Muy cerca del centro de Potsdam, la ciudad de la corte prusiana, se encuentra el Palacio de Sanssouci y sus jardines. No sólo es el edificio en torno al que gira, en buena medida, Potsdam hoy día, también fue el que la puso en el mapa (aunque ya era importante para Prusia) gracias al sueño de paz y tranquilidad de Federico el Grande de Prusia.
Potsdam es hoy una ciudad universitaria muy cerca de Berlín, apenas a poco más de 20 minutos en tren de la capital alemana. Es un lugar tranquilo y pequeño que algunos berlineses escogen para vivir alejados del bullicio de la gran urbe, algo similar a lo que buscó en Potsdam Federico el Grande.
Federico el Grande no sólo construyó un palacio para alejarse de la corte y de la vida ajetreada de Berlín. Con Sanssouci ideó un lugar considerado como una de las obras cumbres del rococó a la vez que pre-romántico y una de las perlas de Alemania y el mundo. Un tesoro que debemos a su complicada e interesante personalidad, que impregna cada rincón de su palacio.
Sanssouci, el sueño de Federico el Grande
Federico el Grande, hijo de Federico Guillermo I, nunca tuvo una vida fácil. Su padre había heredado un reino joven cuyo predecesor, Federico I, había gastado cuantiosas sumas de dinero en potenciar y embellecer la recién estrenada corte prusiana (fue él quien creó el reino, antes era el Electorado de Brandeburgo). Frente a los grandes gastos del primer rey en arte que situaron la corte berlinesa en el mapa europeo, Federico Guillermo fue todo lo contrario.
El padre entendía el gasto en arte y lujo como una manera de proyectar poder, mientras que el hijo lo vio como un medio para la política, como demostró cuando regaló al zar Pedro el Grande la Habitación del Ámbar de Charlottenburg, que Federico I construyó. Estos polos opuestos se encontraron, hasta cierto punto, en Federico el Grande.
Desde pequeño, Federico el Grande mostró inteligencia, sarcasmo y un gusto por la literatura y la música que no gustaba a su padre. Federico Guillermo era estricto y llevaba una vida diaria muy castrense. Si al hijo le gustaba aprender francés, al padre le gustaba contemplar paseos militares, lo que los llevó a una guerra fría que desencadenó una de las tragedias más sonadas de Brandeburgo-Prusia.
Federico Guillermo impuso a su hijo una estricta rutina diaria en la que había una importante presencia de actividades militares. A escondidas, el joven Federico siguió aprendiendo flauta, literatura y poesía y llegó a realizar sus propias composiciones. Debido a sus gustos el rey lo dejaba a menudo en ridículo en público e incluso le propinaba salvajes palizas. Esta situación lo llevó a planear su huida de la corte con un amigo muy cercano que también mostraba interés por las artes, Hans Hermann von Katte.
En medio de este conflicto personal también entró la política de casamiento del príncipe, que acabó casado, por mandato de su padre, con Isabel Cristina de Brunswick, austriaca. El joven Federico no quería seguir viviendo bajo las imposiciones del rey y preparó su huida, pero fue descubierto. El heredero fue confinado a una fortaleza y su amigo, Katte, decapitado mientras él fue obligado a mirar por órdenes de su padre.
No se sabe hasta qué punto aquello marcó la personalidad de Federico el Grande, ya que siempre había mostrado tendencia a no ajustarse a los horarios de la corte, a ocultarse para leer y aprender flauta y, al mismo tiempo, a desarrollar una enorme capacidad de cumplir con su deber manteniendo su yo interior intacto y fiel a sus propios intereses. Pero, desde luego, fue algo que pudo reforzar esa personalidad.
Estuvo confinado en diferentes lugares mientras que, poco a poco, su padre le fue dejando más libertad de nuevo. Cuando Federico Guillermo se distanció de Austria, que todavía dominaba las relaciones alemanas, padre e hijo vivieron una reconciliación. Pero para entonces la personalidad de Federico el Grande se había encaminado del todo hacia el gusto por lo privado, el desprecio por la vida de la corte y sus lujos y en la búsqueda de un refugio personal en las artes.
Cuando accedió al trono en 1740 tras la muerte de su padre, Federico el Grande no tardó en proyectar una residencia para él alejada del bullicio de la ciudad y de las intrigas de la corte que tanto dolor le causaron. Con 28 años era una complicada mezcla entre su abuelo y su padre, gran militar y estratega y mecenas de las artes, sencillo aunque sin renunciar a ciertos lujos, pero nunca ostentoso.
El Palacio de Sanssouci
En los primeros años de su reinado Federico el Grande ya le daba vueltas a tener un palacio para él, para abstraerse como siempre había hecho y disfrutar de las artes en soledad o acompañado de otros que también las apreciaran. En 1745 comenzó la construcción de Sanssouci, en cuyo nombre va implícita la idea de la residencia, pues en francés significa «sin preocupaciones«.
El encargado de llevar a cabo el proyecto fue Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff, aunque el arquitecto fue Federico, ya que se conservan bocetos del palacio hechos por el rey y fue inflexible con sus ideas. El edificio se levantó tal y como quiso Federico el Grande, aunque Knobelsdorff le recomendó algunos cambios. Por ejemplo, el rey se negó a elevar el edificio (lo que le habría restado humedad) porque quería un lugar íntimo y sencillo, al que acceder desde el nivel del suelo sin grandes escalones.
Es por esto que también se considera el Palacio de Sanssouci como pre-romántico, porque Federico el Grande buscaba un lugar en equilibrio con la naturaleza. Un palacio de una sola planta sin estridencias, perfectamente mimetizado con las terrazas que descienden hasta la sencilla fuente. En este conjunto, el principal elemento natural son las vides plantadas en las terrazas, lo que se ve reflejado con diferentes elementos decorativos en el edificio, como veremos más adelante.
Federico el Grande quiso su palacio en estilo rococó, algo que iba como anillo al dedo a Sanssouci. Al contrario que el barroco anterior, el rococó deja de lado la oscuridad y la épica por unos motivos más alegres y luminosos, más cercanos al ideal de vida sencilla y apacible que el rey quería en su retiro en Potsdam. De hecho, se le suele llamar rococó federiciano debido a la enorme supervisión que realizó Federico de las obras y de la decoración.
Sanssouci, como decíamos antes, se compone de un edificio central alargado acompañado de dos alas similares. El conjunto ocupa el alto de una terraza del actualmente llamado parque de Sanssouci. Se trata de una serie de terrazas ajardinadas en las que se cultiva la vid y en cuyo nivel más bajo hay una fuente.
En medio del edificio principal hay un saliente ovalado con cúpula que rompe las líneas rectas y está adornado con bacantes, compañeros de Baco, el dios del vino. Sobre estas esculturas que brotan con naturalidad y se fusionan con vides, el nombre del palacio en letras de bronce, «SANS SOUCI», remata el conjunto. Por detrás, de la unión con las alas laterales parten dos columnatas semicirculares que dejan ver, ahora al otro lado de una calle, una fuente.
En la terraza que hay a nivel del palacio está, a un lado, enterrado Federico el Grande. Él siempre quiso descansar aquí, aunque no lo hizo hasta 1991. Su sobrino y heredero Federico Guillermo II (no tuvo hijos con Isabel Cristina, no quiso nada con ella ni con Austria) no respetó sus deseos y lo enterró en la cripta familiar. Se cuenta que allí Napoleón lo visitó en 1807, y dijo que, si Federico el Grande estuviera vivo, él no estaría allí (victorioso en tierras alemanas). Pero finalmente, en 1991 se aprobó enterrar a Federico el Grande en la sencilla cripta que había mandado construir en Sanssouci, sin ningún tipo de pompa, junto al pueblo. La gente todavía deja patatas en su tumba, pues fue quien introdujo su cultivo con lo que dio de comer a muchos alemanes.
En Sanssouci vio Federico el Grande completado su sueño en 1747. Su sencillo palacio de una sola planta sin un ápice de exceso era suyo, tan suyo que pretendía que muriese con él, y aceptaba las reparaciones y el mantenimiento de mala gana. Por suerte para nosotros, ese deseo no se le cumplió y hoy podemos disfrutar de ese rincón de Potsdam en el que Federico fue realmente libre, donde se refugiaba con sus perros y organizaba, en ocasiones, lecturas y conciertos de flauta, cuya atmósfera retrató Menzel con tanto acierto.
La galería de pinturas de Federico
Separados por unos metros del edificio principal, a la altura del segundo nivel de las terrazas ajardinadas, Federico el Grande mandó construir con posterioridad dos nuevas alas, una para contener más habitaciones (que son preciosas) y otra para ser una galería de pinturas. Se trata del primer edificio levantado para ser galería de un monarca en Alemania, y responde a unos patrones similares, aunque menos bellos, que el conjunto principal.
Aunque por fuera es considerablemente más sencillo que el Palacio de Sanssouci, por dentro es exquisito. Federico el Grande lo mandó construir para guardar su creciente colección de pinturas, acompañadas por algunas esculturas de periodo clásico y del XVIII francés. Además de para decorar, el gusto del monarca para coleccionar pinturas era, a pesar de la redundancia, exquisito.
Hoy se pueden contemplar alrededor de 140 obras de entre los siglos XVI y XVII. Entre lo más destacable de la colección está «La incredulidad de Santo Tomás» de Caravaggio, cinco trabajos de Anthony van Dyck, siete obras de Rubens y pinturas de Jan Lievens, Jacob Jordaens, Thomas Willeboirts Bosschaert, Gerard de Lairesse, Carlo Maratta, Ciro Ferri y otros.
El parque de Sanssouci
Además del precioso palacio de Federico el Grande y la galería de pinturas, Sanssouci tiene mucho más que ofrecer. Como palacio podríamos dar por terminada su visita, pero los jardines, conocidos hoy como Parque de Sanssouci, esconden mucho más, tanto, y tan interesante, que sería un pecado marcharse viendo sólo el refugio de Federico.
Siguiendo por la misma senda donde están las Nuevas Habitaciones, se llega en poco tiempo al Palacio de la Orangería. Se trata de un edificio inspirado en el Renacimiento italiano que Guillermo IV de Prusia ordenó construir en 1851. Fue uno de los sucesores de Federico el Grande que más interés mostró por Sanssouci y, como tal, fue uno de los grandes renovadores del espacio. Casi todo el parque merece más la pena entre primavera y verano, pero esta zona es especialmente interesante cuando la vegetación está frondosa en los meses calurosos.
Muy cerca de la Orangería hay otra construcción de la misma época con un claro aire romano, un stibadium con casi todos los elementos de un atrio de una domus romana. Frente al palacio, la fuente de la Primavera, todo en un área que parece desangelada si no la ves en esa época del año.
No muy lejos de la Orangería está el Palacio Nuevo, la fanfarronada de Federico el Grande, como él mismo dijo. Tras la victoria, por los pelos, en la guerra de los Siete Años, el rey mandó construir un gran palacio diseñado para impresionar a los invitados. Está, en todos los sentidos, en las antípodas de lo que quiso para Sanssouci, pero esto revela lo práctico que fue Federico y el enorme sentido de Estado que tenía. A pesar de su gusto por lo sencillo y acogedor, no dudó en invertir una gran suma de dinero en proyectar poder a través del arte con un palacio grande e imponente, aunque tampoco desmesurado.
Hacia el sur, en línea recta, aparece entre árboles la Faisanería, con el que volvemos a adentrarnos en aires mediterráneos y renacentistas. Seguidamente, pero hacia el este, hay un precioso hipódromo porque el que merece la pena todo el paseo.
Tras el hipódromo hay un corto paseo hasta el Palacio de Charlottenhof, una villa neoclásica que Federico Guillermo IV mandó a Friedrich Schinkel antes que la Orangería, y fue su residencia de verano como príncipe heredero. Enamorado de Italia como era, también mandó construir unos baños romanos al norte de Charlottenhof. Aunque se han llamado así, se trata de una villa que mezcla un aire de residencia toscana con elementos puramente clásicos.
Más al noroeste, ya muy cerca de nuestro punto de partida en el Palacio de Sanssouci, se encuentra el Pabellón Chino. Se trata de una construcción barroca de chinería (como el Castillo de Pillnitz en Dresde) que Federico el Grande mando construir como un lugar para celebrar algunos eventos sociales.
Prácticamente frente al Pabellón Chino pero a unos cientos de metros casi en los límites de los jardines está la Iglesia de la Paz. También fue construida por Federico Guillermo IV, que participó activamente en el diseño de todas estas construcciones, en un estilo neorrománico italiano. La iglesia es un curioso encuentro entre lo alemán en el XIX y ese románico italiano que, por un momento, nos hace creer que estamos en Italia. Junto a la iglesia está el Mausoleo del Emperador Federico III, cuyo reinado duró 99 días, pues accedió al trono gravemente enfermo.
Horarios
El Palacio de Sanssouci se puede visitar a lo largo de todo el año con horarios flexibles, aunque es aconsejable no ir demasiado tarde. El parque es muy grande y, como hemos dicho, hay mucho que ver, con lo que te recomendamos visitar todo el conjunto desde primera hora de la mañana.
Los horarios de apertura del Palacio de Sanssouci de abril a octubre son los siguientes: de martes a domingo de 10:00 a 17:30. Cerrado los lunes.
Los horarios de apertura del Palacio de Sanssouci de noviembre a marzo son los siguientes: de martes a domingo de 10:00 a 16:30. Cerrado los lunes.
De todos modos, te recomendamos mirar siempre la web oficial antes de planificar tu visita, ya que a veces hay eventos especiales. De hecho en verano se suelen realizar noches para celebrar o recrear la pompa de la cortes prusiana, con palacios iluminados que parecen preparados para una fiesta barroca. Esto añade enteros a lo que ya dijimos en nuestra guía de Potsdam: merece la pena pasar al menos un día o dos en la ciudad y verla con la calma con que Federico el Grande la vivía.