A cinco minutos de la Puerta del Sol se encuentra este edificio conocido como "Las Descalzas Reales". Todo el bullicio del corazón de Madrid enmudece tras sus muros. Concebido como convento para mujeres de la realeza y la aristocracia, las monjas debían ser nobles e hijasdalgo y por lo menos queremos que sean limpias de sangre. Escapó a la Desamortización de Mendizábal y hoy conserva una interesante colección de arte y una historia ligada al devenir político y social de la España de los Austrias. Entre sus muros se encuentran entra otras, las tumbas de las dos hijas de Carlos V. Hoy el Monasterio mantiene su función de clausura (clarisas), siendo propiedad de Patrimonio Nacional. Una parte del edificio es visitable.
Las dos hijas que tuvo Carlos V con su prima Isabel de Portugal; María y Juana, buscaron refugio en este edificio cuando viudas de sus respectivos maridos, decidieron alejarse de sus cortesanas vidas.
Huérfanas de madre desde muy pequeñas, Juana tenía cuatro años y María once cuando falleció la Emperatriz Isabel, y alejadas de su padre, por los contínuos viajes de éste, fueron educadas con el esmero que correspondía a tan soberanas niñas, junto a su hermano Felipe, que heredaría la corona española, como Felipe II. Quizá por todas estas circunstancias creció entre los tres hermanos una complicidad que duraría hasta el final de sus vidas.
Juana, Princesa de Portugal, Gobernadora de España, Jesuita y Mecenas.
Juana, la más pequeña, fundó el convento de Las Descalzas recontruyendo el palacio en el que vino al mundo el 24 de junio de 1535. La casa la compró Alonso Gutiérrez, secretario del Emperador, y la convirtió en un magnífico palacio para el que trajo los ecos italianos del momento, espacios clásicos, mármoles de Génova y esculturas renacentistas, cambiando así su apariencia tardomedieval, de la que quedan algunos testimonios en sus artesonados del siglo XIV, pasando a ser el más suntuoso palacio de Madrid en aquellos momentos.
El matrimonio de Juana fue parte de un acuerdo por el cual el príncipe Felipe se casaría con su prima María Manuela de Portugal y Juana con el hermando de ésta y heredero al trono portugués, el príncipe Juan Manuel. Sellaba así el Emperador la tan ansiada unión de las coronas, buscada desde tiempos de sus abuelos los Reyes Católicos, de fundir en una sóla corona la Península Ibérica.
La felicidad le fue esquiva a Juana, las ausencias de sus seres queridos, por motivos políticos, y la sombra de la muerte, estuvieron siempre sobrevolando su vida.
Con diecisiete años Juana se casó con su primo, de quince años y dueño de una salud frágil que le pasó factura al no poder controlar el deseo adolescente por su bellísima prima, que según cuentan le costó la vida, pues murió dos años después sin llegar a conocer a su hijo, el príncipe Sebastián. El niño nació sólo unos días después de morir su padre.
Viuda con apenas diecinueve años, a los cuatro meses de nacer su hijo, y dada la hostilidad hacia su persona que latía en la corte lusa, Juana abandonó Lisboa envuelta en un velo negro, para ocultar su dolor por la muerte de su marido y por tener que abandonar a su pequeño Sebastián.
No volvió a casarse, nunca más regresó a Lisboa y no volvería a ver a su hijo que falleció en Alcazarquivir (Marruecos), con tan sólo 24 años y cuyo cenotafio se puede ver en el Monasterio de los Jerónimos de Belém. Su hermano la reclamó en España como gobernadora del reino, durante los cuatro años que él fue rey consorte de Inglaterra por su matrimonio con María Tudor.
Gobernó España con mano firme, desde julio de 1554 hasta mediados de 1559, y se hizo cargo de su sobrino Carlos, con quien hubo intentos de casarla. Fueron los últimos años de gobierno de Carlos I (abdicó en 1556), y los primeros de su hermano Felipe II. Cuando la historia resume el reinado de ambos, pasa de puntillas por las sabias e inteligentes decisiones de la pequeña de la casa.
Con el estado en bancarrota por los excesivos gastos que supusieron las contínuas guerras y ampliaciones del imperio, Juana decidió declarar en 1557 una suspensión de pagos, el conocido default, saneando las cuentas con una rigurosa política económica. Felipe II tuvo que hacer frente a la impopularidad que le causó el default. Se calcula que fueron más de trescientas mil las personas que tuvieron que emigrar a América debido a la situación económica del país, siendo los castellanos y extremeños los que más emigraron.
Fue amiga y cómplice de su cuñada Isabel de Valois, y se ocupó de las dos hijas de ésta, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, cuando falleció con tan sólo veintitrés años en el parto de la segunda.
Con tan sólo diecinueve años y apoyada de Francisco de Borja, consiguió formar parte de la Orden de los jesuitas, convirtiéndose en la única mujer jesuita de la historia.
Juana de Austria es considerada una de las mujeres más relevantes del Renacimiento español, ejerciendo una destacada labor en el campo cultural. De ello da fe su importante colección de arte y su protección a pintores como Antonio Moro, Alonso Sánchez Coello, o Sofonisba Anguissola, autores de quienes se pueden ver obras en el Monasterio de Las Descalzas.
Los orígnenes del Monasterio de Las Descalzas Reales
Juana fundó en el año 1557, siendo Regente, el convento de Nuestra Señora de la Consolación para las clarisas descalzas. En este proyecto tuvo de nuevo la complicidad de su confesor, el futuro San Francisco de Borja, quien le aconsejó escoger entre las religiosas del convento de Santa Clara de Gandía a las integrantes del nuevo convento.
A finales de 1564 se finalizaron las obras y se trasladó el Santísimo Sacramento a la nueva iglesia del Monasterio, con una gran procesión donde las varas del palio fueron llevadas por Felipe II y su hijo Don Carlos, los archiduques Rodolfo y Ernesto, el duque de Alba, el marqués de Pescara, seguidos de la reina Isabel de Valois (tercera esposa de Felipe), y la propia princesa Juana.
Las obras corrieron a cargo del maestro Antonio Sillero. La autoría de la iglesia, concluída en 1564, ha sido muy discutida. Atribuida a Juan Bautista de Toledo, a quien se atribuye la fachada, en severo estilo clásico, el resto de la iglesia parece ser obra del ingeniero italiano Francesco Paciotto. Las gradas del altar, el coro y la sacristía fueron obra de Juan Gómez de Mora en 1612. El aspecto actual del interior del convento responde a la remodelación de Diego de Villanueva a mediados del siglo XVIII.
Juana de Austria murió en el Escorial, a causa de un tumor, el ocho de septiembre de 1573, con tan solo 38 años. Está enterrada en las Descalzas Reales, en un sepulcro situado en el presbiterio, siguiendo sus deseos, en una capilla al lado de la Epístola atribuida a Juan Bautista Crescenzi. Desde aquí ella asistía a los oficios religiosos. El sepulcro lo adorna una estatua de mármol blanco en actitud orante, atribuida por muchos a Pompeyo Leoni, es en realidad obra de Jacobo da Trezzo, un escultor de la corte de Felipe II.
María de Austria, Emperatriz, Lugarteniente de España y las Indias y Mecenas de las artes
María también ocupó la regencia en el trono español. Había nacido en el Alcázar de Madrid en 1528 y conoció a su padre con cinco años. A los veinte años se casó con su primo Maximiliano, hijo de su tío Fernando y archiduque de Austria, y comenzaron su matrimonio como Lugartenienes de España y las Indias, mientras que Felipe marchaba a Flandes.
Desde 1551 María vivió con su esposo en Viena, tuvo quince hijos, de los que sobrevivieron sólo ocho. Al morir su esposo en 1576, regresó a Madrid con su hija Margarita, feliz porque en España no había herejes, corría el año 1582. María acarició la idea de que su hija Margarita se casara con Felipe, pues su otra hija Ana (cuarta y última esposa de su hermano Felipe), falleció en octubre de 1580. Pero Felipe no volvió a casarse y Margarita decidió tomar los hábitos en el Convento de Las Descalzas.
En Madrid la emperatriz viuda desarrolló una intensa vida de mecenazgo, destacando en el apoyo a uno de los principales músicos de la Europa de su época, Tomás Luis de Victoria. En el ámbito político y aún estando lejos de España, siempre fue un apoyo leal a su hermano.
María se retiró al Monasterio de las Descalzas convirtiendo sus aposentos en el famoso Cuarto Real, donde murió en febrero de 1603. En él se educó Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II e Isabel de Valois, que donó al convento una espléndida serie de tapices sobre la Eucaristía, diseño de Rubens que permanecen en el convento. Seis de las tablas preparatorias de los mismos cuelgan en el Museo del Prado.
En el Coro se encuentran los sepulcros de la Emperatriz María de Austria y de su hija menor, sor Margarita de la Cruz. El de María es un sepulcro en mármoles y bronce que hoy guarda sus cenizas, diseñado por Juan Bautista Crescenzi, autor del Panteón de Reyes en El Escorial. El sepulcro de su hija Margarita, que se encuentra en el mismo sitio pero en plano inferior, mucho más sencillo es de madera con adornos de metal dorado.
Todas las mujeres de la Casa de Austria estuvieron ligadas a este convento y le legaron valiosos tesoros convirtiendo el edificio en un pequeño Escorial. Obras de Pedro de Mena, Gaspar Becerra, Rubens, Tiziano, Sofonisba Anguissola, Sánchez Coello, Brueghel, Luini o Antonio Moro entre otros, se conservan en un edificio concebido como un complejo religioso-social cuya extensión fue considerable, pues además del convento y la iglesia, tenía una huerta y a él estaban vinculados edificios como la Casa de los Capellanes, un hospital y un orfanato dentro de la Casa de la Misericordia.
Es una joya del plateresco castellano que mira decididamente al Renacimiento, como se ve tanto en la fachada principal como en el claustro.
Del siglo XVII se conservan pinturas al fresco en la escalera y en la Capilla del Milagro.
La mezcla entre la austeridad de la orden franciscana y el lujo de las dotes de sus moradoras traducido en obras de arte, hacen de él una cita impresdindible para acercarse a la vida de aquellas poderosas mujeres de la España de los siglos XVI y XVII.