Entre Salerno y Sorrento, al sur de la bellísima Nápoles aparece una franja de tierra que invade el mar Tirreno. Entre verdes limoneros, naranjos y buganvillas de intensos colores se esparcen un ramillete de pueblos, balcones suspendidos hacia el mar, que dan vida al pedacito de costa más bonita del Mediterráneo. Es la famosa Costa Amalfitana.
Acantilados de vértigo que miran hacia un mar azul intenso, bahías y cuevas que dejan sin aliento, aromas de cítricos en el aire y la caricia del salitre en la piel forman parte de un espectáculo que ya saboreaban Augusto y Tiberio mientras escuchaban atónitos el canto de las mitológicas sirenas, habitantes milenarias de esta bellísima costa.
Sobre ella escribió el poeta italiano Renato Fucini:
«El día del Juicio Universal, para los amalfitanos que suban al Paraíso será un día como todos los otros».
No es para menos, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se queda prendida en todo aquel la visita.
Este paraíso sureño de Italia ha sido un lugar de «escape» desde la época del Imperio Romano. Desde entonces emperadores, reyes, políticos, artistas, bohemios, escritores, y gentes de todo el mundo han recorrido estos caminos para quedarse prendados y llevarse prendida la espectacular Costa Amalfitana.
Seguramente Sthendal hubiera empeorado de su propia enfermedad al ver desde cualquier acantilado de la Costa Amalfitana cómo el sol se estrella en el mar, se deshace y se entrega a Capri, la isla donde Augusto se construyó su refugio.


Giovanni Boccaccio la llevó al Decamerón. Richard Wagner se inspiró en el espectáculo de la Villa Rufolo de Ravello para crear la escenografía de Parsifal. John Steinbeck escribió allí Positano, una novela en la que describe esta perla amalfitana. En Amalfi escribió Henrik Johan Ibsen Casa de muñecas su obra más importante. Y el cine ha fijado en la retina del mundo en numerosas ocasiones las inolvidables imágenes de este paraíso de Italia.
Algunos imprescindibles de la Costa Amalfitana
Para comenzar una ruta por esta maravilla lo más fácil es salir de Nápoles. Esta ciudad es un espectáculo lleno de ecos españoles, de monumentos, palacios, arte, acordeones que se mecen en la nostalgia sorrentina, iglesias llenas de santos y vírgenes, y unos habitantes que reparten su estatus entre príncipes y pícaros, mientras indiferente, los mira el Vesubio.

Nápoles es una ciudad para perderse en todos los sentidos. Pero la idea es dirigir los pasos hacia este paraíso italiano que espera en la Costa Amalfitana unido por una carretera que parece una locura de tráfico imposible.
Dejando atrás la preciosa Sorrento, cuando se llega a Positano se descubre simplemente una delicia. Elegante, guapa, hospitalaria y sencilla, se derrama por la ladera de una montaña hasta abrir sus callejuelas a un mar azul intenso.

Es una parada obligatoria de los visitantes de esta costa. Entre las casas de colores que forman sus empinadas calles se encuentran tiendas, restaurantes y hoteles llenos del glamour de la auténtica belleza: anticuarios, galerías de arte, tiendas de ropa diseñada en Positano. No es que el resto de la costa amalfitana sea barata, pero esta preciosidad de lugar puede dejar la tarjeta en mínimos.


A menos de diez kilómetros está Praiano. Un pequeño pueblo que vivía de la pesca, y que conserva la plácida calma del Mediterráneo. Sus casas blancas de pescadores se han convertido en bares y restaurantes que ofrecen deliciosas recetas elaboradas con «il frutti di mare». A los pies de este tranquilo rincón amalfitano se extiende Marina di Praia, una pequeña y encantadora playa.


Amalfi y el amarillo del limoncello
Amalfi se asoma hacia un mar por el que llegaron griegos, romanos, cruzados y piratas. Aunque la leyenda dice que la fundó Hércules para regalársela a una bellísima amante de ojos azules como el mar, parece ser que la fundaron los romanos allá por el año 339. Perfumada por los campos de limones que crecen en terrazas enredados entre sí como si fueran viñedos.

Es la cuna del limoncello, delicioso licor omnipresente en estas tierras. Pero el limón es aquí mucho más que limoncello ya que forma parte de la gastronomía de toda la zona, y además se encuentra convertido en jabones y perfumadores que llevan envuelto todo el sol de la costa.

No andan desencaminados los que dicen que gracias a sus exquisitos limones y a los mil y un escalones que hay que subir y bajar, la salud de sus gentes se mantiene hasta edades muy avanzadas.

Amalfi conserva los ecos de su pujanza en la Edad Media, visibles en la espléndida catedral del siglo X, en cuya cripta descansan las reliquias del apóstol San Andrés.

Fue en los siglos X y XI una de las cuatro Repúblicas marítimas que dominaron el comercio en el Mediterráneo. Sicilia y Pisa acabaron con su hegemonía en el siglo XII. Un maremoto en el siglo XIV arrasó su entonces espléndido puerto. A partir del siglo XIX con la unificación de Italia, Amalfi comenzó a destacar como un centro turístico internacional.
Por su posición en el centro de la costa amalfitana es un buen lugar para conocerla pues el servicio de ferries hacia los demás pueblos y a Capri es excelente.
Una visita a la Gruta dello Smeraldo es una experiencia sorprendente. Sus aguas transparentes, las formaciones geológicas y el desafío de la luz que se interna en el silencio de la gruta merecen el plácido paseo en barca desde Amalfi.

Desde Amalfi es «obligatorio» acercarse a la vecina Ravello. No es imaginable un enclave más bello que el de Ravello. Situada en la cima de los acantilados y con la mirada puesta en el mar y en la cercana Amalfi, sus villas suntuosas y sus magníficos jardines confirman la sospecha de que la realidad supera la imaginación.


Los mundialmente famosos conciertos que se celebran en Villa Rufolo, son una experiencia imprescindible. Navegar bajo las estrellas mecidos por los mejores sonidos imaginables en este espléndido jardín suspendido sobre el mar, es algo que se lleva para siempre en el recuerdo.

Sólo un kilómetro separa Ravello de Minori, y con sólo otro kilómetro se llega a Maiori. Dos bellos rincones donde además de vestigios romanos, rutas de senderismo con vistas de infarto y playas tranquilas, se encuentran alojamientos asequibles, y románticos rincones buscados por las parejas de recién casados.

La histórica Salerno, al sur de la Costa Amalfitana
En la zona más al sur de la Costa Amalfitana, a unos sesenta kilómetros de Nápoles se encuentra Salerno, la población más grande de la zona. Su convulsa y fascinante historia hunde sus raíces en las del pueblo etrusco.

Deambular por el centro histórico de Salerno y por su paseo marítimo, visitar su catedral en cuya cripta descansan las reliquias de San Mateo Evangelista, y acercarse al castillo medieval de Arechi desde donde se contemplan las vistas del golfo de Salerno, es lo mínimo que hay que ver en la ciudad. Además de divertirse en su alegre ambiente donde a cada paso se encuentran trattorías, y cafés con el marchamo de la auténtica gastronomía de Italia.
Una visita recomendable a los amantes de la botánica y la medicina es el Jardín de Minerva, germen de los jardines botánicos. Creado por la histórica La Escuela Médica Salernitana. Primera escuela médica medieval que fue la mayor fuente de conocimiento médico de Europa en su tiempo. Algunos autores la consideran la primera universidad europea. En ella estudiaban e impartían conocimiento las primeras mujeres universitarias. Llamativo e importante dato si tenemos en cuenta que en las posteriores universidades la presencia femenina estuvo prohibida hasta finales del siglo XIX.
Prácticamente convertida en un barrio de Salerno, Vietri Sul Mare es una visita interesante para los amantes de la cerámica. Su fabricación está presente en este pequeño e histórico pueblo desde el siglo XV. Muchas de las cúpulas que se levantan entre las calles de esta costa están cubiertas por azulejos fabricados en Vietri Sul Mare, y la cerámica que se vende en los pueblos de la Costa Amalfitana nace en este precioso rincón. Una visita a la fábrica Solimene es una de las citas inexcusables.


Y a escasos kilómetros está Cetara. Como Vietri Sul Mare, Cetara no depende exclusivamente del turismo y eso ha jugado un importante papel en la conservación de su autenticidad. Para comer pescado, este es el sitio. Considerado como el mejor pescado en la Costa Amalfitana. El atún de Cetara es famoso en todo el mundo y se exporta en grandes cantidades a Japón, donde se utiliza en platos de sushi.
Otra seña de identidad de Cetara es la legendaria Colatura di Alici, una salsa de anchoa similar al antiguo romano «Garum». De hecho es una receta romana utilizada en múltiples platos de la zona. Este es un «recuerdo» que alegrará la cocina de vuelta a casa.

Hay mucho más: el Camino de los Dioses entre Positano y Praiano, Atrani con su forma de teatro mirando al mar; Furore situado en un monte y abierto al mar a través de un fiordo. Paraísos para disfrutar de la naturaleza, y mucho, mucho más. Y por si todo esto fuera poco, desde el azul intenso nos espera Capri, la isla de las sirenas. Tendremos que hacer un sacrificio y volver.
