Roma. Alrededores de la estación de Termini. Zona bastante frecuentada por los turistas, aunque sólo sea porque allí se encuentran muchos de los hoteles más económicos de la capital. Zona que tiene también algunos atractivos de muchísimo valor, marginados normalmente en favor de los grandes iconos. La Basílica de la Santa Croce in Gerusalemme es uno de ellos, donde la leyenda sitúa los restos de la Vera Cruz traídos por la Helena, madre de Constantino, desde Jerusalén. La Porta Maggiore, cruzada la via Lumbicana y la via Prenestina, es otro. Frente a ella, otro más: la tumba-mausoleo del liberto Eurisacio. La tumba monumental de un panadero. Una tumba extrañísima, muy curiosa, fruto de una época bastante peculiar.

Es sintomático del proceso de disolución social que, al final de la República, la necesidad de prestigio individual y la competencia generalizada condujeran a excesos en las formas de representación de sí mismos, incluso en persnoas que ni podían ni pretendían obtener beneficio alguno con ello. Lo que originalmente, entre la nobleza, fue un espíritu agonístico en función de los propios mérticos degeneró, de manera generalizada, en un empeño por demostrar riqueza y éxito. Todo ello sin importar cuán pequeño fuese el escenario social en que se llevara a cabo esta demostración.

Paul Zanker, Augusto y el poder de las imágenes.

Eran los años finales de la República. Años de guerras civiles, de ausencia de liderazgo, de lucha de valores y falta de referencias. Lo griego, o mejor dicho lo helenístico, está de moda, aunque pronto dejará de estarlo. Tiempo abonado para la originalidad, la invención y la llamada de atención.

… son significativas, en sí mismas, las formas arquitectónicas de los monumentos funerarios. La imperiosa necesidad de superarse unos a otros condujo a la utilización de todo tipo de signos honoríficos y de los más diversos elementos para destacarse en el ámbito de la arquitectura. Este lenguaje ecléctico había sido tomado de la arquitectura helenística, pero la exageración hasta la hipertrofia es una expresión característica de la sociedad de la última época republicana. Esta situación determinó incluso los primeros edificios monumentales de Octaviano y su adopción de un nuevo orden, que también se manifestó en el lenguaje de las imágenes.

Paul Zanker, Augusto y el poder de las imágenes.

Véase, por ejemplo, el Mausoleo de Augusto, luego marginado en favor de una arquitectura mucho más mesurada y respetuosa con la tradición romana.

Pero volvamos a la tumba de Eurisacio, un personaje por lo demás absolutamente típico de aquella época. Eurisacio era un liberto, un antiguo esclavo que había logrado su libertad y posteriormente se había enriquecido de manera formidable con el negocio de la producción de pan. De origen griego como la mayoría de los panaderos de Roma, sin duda Eurisacio había sido esclavo de alguien importante, que agradecido por sus servicios lo había liberado y convertido en una suerte de cliente, situándolo en una posición privilegiada al asegurarle contratos con las administraciones públicas.

El pan era un asunto muy serio en la antigua Roma (recuérdese el célebre “pan y circo”) y todo aquel que quisiera ganarse el favor de la plebe debía asegurarse grandes cantidades de trigo y el servicio de un buen ejército de panaderos, para que no faltara nada. Aquellos años de Guerras Civiles en los que los hombres más ricos de Roma competían por ganarse el favor popular debieron ser “el agosto” de muchos, entre ellos los panaderos, y particularmente los que tuvieran buenos contactos. Eurisacio fue un emprendedor al estilo tardo-republicano y llegó a acumular una riqueza suficiente como para construirse, para él y para su esposa, un sepulcro monumental cuando muchas familias de la vieja aristocracia, venidas a menos, ya no podían darse tales lujos.

Un ejemplo palpable en este sentido son los costosos monumentos funerarios que se fueron acumulando, tanto al final de la República como en tiempos de Augusto, en las cercanías de las grandes arterias fuera de la ciudad. Los libertos que habían conseguido bienestar enfatizaban con orgullo sus derechos ciudadanos y la libertad de su familia en tanto se hacían representar ataviados con la toga y en compañía de su familia en monumentos funerarios de su propiedad construidas en las inmediaciones de las vias públicas. Así por ejemplo, Eurisacio, que después de la esclavitud había llegado a ser un panadero a gran escala, se ufanaba de su éxito profesional como si se tratase de un logro del Estado. Había conseguido un solar destacado en el cruce de dos importantes vias públicas cerca de la ciudad. Para la arquitectura de su monumento funerario ideó algo originial. El edificio consta de altos cilindros, cuya forma alude a los grandes graneros de un panadero. Pero los frisos alaban el método racional que utilizaba en la elaboración del pan.

Paul Zanker, Augusto y el poder de las imágenes.

Tumba de Eurisacio y Porta Maggiore
Tumba de Eurisacio y Porta Maggiore. Fuente
Tumba de Eurisacio
Tumba de Eurisacio. Fuente
Frisos en la Tumba de Eurisacio
Frisos en la Tumba de Eurisacio. Fuente

El mausoleo de Eurisacio está realizado en mármol travertino y decorado con los elementos característicos de un horno de pan, como esos cilindros que atraviesan el mármol. Sus frisos describen el proceso completo de la producción del pan como los frisos del Partenón habían descrito la procesión de las Panateneas. El sobrio clasicismo impuesto por Augusto una vez se hizo con el poder acabó con estos experimentos, que hoy vemos como auténticas rarezas artísticas e históricas.

Es un monumento único. Merece la pena alejarse del centro de Roma para verlo, junto con la Porta Maggiore y otros atractivos de la zona.

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