John Constable viajó poco. De las treinta y nueve provincias que conformaban la Inglaterra de su tiempo, sólo conoció la mitad. Nunca pisó Escocia, ni Gales, y mucho menos la Europa continental, a pesar de que sus cuadros llegaron a causar verdadero fervor en París, antes incluso que en su tierra natal: Suffolk el país de Constable.
Al contrario que su contemporáneo Turner, que no sólo conoció toda Inglaterra, Escocia y Gales, sino todos los lugares de Europa que tuvo tiempo de visitar y pintar, a Constable, natural de East Bergholt, un pueblecito de granjeros de Suffolk, no le atraía la idea de pintar sitios nuevos. Con Suffolk tenía más que suficiente.
En alguna de sus cartas recuerda la historia de un jornalero de aquella tierra que, viéndose obligado a cruzar el río Stour para pasar a Essex, la región vecina, en busca de trabajo, miró atrás y dijo: “Adiós, vieja Inglaterra, puede que no te vuelva a ver”. Constable, como aquel jornalero, sólo salió de su tierra por trabajo. Inclusó declinó una invitación a París en 1824, el año en que su cuadro El carro de heno fue el gran triunfador del Salón. “Imagínate”, le dice en una carta a su amigo John Fisher, “los adorables valles y las pacíficas granjas de Suffolk en una una escena para el entretenimiento de los frívolos parisinos”.
Frente al tópico romántico tan perfectamente representado por Friedrich y por Turner, Constable prefería los lugares habitados a los solitarios. Decía que “la soledad de las montañas oprimía su espíritu”, que prefería pintar casas, granjas, molinos, iglesias.
Más aún, Constable sólo pintó sitios a los que le unía un profundo lazo personal. El atractivo pictórico que pudieran tener –el exotismo tan buscado por los románticos, “el paisaje sublime que pone el alma en estado febril”– le era indiferente. Él pintaba los sitios que conocía, en los que había vivido, donde estaban sus recuerdos y sus amigos. Suffolk y Essex, donde creció; Middlesex, donde vivió la segunda mitad de su vida; o Wiltshire, el hogar de su gran amigo John Fisher. Rasgo raro en un paisajista, los cuadros de Constable llevan consigo una narración de su biografía.
Trazar un atlas de su pintura es tarea sencilla, y breve, pues dejando a un lado sus cuadros de la catedral de Salisbury y algunos otros –pocos– encargos, casi toda su producción pictórica se localiza en una región muy pequeña: la zona del Valle de Dedham bañada por el río Stour; la que le vio nacer; la que antes de su muerte ya era conocida como Constable’s Country, el país de Constable.
El país de Constable a través de sus cuadros
El país de Constable es pequeño, como decíamos: consiste en poco más que una serie de caminos y puentes en torno al río Stour, en la frontera entre Suffolk y Essex, entre las aldeas de Dedham, Langham y East Bergholt.
Es una zona bonita, laureada recientemente como “Área de destacada belleza natural”, atravesada por colinas suaves y onduladas, intensamente verde, con abundantes canales que se alimentan del Stour y norias que irrigan sus granjas y praderas. Y así lo refleja Constable en sus cuadros.
Debería pintar mis propios lugares, pues pintar es lo mismo que sentir. Toda mi niñez está en las orillas del Stour. Ellas me hicieron pintor y por ello les doy las gracias. (Carta John Constable a John Fisher en 1821)
Demos, pues, un paseo por ese país de Constable con sus cuadros como guía, persiguiendo las vistas que él inmortalizó.
Vista de la Rectoría de East Bergholt
Este cuadro ha sido identificado como uno de los muchos bocetos que hizo Constable de la rectoría de East Bergholt, muy cerca de la casa de su padre en Flatford Mill. Se trata de una escena especialmente significativa para él, pues está muy relacionada con su romance con Maria Bicknell. Constable se había enamorado de ella en 1809, cuando la chica pasaba una temporada con su abuelo, el Dr. Durand Rhudde, rector de East Bergholt.
Los Bicknell, que eran una familia bien establecida, no aprobaron el matrimonio de Maria con un artista de poco éxito, pero Constable, paciente, esperó a que la situación mejorara. En 1814, escribía esta carta a María:
Creo que no puedo hacer nada peor que caer en una sensiblería inútil, pero tengo que decirte lo que siento al mirar por la ventana desde la cual te escribo. Una hermosa y calmada puesta de sol de otoño brilla sobre los jardines de la rectoría y los campos cercanos, donde he pasado algunas de las horas más felices de mi vida.
Esta es la escena de la Vista de la Rectoría de East Bergholt , aunque Constable la iluminó con un sol de amanecer, no de atardecer. Quizá un signo de optimismo y no del todo mal orientado, pues dos años después, en 1816, el pintor y Maria Bicknell se casarían finalmente.
Vista de Dedham desde Langham
Otra de las muchas vistas del valle de Deadham que pintó Constable mientras aguardaba pacientemente la decisión de los Bicknell. Está tomada desde Langham, al otro lado del río Stour, mirando al valle en dirección al mar.
Constable admiraba profundamente la elegancia de la torre de Dedham, “que se opone al brazo de mar que entrar desde Harwich, donde el río serpenteante se pierde a sí mismo”. Hay pocos cuadros del valle en los que la torre no aparezca en el horizonte.
El valle del Stour y la aldea de Dedham
Uno de los encargos más importantes que tuvo Constable durante estos años fue este cuadro del valle de Dedham, con la aldea de Dedham en el centro, el Stour serpenteando por el valle y al fondo, en el extremo derecho del cuadro, Langham, el punto desde el que había pintado el cuadro anterior. En este caso incluyó en primer plano a un grupo de jornaleros cargando un montón de estiércol, un tipo de motivo, el que refleja en duro trabajo de sus paisanos, que se irá haciendo muy frecuente en su pintura.
El cuadro era un regalo del londinense Thomas Fitzhugh a su futura esposa, la hija de un señor local (desde cuya casa solariega pintó Constable el cuadro), para que no extrañara su lugar de origen cuando la pareja se trasladara a Londres.
Es una de las mejores obras de aquella primera etapa del pintor. Hizo numerosos bocetos durante el final del verano de 1814 (muchos de los cuales se conservan en el Victoria and Albert Museum), y en opinión de la mayoría de los académicos especializados en su obra, lo pintó en su mayor parte al aire libre.
Dedham Mill
Igual que Flatford Mill, Dedham Mill era propiedad del padre de Constable, y por tanto un lugar habitual para sus bocetos y trabajos preparatorios. Aquí lo vemos desde la orilla del Stour, con las iglesia de Dedham asomando al fondo.
Es un cuadro de 1820, una época en la Constable, ya casado, no pasaba tanto tiempo en Suffolk. En su estudio en Middlesex continuaba sin embargo trabajando en los temas de su tierra natal, de los que tomaba rápidos bosquejos siempre que la visitaba.
Este lienzo en particular deriva de un apunte que tomó en 1817 que se conserva en la Tate Gallery, un excelente recuerdo de su modo de trabajar, que causaría luego importantes influencias.
Los six-footers
Las grandes obras que Constable, conscientemente, dejó para la posteridad fueron seis lienzos de enorme tamaño (6 pies, de ahí que en inglés se conozcan como los six-footers) que son escenas tomadas, como no podía ser de otra manera, desde el río Stour. Hoy están entre las obras más famosas y celebradas del arte inglés.
Como era habitual, Constable hizo para cada uno de ellos numerosos bocetos, los cuales eran a su vez enormes lienzos que quedaron a medio terminar, al menos para los gustos artísticos de 1820. En la segunda mitad de ese siglo, cuando se popularizó el estilo de la Escuela de Barbizon (que tuvo a Constable por maestro), el gusto por esos lienzos a medio terminar ganó muchos adeptos, y varios coleccionistas, sobre todo franceses, se hicieron rápidamente con muchos de ellos.
Constable envió la Vista del Stour cerca de Dedham a la Royal Academy en 1822. Allí fue adquirida por el marchante francés John Arrowsmith y mostrada dos años después, junto con El carro de heno, en el Salón de París, donde causaron furor e inspiraron de forma notable a los nuevos paisajistas franceses, entre llenos a Eugène Delacroix. Más tarde serían los bocetos de estos cuadros, traídos por los propios coleccionistas, los que inspirarían a ls pintores de la escuela de Barbizon.
En aquel año vendió en Francia 20 cuadros, los mismo que vendería en Inglaterra a lo largo de toda su vida. A pesar de todo, no quiso acudir a las muchas invitaciones que le llegaron: “prefiero ser pobre en Inglaterra que rico en el extranjero”, ypocos años después discutió con Arrowsmith y cerró todos los lazos con Francia; Francia sin embargo no perdió su interés en Constable.
El maizal
El maizal muestra el camino que va de East Bergholt a Dedham, llamado Fen Lane. Era el mismo camino que había recorrido Constable de pequeño para ir cada día al colegio. En realidad, la vista desde ese punto no incluye la ladea de Higham ni la iglesia. Ambas fueron añadidos del pintor por motivos pictóricos, al estilo de la Claudio de Lorena,
Él lo llamaba El bebedor, por la figura del niño que se agacha para beber de la corriente, y esperaba que el cuadro se vendiera bien, “pues es más apacible para el ojo de lo habitual”, como le dijo a John Fisher.
No fue así. El maizal no se vendió en vida de Constable, pero a su muerte, sus amigos lo eligieron entre el grupo de cuadros que debían formar parte del patrimonio nacional, y hoy se conserva en la National Gallery de Londres.
Granja en el valle
Constable había conocido al reverendo John Fisher en 1798, cuando era rector de Langham (uno de sus puntos favoritos desde donde pintar el valle de Dedham). Fisher llegó a ser obispo de Salisbury (motivo por el cual Constable se acercó a pintar su Catedral) y mantuvo al pintor como su protegido durante toda su vida. A él se debieron sus mejores contactos y presentaciones. Su nieto, del mismo nombre, mantuvo con Constable una excelente amistad hasta su muerte, y una prolífica correspondencia.
A la muerte del obispo en 1825 Constable quiso rendirle homenaje pintando su granja de Suffolk y la iglesia de Lagham, donde se habían conocido. Como en el caso del maizal, aquí el pintor se tomó sus licencias para mejorar la escena, pues la iglesia en realidad no se ve desde el punto en que se situó para pintarla.
Es un cuadro que se quedó a medio terminar, al menos según los parámetros del pintor, por la visita que le hizo C.R. Leslie cuando estaba trabajando en él. Le dijo éste que le gustaba tanto que no añadiría una pincelada más, y Constable le tomó la palabra: aquella misma noche se lo envió para evitar la tentación de seguir pintando.
Este mismo C.R. Leslie fue luego el primer biógrafo de Constable y uno de sus primeros defensores. Lo calificó como “el más genuino de los paisajistas ingleses”, y en esto coincidió con otro pintor y grabador contemporáneo, S.W. Reyolds, que había dicho sobre The Lock:
No hay duda de que es la mejor de tus obras: fiel a la naturaleza, vista y organizada con el gusto y el juicio de un maestro. La ejecución muestra en cada detalle la mano de la experiencia: maestría sin rudeza, totalidad sin pequeñeces. El colorido es dulce, fresco y sano; brillante pero no ordinario, profundo, claro. Desde los días de Gainsborough y Wilson nadie había pintado con tanta verdad y originalidad, con tanto arte y tan poco artificio.
Verdad, originalidad, arte sin artificio son las constantes que definan la calidad de Constable como pintor. Como muchos artistas originales, le costó convencer a los coleccionistas de su tiempo, pero tuvo la confianza y la tenacidad de seguir su propio camino con determinación. Como él mismo había dicho del paisajista Richard Wilson, “enseñó un mundo que existía realmente, pero que nadie había visto”.
Conocer el país de Constable
Una ruta completa por los cuadros de Constable debería llevar al viajero más allá del río Stour: a las cercanías de Colchester, a visitar el parque Wivenhoe, donde pintó uno de sus más famosos cuadros, y también a la catedral de Salisbury, que inmortalizó en varias versiones. En sus cercanías están las termas de Bath, una de las grandes joyas romanas de Europa, y el Stonehenge, y Bristol, una de nuestras diez escapadas favoritas para el verano.
Pero sobre todo aquí, al llamado país de Constable, que se puede ver en su práctica totalidad en un día de paseos entre colinas onduladas, praderas y bonitos puentes sobre el río.
La mayoría de los puntos que Constable utilizó para pintar se pueden encontrar fácilmente y están bien marcados. En Flatford, muy cerca del lugar donde pintó El carro de heno, se pueden alquilar barcas para navegar por el río. Tanto Bridge Cottage como Flatford Mill son visitables, organizan exposiciones sobre la obra de Constable y albergan talleres y actividades relacionados con la pintura. Y en Dedham, cuya torre ocupa espacios tan prominentes en su obra, se puede ver, en la iglesia de St Mary’s, uno de sus pocos cuadros religiosos, La Ascensión.
Volviendo ayer de Suffolk, en la diligencia, estábamos dos caballeros y yo. No nos conocíamos. Al pasar por el valle de Dedham, uno de ellos exclamó, al decir yo que era un paisaje muy hermoso: “¡Claro, señor, este es el país de Constable!”. Preferí no revelarle mi identidad, para no arruinar el momento. (Constable a David Lucas, 1832).