Bruselas, como capital de Bélgica y de Europa, tiene mucho que ver. Pero es que, además, funciona de nexo de unión de las dos bélgicas. Porque sí, hay dos: la flamenca y la valona, o la neerlandesa y la francesa. Y Bruselas está ahí, prácticamente en el centro del país, dividiendo esas dos realidades y, al mismo tiempo, uniéndolas en perfecta armonía para mayor deleite del viajero.
Puede que no esté entre las ciudades más turísticas de Europa (desde luego, no tiene el tirón de la holandesa Amsterdam), pero sin duda hay mucho que ver en Bruselas. Y el hecho de que no sea tan visitada como otras capitales europeas es, en el fondo, algo positivo si prefieres evitar masificaciones.
Qué ver en la Bruselas europea
Una visita a Bruselas puede empezar en el Parque del Cincuentenario, para dejarnos caer, literalmente, por su historia, su presente como capital institucional de la Unión Europea y su pasado como centro de la bolsa mundial. Algo que lleva a pensar en la importancia de la ciudad que ha sido dentro del concierto europeo durante siglos.
El parque, construido en 1880 para conmemorar los cincuenta años de la independencia de Bélgica, está dominado por un palacio en cuyo centro hay un arco de triunfo que recuerda a la Puerta de Brandenburgo. Con forma de U, el palacio parece abrazar al visitante de un modo similar a lo que hace la Plaza de España de Sevilla, y en su interior alberga tres museos:
- Museo de Historia Militar: los interesados por los conflictos bélicos tienen aquí una parada obligatoria. La colección recorre la historia del Ejército belga desde 1700, con lo que cubre tres de las guerras con mayor interés entre el aficionado: napoleónicas, Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial.
- Museo del Cincuentenario: a pesar del nombre, que podría dar a entender que se centra en la independencia belga, su colección es muy variada. Se divide en cuatro partes, que albergan colecciones sobre la Antigüedad, la arqueología belga, las civilizaciones no europeas y las artes industriales europeas.
- Autoworld: si eres un loco de los coches, este museo alberga una de las mejores colecciones de automóviles de época, con más de 300 vehículos.
Tras la relajante visita, con un paseo por el parque, a solo unos metros en dirección al casco histórico, encontramos varios edificios de la Unión Europea. A ambos lados de la avenida se encuentran la antigua sede del Consejo Europeo y de la Comisión Europea. Aunque la verdadera joya está un poco más abajo; es el edificio Europa y es la nueva sede del Consejo. Su fachada, compuesta por ventanas de madera de diferentes tamaños, rompe por completo con la monotonía grisácea del barrio europeo de Bruselas.
No muy lejos, en la Rue Beillard, se alza la Casa de la Historia Europea. En realidad forma parte del complejo del Parlamento Europeo, pero es una de las mejores de llegar a este monumental conjunto de edificios. Esta primera parada es un museo de acceso gratuito que recorre la historia de Europa; su exposición interactiva hace las delicias de los visitantes.
Entre las zonas ajardinadas del lugar, se puede llegar al edificio central del Parlamento Europeo, que se puede visitar. De hecho, las instituciones europeas están deseosas de recibir personas interesadas por el funcionamiento de la Unión Europea, y así romper una habitual desconexión entre gobierno y ciudadano. Las actividades son gratuitas, están disponibles en 24 idiomas y, honestamente, merece la pena pasar unas horas por los edificios, son impresionantes por dentro.
La Bruselas de los palacios, las plazas y los museos
Si seguimos bajando por la Rue de Beilard podemos desembocar directamente en el Parque de Bruselas, pero entonces nos perderemos otro, más pequeño pero con mucho encanto. Entre un mar de edificios modernos acristalados se encuentra el Parque Frère-Orban, por un lado con la Iglesia de San José y por el otro con el Edificio para el Desarrollo y la Cooperación de la Comisión Europea. Barroco y moderno conviven a la perfección.
Volviendo a trás, y siguiendo unos cuantos cientos de metros calle abajo, uno acaba en el Parque de Bruselas. Esta zona verde es un vestigio de la influencia de la francomasonería en el siglo XVIII. Sus avenidas están alineadas para tener la forma de un compás (uno de los símbolos de la francomasonería), y a vista de pájaro se puede apreciar el diseño perfectamente.
Cruzando el parque, cuyo pequeño paseo merece mucho la pena, queda en un extremo el Palacio de la Nación, y en el otro el Palacio Real de Bruselas. Estos edificios del finales del XVIII y principios del XIX respectivamente, son dos visitas que merecen la pena. El resto del entorno encaja a la perfección con estas construcciones y, mirando al Palacio Real de Bruselas, con la calle empedrada, uno casi ve pasar delante de sus ojos caurruajes de otra época.
El Palacio Real es la actual sede de la monarquía belga, y sólo es visitable entre el 21 de julio (que coincide con la fiesta nacional) y principios de septiembre. Por su parte, el Palacio de la Nación acoge la Cámara de los Representantes de Bélgica, y también es visitable.
Aunque para seguir hacia el destino lógico, que es la Grand Place, muchos recomendarían un camino más directo, merece la pena seguir rodando hacia abajo por la acera del Palacio Real. Si se gira hacia la izquierda, se entra en la Plaza Real, con una vista de 360 grados que todos deberían ver en Bruselas. En el centro, una estatua a Godofredo de Bouillon, que fue gobernador de Jerusalén; al fondo, el imponente Palacio de Justicia, la neoclásica Iglesia de Santiago coronando el conjunto y un buen surtido de museos alrededor:
- Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica: aquí tenemos en realidad dos museos en uno, el de Arte Antiguo (siglos XV a XVIII) y el de Arte Moderno (del XIX a la actualidad). En el primero podremos ver obras de Van Dyck o Rubens y, en el segundo, la mejor colección de surrealistas belgas.
- Museo BELvue: en un precioso edificio neoclásico, esta colección recorre la historia de Bélgica desde la revolución de 1830 hasta la creación del actual Estado belga.
- Museo de Instrumentos Musicales: una parada indispensable para los amantes de la música, con más de 7.000 piezas en su colección. Además, está en uno de los edificios Art Noveau más famosos y bonitos de Bruselas.
- Museo Magritte: una colección con más de 250 obras de René Magritte, uno de los pintores belgas más célebres de todos los tiempos.
El Palacio de la Justicia y Petit Sablon
Aunque los pasos de uno quieran ir en dirección al centro, a por unas patatas fritas, bombones o una cerveza belga, el Palacio de la Justicia es uno de esos edificios que ver en Bélgica. No solo porque impone más de cerca que de lejos, sino porque a la derecha, según se llega por una calle atravesada por el tranvía, está el Monumento a la Gloria de la Infantería belga por las dos guerras mundiales. Tras el monumento, un mirador con una panorámica inigualable de que hay que ver en Bruselas.
Del Palacio de la Justicia se puede decir que es inmenso (lo es, y mucho, concretamente 26.000 metros cuadrados), pero sería faltar a la verdad no decir que es bonito. Es un neoclásico que sobrecoge por dentro y por fuera y que, por fortuna, se puede visitar de manera gratuita.
No muy lejos del Palacio de la Justicia está la Halle Gate, una antigua puerta de acceso a Bruselas que merece la pena ver. Es el último vestigio que queda de la segunda muralla de la ciudad, y ese estilo medieval fortificado llama mucho la atención en una ciudad que parece saltar de un gótico esbelto a los modernos edificios de cristales. Es además, museo, que cuenta parte de la historia de Bruselas y de la propia puerta de la muralla.
En el camino de vuelta a la Plaza Real está lo que se conoce como Petit Sablon, una zona en la que merece la pena detenerse. Notre Dame du Sablon es, sin duda, su mayor atractivo. Merece la pena entrar en la iglesia gótica del siglo XV, pasear bajo sus bóvedas y contemplar las vidrieras del ábside.
Frente a la iglesia está el parque de Petit Sablon, con una preciosa fuente dedicada a los condes Egmont y Hoorn. Es un lugar perfecto para relajarse unos minutos y contagiarse de la belleza del lugar.
Si seguimos nuestro camino hacia la Plaza Real y giramos a la izquierda, encontramos otra vista sin igual de Bruselas. Es el Monte de las Artes. La zona es un parque bastante concurrido, coronado por una estatua al rey Alberto I, justo en el mirador. La vista es preciosa pues, al estar elevado por encima del casco antiguo de Bruselas, permite una preciosa vista con la Grand Place justo delante.
Qué ver en el centro de Bruselas
Sobre la mejor manera de llegar a la Grand Place quizás no haya mucho escrito, pero es un tema de discusión que merece la pena tenerse en cuenta. Algunos creen que es mejor no ver la torre del ayuntamiento mientras se accede; nosotros os recomendamos entrar desde la Rue Chair et Pain, la experiencia es sobrecogedora en cada momento. En cualquier caso, la plaza puede dejar si aliento hasta al turista más experimentado y, al final, por dónde se acceda es un asunto menor.
En esta plaza tenemos a un lado del ayuntamiento, llamado Hotel de Ville, que se alza hasta los 96 metros con su puntiaguda torre desde el siglo XV. Es visitable, pero sólo los martes y los miércoles en tres rondas (13:45 en holandés, 14:30 en francés y 15:15 en inglés).
Al otro lado está la Maison du Roi, otro fabuloso edificio gótico que, en este caso, alberga el Museo de la Ciudad. El resto de la Grand Place está salpicado de preciosas casas del característico estilo hanseático (otras ciudades como Amberes, Leipzig o la lejana Cracovia comparten ciertos rasgos), pero con una clara tendencia belga y ricamente decoradas gracias al pasado de la ciudad, que durante un tiempo fue la bolsa más importante del mundo.
Y hablando de finanzas, no puede uno irse de Bruselas sin, al menos, ver el fantástico edificio de la bolsa. Domina el centro de una zona peatonal que es especialmente bonita en Navidad, pero que todo el año bulle de vida. Además, depende de cuando vayas, puede que haya alguna exposición.
Después de tanto andar, es necesario pararse a tomar algo, y nada mejor que en la zona más histórica de Bruselas. No hay excusas, hay que comer patatas fritas, ya que está en la tierra en la que, según los expertos, mejor se hacen. A donde fueres… En la propia Grand Place hay diferentes lugares en los que tomarse algo, pero si paseamos por la Petite Rue des Bouchers, conoceremos una Bruselas de callejas donde anuncian paella, de dudosa procedencia, a los pies de casas empinadas que nos siguen recordando a esa Europa hanseática.
Entre esas callejas, se puede acabar, casi sin quererlo, en el Delirium Café, uno de los mejores lugares para degustar una cerveza belga. Una o dos, porque, literalmente, la cerveza fluye por aquel edificio como si fueran sus venas. Los grifos de cerveza salen del techo de manera natural, y hay tantos que puede llegar a angustiar la elección. Si uno se queda mucho por allí, puede llegar a encontrar un coro de belgas colorados entonando canciones ancestrales. Y probablemente, algún que otro turista despistado.
Más allá de los mares de la cerveza, no muy lejos del Delirium, hay varias tiendas de Godiva, una de las marcas de chocolate más famosas de Bélgica y, por lo tanto, de todo el mundo. También merece la pena pasear por las Galerías Reales, unas galerías comerciales del XIX, que se mantienen tan modernas como el día de su inauguración.
A pocos pasos de esas galerías se alza la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula. En estilo gótico, era un templo dedicado a San Miguel hasta que, el año 1047, depositaron allí los restos de Santa Gúdula, compartiendo desde entonces esa doble titularidad.
No demasiado lejos de la catedral está otro de los principales atractivos de Bruselas, el Centro Belga del Cómic. Se trata de un museo dedicado a las historietas, especialmente a las europeas y con un gran protagonismo de Tintín, creado por el belga Hergé.
Formando un triángulo en torno al centro se encuentran tres de las curiosidades que atraen a muchos turistas: el Manneken Pis, el Jeanneke Pis y el Zinneke Pis. Los dos primeros son fuentes, una con un niño u la otra con una niña, en el que el protagonista de la misma está orinando, y son parte de la seña de Bruselas. Por otro lado, el Zinneke Pis es un perro, aunque esta versión no es una fuente.
Qué ver en Bruselas lejos del centro
Aunque la mayor parte de los puntos de interés de la capital belga están entre el Barrio Europeo y el centro, y además es una zona por la que se puede caminar de punta a punta sin prisas, Bruselas también tiene otros atractivos que merece la pena ver algo más alejados de esta zona.
Si cruzamos el canal de Bruselas-Charleroi podemos llegar al Parque de Isabel, en cuyo extremo se alza la Basílica del Sagrado Corazón, un monumental templo construido en estilo Art Decó que se sitúa como la quinta iglesia más grande del mundo.
A un par de paradas de metro está la zona de Laeken, que sin duda merece la pena visitar y tiene para uno o varios días. Para empezar, la Notre Dame du Laeken no está tan a mano como la de Sablon, pero es un templo gótico precioso que merece la pena la visita.
Tras la iglesia se abre el Parque de Laeken o Parque Real, pues fueron y son tierras de la corona belga, ahora semi-abiertas al público. Dentro está el Castillo Real de Leuken, todavía residencia de los reyes, uno de esos bellos palacios estilo chateau como los que podemos encontrar en el Loira. Muy certa esán los invernaderos reales, que, al estilo de la Belle Époque, son una parada muy interesante para relajarse y respirar entre naturaleza de diferentes lugares del mundo.
Finalmente, prácticamente lindando con el Parque de Leuken, está el Atomiun. Es gran átomo de hierro que fue el atractivo principal de la exposición universal de 1958 y que, como la Torre Eiffel, ha sobrevivido al tiempo para convertirse en símbolo de Bruselas.
Junto al Atomiun, Mini Europa es paseo en miniatura por algunos de los monumentos más importantes del continente europeo. Junto a lugares lejanos como San Marcos de Venecia, el Duomo de Pisa con su torre inclinada, la Puerta negra de Tréveris o el Big Ben, también encontramos monumentos españoles como la Catedral de Santiago, la Maestranza de Sevilla o el Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Los mejores hoteles de Bruselas
Como habrás podido comprobar, una visita a la capital belga se podría hacer en un breve recorrido del Cincuentenario a la Grand Place, pero hay mucho más que ver en Bruselas. Nuestra recomendación es que pases, al menos, tres días, y que reserves otro para visitar alguno de los preciosos y cercanos destinos que tiene a su alrededor, que repasaremos al final del artículo. Te recomendamos cinco hoteles para una fantástica estancia en la capital belga.
- Sofitel Brussels Europe. Con una localización fantástica, cerca del Parlamento Europeo y, por tanto, a pocos minutos del Parque de Bruselas y con buena conexión en metro con la Grand Place, este cinco estrellas es una gran opción.
- Hotel Agora Brussels Grand Place. A tan sólo 200 metros de la Grand Place, este hotel es una de las mejores opciones para los que tienen especial interés en visitar con calma el centro de Bruselas. Además, con sus tres estrellas su precio no es desorbitado.
- Leopold Hotel Brussels EU. A tres minutos del Parlamento Europeo, es otra opción muy buena para pasar unos días en Bruselas. Se puede andar sin prisas hasta el centro o coger el metro para explora la ciudad con más comodidad.
- Motel One Brussels. Muy cerca de la catedral, es quizás una de las mejores localizaciones para pasar unos días en Bruselas. Está al lado del centro y lo suficientemente cerca del Barrio Europeo como para no necesitar ir en metro. Además está a unos pocos cientos de metros de la Estación Central; si estás pensando en visitar otras ciudades cerca en tren, este es el mejor lugar para dormir.
- Generation Europe Youth Hostel. Al otro lado del canal Bruselas-Charleroi está este Hostal. No es el mejor localizado pero tiene muy bueno precio y paradas de metro y bus a un par de manzanas. Una opción interesante para los presupuestos más ajustados.
Qué ver cerca de Bruselas
Aunque hay mucho que ver en Bruselas, está tan cerca de un buen número de joyas que sería casi un pecado irse de la capital belga sin haber hecho aunque sea una escapada de un día. Te recomendamos cuatro destinos fantásticos para llevarte, si cabe, más Belgica en la maleta.
- Lovaina es una ciudad que tienes que visitar. Tiene una catedral y un impresionante ayuntamiento que no tienen nada que envidiar a los de Bruselas. Esta pequeña y preciosa localidad, que cuenta con una de las universidades más prestigiosas de Europa, está a tan sólo 25 minutos en tren de la capital belga.
- Gante es una visita esencial de Bélgica. Allí nació el emperador Carlos V y, aunque Brujas pueda tener más fama, Gante no tiene nada que envidiarle. Está bañada por numerosos ríos, tantos que es como si estuviera repleta de canales. Está a unos 38 minutos en tren de Bruselas, un pequeño viaje que merece la pena.
- Un poco más lejos está Brujas. Considerada por algunos como una ciudad de cuento, y lo cierto es que tiene una infinidad de postales preciosas. Atravesada por varios canales, Brujas es una opción a tener en cuenta si estás pensando en una escapada desde Bruselas, de la que la separa una hora en tren.
- A unos 50 minutos en tren está otra de las grandes ciudades belgas. Amberes es una joya, más manejable y pequeña que Bruselas pero en la que también se pueden pasar un par de días. Centro mundial del comercio de diamantes y hogar de Rubens, Amberes tiene unos atractivos muy poderosos.