La Adoración de los Pastores, una escena omnipresente como testimonio artístico de la Fiesta más global del mundo, La Navidad. Es la ventana de la cabecera que nos acerca a Bartolomé Esteban Murillo en esta obra de 1655, puro naturalismo barroco sevillano. Murillo ilumina a María y a su hijo, y hace llegar la luz al simbólico cordero que acompaña a los pastores, influencia del Agnus Dei de Zurbarán. La misma luz se fija sutilmente en la vieja con la cesta de huevos, que recuerda a aquella otra que freía huevos salida de los pinceles de su paisano Velázquez. La obra refleja las palabras de los evangelistas Lucas y Mateo sobre el nacimiento de Jesús, y busca, como era habitual, detalles como la mula y el buey en los evangelios apócrifos.
La solemne Misa de medianoche, que se celebra en la noche del 24 al 25 de diciembre, popularmente conocida como Misa del Gallo, abre para la Iglesia católica el llamado tiempo de Navidad, que se celebró por primera vez en el año 379 en la ciudad de Constantinopla.
En estas fiestas perviven muchas costumbres de las fiestas saturnales: fiestas romanas en honor a Saturno (dios de la agricultura), en las que se celebraban banquetes, intercambios de regalos, cánticos y bailes (eran una Navidad y un Carnaval juntos), y que tantos dolores de cabeza le dieron a la Iglesia católica en su intento de alejarlas de la religiosidad de la Navidad cristiana.
Influidos por las ideas estéticas de cada momento histórico, por las costumbres sociales de cada región, por su personalidad, y las exigencias de los comitentes, artistas de todas las épocas han reflejado en su obra de una u otra forma La Navidad.
Desde aquí nos asomamos a diez obras de temática navideña y os emplazamos a una próxima ventana desde la que veremos las distintas miradas del arte a tres personajes que hemos dejado deliberadamente fuera de esta lista, esperando su turno para acercarnos más a su llegada en enero: Los Reyes Magos.
La Anunciación de Van der Weyden
Roger van der Weyden, miembro de esa lista de extraordinarios maestros «Primitivos flamencos», dejó en esta tabla central del conocido como Tríptico de La Anunciación, el encuentro con la Virgen de un ángel vestido de manera suntuosa, con dalmática de brocado, llena de joyas y perlas. Lujo que nos recuerda a las vestiduras de los ángeles cantores y músicos del Tríptico de Gante. que unos diez años antes (1432) había realizado Jan van Eyck.
Pero es al famoso retrato de Van Eyck el «Matrimonio Arnolfini», la obra que respira en esta preciosa Anunciación. Van der Weyden sitúa la escena en un lujoso interior envuelto con telas rojas y lámparas de cobre tallado, como aquel cuarto famoso dondo los esposos se casaban.
El cristal símbolo de pureza, es el material del jarrón con agua que hay sobre un rincón de la chimenea, reflejando la luz que entra por la ventana de la que sólo vemos uno de los postigos de madera, junto a María.
En el suelo un jarrón con lirios blancos, insiste en la pureza de la Virgen cuyo sencillo vestido contrasta con el lujo de las ropas del ángel. Ha sido sorprendida por éste mientras leía, suponemos un libro piadoso, porque lo hacía arrodillada, y quizá sea este libro el símbolo de la difusión de la fé cristiana a través de la Madre de Dios.
La Anunciación de Fra Angelico
Unos años antes de la Anunciación de Van der Weyden, el italiano Guido di Piero, conocido como Fra Angelico, pintaba para el convento de Santo Domingo de Fiésole, esta Anunciación considerada hoy como su primera obra maestra, y la primera versión que sobre este tema realizó Fra Angelico.
Su iconografía enfrenta el pecado original (expulsión de Adán y Eva del Paraiso) con la llegada del Hijo de Dios, para redimir a la Humanidad.
La minuciosidad de los detalles en el jardin del Paraiso, influencia en el dominico del gótico internacional de Gentile da Fabriano, junto a su acercamiento a Masaccio en su búsqueda de profundidad espacial al representar la escena en un interior, cuya estructura sigue la recomendación de Filippo Brunelleschi para los retablos de San Lorenzo, que debían ser cuadrados y sin adornos, nos habla claramente de sus influencias.
El Retablo llegó en 1861 al Museo del Prado desde las Descalzas Reales de Madrid. Aunque se desconoce cómo llegó al convento madrileño, se sabe que el duque de Lerma donó este regalo que le hizo Mario de Farnesio, para la iglesia del convento de los dominicos de Valladolid en el siglo XVII.
La Madonna del Parto. Piero della Francesca
Esta obra maestra del Renacimiento italiano es un fresco salido de las manos de Piero della Francesca. Un monumento a las madres en la figura de una Virgen a punto de dar a luz.
Toda la verdad de la obra de Piero la podemos encontrar en esta Virgen del Parto. El fresco realizado en un muro de la iglesia de Santa María a Momentana en Monterchi, es un homenaje a la madre del pintor, nacida en este pequeño pueblo toscano, muy cerca de Sansepolcro.
Esta obra que anuncia la Navidad, está envuelta en una historia «milagrosa». En 1785 un terremoto destruyó por completo la iglesia, quedando en pie e intacto únicamente el muro en el que aparece esta Virgen, lo que convirtió el lugar en un centro de peregrinación de mujeres embazaradas. Y de nuevo en 1910, se volvió a librar de otro destructivo temblor de tierra, porque lo habían cambiado de sitio tras restaurarlo.
Se salvó también de otro tipo de temblores, ya que siendo un misterio su iconografía, que no está nada en la línea de los dictados del Concilio de Trento, estuvo en el punto de mira de la Inquisición.
Es la única pintura de ese siglo que representa a la Virgen en estado de buena esperanza.
La Natividad de Giotto di Bondone
Retrocedemos más de un siglo para ver esta Natividad que pintara Giotto, figura imprescindible del Trecento italiano, hacia 1305 en los muros de la Capilla Scrovegni de Padua.
La solemne intimidad de esta madre que mira plácida al pequeño después del parto, envuelto en vendas como era costumbre en aquellos tiempos, es de una delicadeza extraordinaria.
La escena está coronada por unos ángeles que celebran con éxtasis el nacimiento de Dios, mientras unos pastores cuyos rostros no vemos los contemplan y San José descansa al calor de los animales.
Esta preciosa capilla, contiene un extraordinario ciclo de frescos sobre la vida de la Virgen y Jesús. La podéis ver desde este enlace, es un hito importantísimo en la historia de la pintura. Aquí Giotto experimentó abriendo el camino del arte pictórico hacia la perspectiva renacentista.
Adoracion de los Pastores. Hugo van der Goes.
Es la tabla central del extraordinario Tríptico Portinari, la obra más famosa del autor, y la estrella de la colección de pintura flamenca que posee la Galería de los Uffizi.
Pintado en Brujas por encargo de Tommaso Portinari y enviado a Florencia, su influencia en los pintores italianos fue extraordinaria. Este tríptico abrió una ventana hacia el arte flamenco para los pintores toscanos. Boticelli, Filippino Lippi, Domenico Ghirlandaio, o Leonardo da Vinci, se dejaron imbuir por la novedosa belleza del único cuadro documentado del pintor flamenco.
La tabla presenta como figura central a una dulcísima Virgen María, vestida de forma mucho más sencilla que los ángeles arrodillados ante el Niño, cubiertos por capas llenas de brocados. Ya vimos esta distinción de las ropas en la Anunciación de Van der Weyden, una de sus claras influencias.
Jesús desnudo en el suelo, rodeado por su Madre y un buen número ángeles, todos ellos idealizados al modo flamenco, mientras que a los pastores y a San José los presenta con rostros más realistas. Al fondo, tras la arquitectura con reminiscencias góticas, aparece el paisaje flamenco, que se amplía en las tablas laterales dedicadas a los comitentes.
Natividad Mística de Sandro Boticcelli.
Lejos de cualquier interpretación iconográfica tradicional, la Natividad Mística de Botticelli está llena de misterios, y como cualquier misterio ha generado ríos de tinta.
El lienzo se ha intentado explicar relacionándolo con las circunstancias históricas de la ciudad de Florencia, con la muerte de Lorenzo de Médici el Magnífico en 1492, la invasión de los franceses en 1494, y un cambio de siglo, que tantas superticiones genera. La obra está datada en 1501, y las predicaciones en contra del poder y de la corrupción del papado de Roma, entonces en manos de los Borgia, por parte del monje Savonarola que fue ajusticiado en Florencia acusado de herejía en 1498, teñían la Florencia de Botticelli de razonables dudas sobre la corrupción y el pecado.
Esta interpretación de la Natividad, más que una celebración parece una advertencia, un mal augurio quizá inspirado por los sermones de Savonarola, de quien dicen que anduvo cerca Botticelli. Basada según reza en la inscripción latina de cabecera del cuatro en el Apocalipsis:
«Este cuadro de finales del año 1500, durante las turbulencias de Italia, yo, Alessandro, lo pinté en el tiempo medio después del tiempo, según el XI de San Juan en el segundo dolor del Apocalipsis, en la liberación de los tres años y medio del Diablo; después será encadenado en el XII y lo veremos [precipitado] como en el presente cuadro»
Pintada para uso privado, suyo o de alguien cercano, alejada formalmente de la idealización del Renacimiento, el autor utiliza rasgos del gótico para contar la escena del la Natividad. Las proporciones de la Virgen y el Niño son desmesuradas, y las actitudes de los múltiples ángeles que bailan o levitan sobre el portal, o alrededor del mismo. Los demonios grises escondidos en los caminos esperando su oportunidad, han sido analizadas en multitud de ocasiones.
Es Botticelli, un autor considerado por algunos historiadores como un visionario, que indudablemente siempre hace pensar.
La Adoración de los Pastores. Corregio.
Conocida como «La noche» por su ambientación nocturna, que tiene un precedente en Arezzo. Unos ochenta años antes en el ábside de la iglesia de San Francisco, Piero della Francesca dejaba el nocturno «Sueño de Constantino» de la Leyenda de la cruz.
Sugerente juego de luces el que consigue aquí Correggio en una composición que abre la puerta del barroco y que se deja influir por los grandes renacentistas.
El Niño como foco de luz, inspirado en Tiziano, que le sirve para crear un juego de contrastes entre luces y sombras que enfatizan la dulce belleza de la Virgen y la ternura de los pastores, expresiones propias de Correggio. Mientras los cielos transparenes nos llevan a Rafael o a Leonardo, y el pastor del primer plano bebe directamente de Miguel Ángel.
Pero Antonio da Corregio se aleja del Renacimiento al desplazar la escena a la derecha, rompiendo así la simetría. Las posturas están realizadas con unos escorzos muy acentuados y presenta un rompimiento de gloria propio ya del Manierismo.
Y aún otra evidencia que nos acerca al barroco, el movimiento de esta composición que genera las diagonales cruzadas habituales en Caravaggio o Rubens.
La Natividad de Geroges La Tour
¿Estamos ante una pintura de género, o ante la escena de La Natividad? Difícil saberlo.
Conocido también como el Recién Nacido, este lienzo que forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Rennes (Francia), es una de las obras más conocidas del pintor barroco más famoso de Francia.
La Tour representaba las escenas religiosas como pintura de género. Si es una Natividad, representa el nacimiento de Jesús con la Virgen María, el Niño Jesús y Santa Ana.
La enigmática escena que transmite paz y silencio, presenta un niño envuelto a la usanza medieval, en una composición sencilla: dos mujeres, una de frente y otra de perfil, y en brazos de la primera un recién nacido.
La luz rojiza que ilumina los rostros, deja en penumbra el resto de la escena. Sólo la cabeza del Niño y el pecho de Santa Ana, están iluminados por el color blanco de la luz de la vela que cubre con su mano la madre de la Virgen.
La Adoración de los Pastores. Caravaggio.
Expuesta en el Oratorio de San Lorenzo de la siciliana ciudad de Palermo hasta su robo por la Cosa Nostra en 1969, esta Natividad de Caravaggio tiene un enorme halo de tristeza.
San Lorenzo y San Francisco están presentes de manera simbólica junto a los pastores y a la Virgen, que con expresión de tristeza mira a un Niño rollizo y sonriente. La escena está inundada de un silencio melancólico tras el que se adivina el anticipo de la madre y los santos al dolor del sacrificio que le espera a ese precioso y pobre niño que los mira desde el suelo.
El único elemento de celebración es el ángel que desciende creando un movimiento en diagonal con el joven pastor que nos da la espalda. Para ambos seguramente fueron modelos chiquillos de la calle, costumbre tan habitual del maestro del barroco.
Este ángel tan «humano» lleva en una mano una filacteria que anuncia la «Gloria en las alturas», mientras que con la otra mano señala al cielo, indicando el origen divino del niño.
Desde la Navidad del 2015 una reproducción digitalizada ocupa el lugar del original. La copia digital es obra del laboratorio madrileño Factum Arte a partir de unas fotografías de la última restauración realizada en 1951.
Hace cuarenta y seis años que desapareció este cuadro, incluido entre los diez robos de arte más importantes de la historia, situándose en el puesto tercero.
Un integrante de la mafia aseguró durante un proceso judicial que el lienzo no se ha destruido, y que se expone durante las reuniones de «Cosa Nostra» como «símbolo de su poder».
Tondo Doni. Miguel Ángel.
Los ciento veinte centímetros de diámetro de este tondo, que mantiene el marco original diseñado por Miguel Ángel, son una obra maestra, otra, del grandísimo Buonarroti. La tenéis en la Sala 35 de la Galería de los Uffizi en Florencia.
El bellísimo colorido lo consiguió con una técnica mixta que emplea la témpera y el óleo. Con un procedimiento conocido como cangianti.
La composición, adaptada al formato circular con escorzos propios del Manierismo, presenta una Familia físicamente poderosa que más que pinturas, parecen esculturas en color.
En cuanto a la iconografía que continúa en el marco dorado con sibilas, profetas, sátiros y la cabeza de Cristo, se interpreta como la representación de las tres edades del mundo. Los «ignudi» (ángeles sin alas desnudos) al fondo tras el muro que los separa de la Sagrada Familia, son la civilización pagana, San Juanito y San José, la era mosaica (antiguo pueblo de Israel), y la Virgen y el Niño la era de la Redención, siendo San Juanito el elemento de unión entre las tres edades.