final de las Guerras Civiles se había impuesto en todo el Imperio un programa de exaltación de la paz. Lo vimos en el temprano ejemplo del Arco de Triunfo de Rimini, o en el fastuoso Trofeo de los Alpes, que celebraba la pacificación de la Galia. A la incorporación de esta región, pacificada y romanizada, siguió la de Hispania, y en las postrimerías del siglo I a.C. el Senado encargó un nuevo monumento como ofrenda final a la pax augusta: uno que después de siglos de abandono se puede observar perfectamente reconstruido, el Ara Pacis o Altar de la Paz.

Es un buen ejemplo del modelo que venía imperando: un altar de pequeñas dimensiones, modesto, sin cubrir, destinado a los holocaustos rituales, en el que destaca poderosamente su decoración escultórica. En los varios frisos que lo recorren convergen de forma ecléctica varias herencias: la estructura de la Procesión de las Panateneas del Partenón, el estilo liberado y naturalista del arte helenístico y la sobriedad y el realismo de los retratos romanos.

Es un programa escultórico que fija la posición de Augusto como fuerza suprema en la sociedad romana, compuesta ahora de emperador, senado y pueblo. Una Eneida escrita en mármol de Carrara que ensalza el Saeculorum Aerolum, el siglo de oro de Augusto, bajo cuya protección y buen gobierno reina la paz y la prosperidad. En el Ara Pacis, como en los frisos de la Maison Carrèe, la decoración se vuelve vegetal en una referencia nada velada a la prosperidad y la fecundidad (que Augusto tanto impulsó). Pero el crecimiento no es desordenado ni está dejado a su antojo: todo crece de una forma ordenada, racional y simétrica. El viejo sueño de César de una Roma construida bajo un urbanismo racional se perdió para siempre, pero encontró algo de luz en esta rica iconografía augustea.

El Mausoleo de Augusto

Mausoleo de Augusto
Mausoleo de Augusto. Fuente

Camino del Vaticano, frente al Tíber, se alza un edificio “realmente monstruoso” –en palabras de Paul Zanker– que contradice directamente este discurso de contención, austeridad y modestia. Se trata de su gigantesco Mausoleo, que hoy se conserva en estado ruinoso. Hay una explicación para tal dispendio. O mejor: dos.

La primera: aunque lo hayamos dejado para el final, este fue el primer edificio construido por Augusto en Roma, justo después de su victoria en la Guerra Civil contra Antonio. La ideología augustea no estaba aún plenamente desarrollada. Especialmente para la construcción de edificio privados prevalecía aún el gusto tardorrepublicano por la originalidad y la desmesura helenística.

Pero aún más importante: en el curso de aquella guerra Marco Antonio había declarado su deseo de ser enterrado en Alejandría. Así, al menos, lo hicieron creer los propagandistas de Augusto, y muchos historiadores modernos lo dan por cierto. Algunos incluso afirmaban que, de haber vencido Antonio, la propia capital del Imperio se había trasladado a Egipto. Sea como fuere, que el joven Octaviano erigiera en Roma, precisamente en aquellos tiempos, un colosal mausoleo era una forma de subrayar su compromiso con la ciudad y de recordar a los romanos la locura oriental y traidora de su adversario.

Mausoleo de Augusto.
De forma paradójica, el Mausoleo de Augusto era verdaderamente desmesurado y oriental.

El Foro de Augusto puede verse (desde cierta distancia y sin apreciar todos los detalles) desde la propia Via de los Foros Imperiales. También se puede acudir a una de las visitas nocturnas que el Ayutamiento de Roma ha puesto en marcha este 2015 tanto al Foro de Augusto como al de César.

La Casa de Augusto y el Templo de Apolo pueden verse en el Palatino con la entrada que (por 10€) permite visitar tanto este conjunto arqueológico como el del Foro Romano y el Coliseo.

El Ara Pacis se encuentra en el denominado Museo del Ara Pacis, a la orilla del Tíber y no muy lejos del Mausoleo de Augusto. El precio de la entrada es de 8,5€. Dispone de esta excelente visita virtual.

El Mausoleo de Augusto se encuentra en pleno proceso de restauración y se estima que reabra al público a lo largo de 2016.

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