Las iglesias románicas, con sus muros robustos e interiores oscuros, habían proporcionado a sus fieles ambientes de protección en una época llena de inseguridades e incertidumbres. Los templos góticos, en cambio, fueron fruto de una época de apertura y crecimiento, y se construyeron para trasladar a sus visitantes a un mundo nuevo, espiritual, iluminado por luces irreales hasta alturas imposibles.
Había nacido en Francia, concretamente en la abadía de Saint-Denis, pero se trasladó muy pronto al resto de Europa. En Inglaterra, el Gótico alcanzó una impresionante monumentalidad y quedó fijado para siempre en sus más bellas catedrales. Canterbury, Salisbury, Wells o Winchester adoptaron el estilo francés y lo bañaron de innovaciones propias, que se manifiestan en fachadas originales y en nuevas formas de estructurar y techar los interiores. En Londres, la capital, se construyeron decenas de iglesias góticas, y cuando el Gran Incendio de 1666 se llevó por delante muchas de ellas, se reconstruyeron mirando casi siempre a aquel pasado.
Seleccionamos aquí diez de esas imponentes catedrales góticas que aún hoy deslumbran al visitante (no podemos imaginar hasta qué punto lo hicieron en los tiempos en que fueron construidas) con la verticalidad de sus fachadas, con la creatividad de sus tracerías y con la mágica espiritualidad de sus interiores iluminados por vidrieras.
La Catedral de Santa María y San Chad de Lichfield.
En tiempos muy antiguos (para ser más o menos exactos: alrededor del siglo VIII) Lichfield se atrevió a competir con Canterbury e intentó convertirse en un arzobispado independiente. Lo fue sólo durante 16 años pero tuvo tiempo de construir una orgullosa catedral que, renovada después numerosas veces, sigue siendo una de las más destacadas de Inglaterra.
Sajona, y luego normanda, y finalmente gótica, la Catedral de Lichfield destaca por el uso de la arenisca roja y por sus elegantísimos espacios interiores, entre los cuales destaca especialmente la bellísima Sala Capitular.
La Catedral de San Pedro de Exeter.
En el sudeste de Inglaterra se encuentra la ciudad histórica de Exeter, que alberga una catedral construida en el siglo XIII porque la antigua iglesia románica “había pasado de moda”. En realidad, Exeter todavía conserva el espesor de los muros normandos en la fachada y en las torres, cuyo origen se quiso disimular añadiendo pináculos en las esquinas.
El interior deja menos dudas: tres naves con amplia iluminación lateral, arcos ojivales y un techo –curiosamente no demasiado alto– marcado por el ritmo de las nervaduras de las bóvedas.
La Catedral de San Pedro de Gloucester.
Desde hace más de 1300 años ha habido, en el sitio donde se levanta la Catedral de Gloucester, lugares de culto: primero, un pequeño monasterio anglosajón, luego una gran abadía dedicada a San Pedro, construida en estilo románico (que aún perdura en las vastas columnas de la nave principal), y adornada durante sucesivas ampliaciones góticas.
Con la Disolución de los Monasterios de Enrique VIII la abadía quedó disuelta y fue sustituida por la nueva Catedral de la diócesis anglicana de Gloucester. La fachada, los claustros y el fantástico Altar Mayor –una auténtica “caja de luz” al estilo de la Saint-ChapellePeterborough– representan lo mejor del estilo gótico en una catedral que contiene también elementos de estilo Tudor: un verdadero repositorio de la historia del arte inglés.
La Catedral de San Pedro, San Pablo y San Andrés de Peterborough.
Aunque la iglesia sea, en su mayor parte, del siglo XII, y fuera construida por lo tanto en estilo románico, incluimos aquí la Catedral de Peterborough aunque sólo sea por su impresionante fachada occidental, perteneciente al primer gótico inglés y compuesta por tres enormes arcos ojivales, que no tienen ni precedentes ni parangón en la arquitectura gótica europea. Cada arco, verdaderamente monumental, va rematado, en el piso superior, por un correspondiente gablete que alberga las estatuas dedicadas a San Pedro, San Pablo y San Andrés.
También son góticas las torres y las bóvedas de abanico de la preciosa Capilla de la Virgen (y también, cómo no, la recogida sobriedad de la nave normanda, aderezada por vidrieras góticas en los laterales y en la cabecera).
La Catedral de Santa María de Lincoln.
Construida entre 1192 y 1280, y perteneciente por lo tanto a la etapa más primitiva del gótico inglés, la Catedral de Lincoln tuvo el honor de ser el edificio más alto del mundo durante casi tres siglos, y hoy sigue siendo la tercera iglesia más grande de Gran Bretaña por superficie. Por supuesto, no sólo la avalan los números: es unánimemente reconocida como una de las obras más señeras del gótico inglés, que alcanza aquí una forma definida y purísima.
John Ruskin, uno de los más reputados críticos de arte del XIX, la tenía por “la más valiosa obra de arquitectura de las Islas Británicas”.
No te pierdas sus techos, marcados por las originales y variadas estructuras de sus bóvedas, sus dos rosetones (de por sí raros en el gótico inglés) y la fantástica iluminación que le dan las vidrieras, abundantes gracias a las diversas alturas de sus naves.
La Catedral metropolitana de San Pedro de York.
La ciudad de York, importante desde que en el siglo IX se convirtió en el principal puerto de los vikingos en la costa británica, es una de las ciudades más monumentales y atractivas de Inglaterra. Ha tenido tradicionalmente grandes ambiciones, incluso ambiciones capitalinas, aunque nunca pasó de ser –que no es poco– la segunda ciudad de Inglaterra: superada en la político por Londres y en lo religioso por Canterbury.
Sus monumentos reflejan esa importancia y esa ambición. La Catedral de York, o York Minster, es una iglesia gigantesca que se empezó a construir hace ocho siglos con la intención de superar a la de Canterbury en grandeza y ostentación. El resultado fue la mayor iglesia gótica al norte de los Alpes, un espectáculo monumental, vertical, lleno de vidrieras; un ejemplo grandioso de lo que llegó a ser gótico inglés.
La Catedral de Santa María de Salisbury.
Magnífico ejemplo del primer gótico inglés, la Catedral de Salisbury llama poderosamente la atención, primero y sobre todo, por su emplazamiento: está en un prado abierto, rodeada de una alfombra verde y alejada del núcleo urbano, al estilo de la Catedral de Pisa. La apertura del lugar remarca su monumentalidad y permite apreciarla sin obstáculos desde todos los puntos de vista (actividad muy apreciada por John Constable).
No te pierdas sus larguísimas, altas y estrechas naves, acentuadas por la combinación de piedra blanca y mármol negro; las fantásticas vidrieras de la Capilla de la Trinidad; o la Sala Capitular, donde se guarda la mejor conservada de las cuatro copias de la Carta Magna de 1215.
La Catedral de la Santísima Trinidad de Winchester.
Si suele llamar la atención la longitud de las naves en las catedrales inglesas, Winchester se lleva la palma: con 170 metros de longitud, es la iglesia gótica más larga de Europa.
Es también uno de los mejores ejemplos del estilo llamado gótico perpendicular, desarrollado en Inglaterra ya a mediados del siglo XIV, aplicado en Winchester sobre la base normanda (románica) de una iglesia anterior más modesta, cuya nave principal fue completamente suprimida y su techumbre (de madera) sustituida por otra de piedra.
Por su trabajo en el salvamento de los cimientos de la Catedral se hizo famoso, a comienzos del siglo XX, el buzo William Walker, que fue capaz de apuntalar los inundados cimientos, él sólo, con 25.000 sacos de cemento. Y en Winchester está también la tumba de una las escritoras más famosas del a literatura inglesa: Jane Austen, autora de obras como Orgullo y Prejuicio o Sentido y Sensibilidad.
La Catedral de San Andrés de Wells.
Una de las iglesias más particulares del gótico inglés, la Catedral de Wells tardó casi tres siglos en construirse y abarca por lo tanto todas las etapas que afectaron al estilo gótico
La fachada-pantalla occidental es una obra única: una fachada gótica que, a pesar de alcanzar nuevas alturas, parece que quiere crecer armoniosamente y expandirse también en horizontal, con esas dos torres laterales que la cierran y que son sólo ligeramente más altas que la torre principal; con puertas que permanecen en el primer piso y no destacan ni por su altura ni por su decoración; con esa profusa decoración en sus pisos superiores, en los que cuenta con una gran cantidad de estatuas policromadas de reyes, caballeros y santos, la mayoría de las cuales son aún originales del siglo XIII.
El interior no se queda atrás en inventiva: sus arcos centrales en forma de tijera, sus excelentes capiteles, sus infinitas nervaduras del espacio del coro y de la Sala Capitular (en la que, según los expertos, nació el gótico tardío en Inglaterra).
La Catedral metropolitana de Canterbury.
La Catedral de Canterbury es la sede del Arzobispado de Canterbury y la iglesia madre de la religión anglicana. Tiene más de 1500 años de historia, aunque su gran salto hacia la fama se produjo en 1170, cuando fue asesinado en su interior el arzobispo sir Thomas Becket por encargo del rey Enrique II. Convertido en mártir del cristianismo, Canterbury, que ya era un catedral importante, se convirtió en una gran iglesia de peregrinación.
Muy poco después se inició una ambiciosa reconstrucción del edificio –que sufrió un incendio en 1174– y este fue uno de los primeros proyectos en importar desde Francia el estilo gótico. De su anterior fábrica románica sólo conserva algunos capiteles y la cripta, que se conserva casi intacta.
Un par de siglos después, tras un terremoto, se construyó la nave principal que ha sobrevivido hasta la actualidad, en estilo gótico perpendicular, vertical y altísimo.
No te pierdas la tracería de abanicos de la enorme torre central, la impresionante fachada del coro (y el coro mismo, del siglo XII), los claustros del antiguo monasterio, la preciosa Capilla de la Trinidad o el sagrario con los restos de Thomas Becket.