El Gótico como estilo arquitectónico se ha asociado casi siempre a Francia, a Alemania y a Inglaterra. Italia tuvo el suyo propio, alejado del canon. El Gótico en España –esto han dicho muchos expertos– produjo grandes obras aisladas, pero no una raigambre tan profunda como en los países del Norte.
La realidad es bien distinta, como apuntan los últimos estudios y una ojeada profunda al territorio español. Al contrario que el el Románico, el Gótico en España no se limita al Norte ni a la estela del Camino de Santiago, sino que se extiende, al ritmo de la Reconquista, hacia las dos mesetas y llega hasta Andalucía y el Levante y los archipiélagos. El Gótico en España es, además, variadísimo, y es mejor definirlo así, como Gótico en España, más que como Gótico español, pues un estilo propio en Navarra, en Cataluña, en Castilla (como lo hay en Portugal).
Lejos de operar un rechazo, la existencia de Al-Andalus influye en la recepción de ese nuevo lenguaje y hace aportaciones notables, incluso más allá del arte mudéjar. El Gótico no nace en España: viene de Francia, de Alemania, de los Países Bajos, pero los maestros constructores, hispanos o extranjeros, lo adaptan a los gustos y las sensibilidades locales. Así nacen monumentos extraordinarios y tan diferentes entre sí como la Catedral de Burgos y la de Toledo, la de Sevilla o la de León. El Gótico en España acompaña la reconquista pero también el resurgir de la ciudad: además de los viejos castillos, al arco ojival y la crucería se hará presente en palacios, ayuntamientos, lonjas.
Seleccionamos por el momento ocho ejemplos, buscando variedad, tanto geográfica como tipológica, de este Gótico en España que nos ha dejado tan abultado y excelente patrimonio.
La Catedral de Burgos
Para traer a Castilla a su prometida, la princesa Beatriz de Suabia, el rey Fernando III envió a su hombre confianza, el obispo Don Mauricio de Burgos. Era el año 1219. Don Mauricio tuvo que pasar por Francia en su camino al Sacro Imperio, y allí quedó deslumbrado por su monumental estilo Gótico de sus nuevas catedrales. A su regreso, cantó al Rey las maravillas de esas iglesias, altísimas, esbeltas, hechas de piedra y de vidrios de colores.
Maestros constructores y artesanos franceses se trasladan a Burgos. Con ellos traen estilos y formas de construir desconocidos entonces en Castilla; en el año 1221 no tenían nombre; ahora los llamamos Gótico Clásico. Con el tiempo se incorporan nuevos maestros; uno, de nombre, Enrique, aplica lo aprendió en Reims. Con el tiempo los planes cambian y evolucionan. En 1277 se hace cargo de las obras, por primera vez, un maestro de origen hispano.
Casi dos siglos después llega a Burgos un nuevo arquitecto. Esta vez viene de Alemania. Quizá se llama Hans. Hoy es Juan de Colonia. En su tierra natal había aprendido a retorcer las líneas y ondular los vanos, a cruzar de mil maneras los nervios de las bóvedas, a cerrar las torres con altísimos y estilizados chapiteles o flechas que parecían llegar al cielo.
En Burgos construyó un monumental cimborrio, profusamente decorado y coronado por ocho chapiteles. Lamentablemente, se derrumbó un siglo después y tuvo que ser sustituido por otro, el actual, menos cargado y más luminoso, aunque apegado aún al estilo y las formas de aquel Gótico final que hemos venido a llamar flamígero.
Hemos hablado hasta ahora del exterior, pero el interior es aún mejor. Tiene maravillas del Gótico en todas sus fases y también del Renacimiento. La Capilla Mayor, la de Santa Tecla, la del Condestable, la escalera dorada de Diego de Siloé, los relieves de la girola; para los amantes de la historia, las tumbas del Cid y de Doña Jimena.
La Catedral de Girona
De pasado visigótico, y luego románico, y luego Gótico, la de Girona es una de las más originales iglesias góticas de España. Su atractivo no esta en su exterior, aunque un rodeo permite ver con claridad los monumentales contrafuertes. La fachada no es gótica, sino barroca; un añadido posterior.
El interior es muy distinto. Fruto de la ambición de unos proyectos nunca suficientemente grandilocuentes, se le encargó finalmente al maestro constructor Guillermo Bofill, que planteó una templo con una única nave. Cincuenta metros de largo, veintitrés de ancho, treinta y cuatro de alto. La diafanidad, más propia de épocas posteriores, unida a la espiritualidad nunca perdida del estilo Gótico, a la piedra oscura que nos habla desde los siglos, dan lugar a un espacio emocionante, ambicioso, verdaderamente sagrado.
Aunque correspondiente a otra época, hay que mencionar también el encantador claustro románico, de planta trapezoidal y con extraordinarias tallas en los capiteles.
La Catedral de Toledo
La antigua capital visigoda, conquistada por Alfonso VI en el año 1095, había seguido siendo una ciudad árabe durante siglos. Las capitulaciones firmadas por el Rey permitieron tomarla sin luchar, a cambio de respetar el culto y los templos de sus habitantes musulmanes. Así fue al menos hasta el siglo XIII, cuando el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, gran impulsor del Gótico español, derrumbó la vieja Mezquita-Catedral e inició la construcción una nueva iglesia desde sus cimientos.
Inspirada en las grandes catedrales de francesas de París y Le Mans, la Catedral de Toledo terminó siendo un estilo intermedio, un Gótico francés adaptado a necesidades y los gustos algo diferentes. Templo enorme de cinco naves, con doble girola, es menos armónica que sus coetáneas de Burgos o León por los abundantes cambios de planes que sufrió su construcción. A pesar de ello la calidad de sus fachadas y sus pórticos, de sus abundantísimas capillas y sepulcros, de su fabuloso retablo, de la consecución, en fin, de innúmeros y exquisitos detalles arquitectónicos y escultóricos, algunos, como Díez del Corral, la consideran la obra magna del Gótico español.
La Lonja de la Seda, en Valencia
Dijo la UNESCO, cuando en 1996 la incluyó en el Patrimonio Mundial, que la Lonja de la Seda es "una obra maestra del gótico flamígero", y que ilustra "el poderío y la riqueza de una gran ciudad mercantil mediterránea en los siglos XV y XVI".
El Reino de Valencia fue verdaderamente el corazón de la Corona de Aragón durante aquellos siglos, y la ciudad de Valencia, la capital del Mediterráneo. El poderío de su burguesía comerciante trajo riquezas sin fin a la ciudad, que engalanó su preciosa Catedral con una nueva bóveda sobre el altar mayor, levantó las Torres de Quart y construyó un suntuoso edificio para los mercaderes, la magnífica Lonja de la Seda.
Por fuera parece un castillo medieval –la Lonja tenía su cárcel, para los ladrones y los deshonestos–; por dentro es una delicadeza tras otra. Ventanas con decoración flamígera, monumentales arcos canopiales, bellísimas esculturas y gárgolas, un espacio, la Sala de Contratación, un verdadero templo dedicado al crecimiento y la riqueza originadas por el comercio. En la parte más alta de las paredes, unas inscripciones en latín dicen así: "Probad y ved cuan bueno es el comercio que no usa fraude en la palabra, que jura al prójimo y no falta, que no da su dinero con usura. El mercader que vive de este modo rebosará de riquezas y gozará, por último, de la vida eterna".
La Catedral de León
Se dice de ella que es la más francesa de las catedrales españolas. Se quiere decir, quizá, que representa mejor que ninguna otra el espíritu que animó las primeras catedrales góticas, que es la más reconocible. La Catedral de León no es la más grande de entre sus hermanas españolas, ni la más lujosa, ni la que guarda en su interior un mayor número de tesoros artísticos en forma de capillas o sepulcros. Sus cualidades son otras. Si San Martín de Frómista es el canon del Románico en España, la Catedral de León lo es del Gótico.
Se parece mucho a las catedrales de Reims, de la que toma la planta, Amiens y Bouvais, con las comparte el alzado. El exterior es perfecto para ilustrar un manual del estilo gótico; sus pórticos ojivales, su enorme rosetón, sus arbotantes tan a la vista. Lo mismo pasa en su interior. Allí se llevó a cabo, de una manera quizá inalcanzada en el resto de España, la idea de desmaterialización de los muros. Las vidrieras están omnipresentes
Merece la pena también rodear todo el exterior de la iglesia para admirar la esculturas que decoran las arquivoltas y los tímpanos de todas sus entradas. Son, ellas también, de un Gótico canónico y excelente.
El Palacio del Infantado, en Guadalajara
Dicen que nació en Saint-Pol-de-Leon, en Normandía, con el nombre de Jean Was, pero se trasladó, siendo aún muy joven, a Castilla. Aprende con su padre, cantero, y con el maestro constructor Hanequín de Bruselas. Pronto recibe encargos por sí mismo y trabaja sin cesar: participa en la construcción de las catedrales de Ávila y Segovia, levanta castillos como el de Belmonte y el de los Mendoza en Manzanares la Real, levanta una capilla en la Lonja valenciana. En la cúspide de su fama, los Reyes Católicas le encargan la construcción del Monasterio de San Juan de los Reyes, un edificio para conmemorar la Batalla de Toro y el nacimiento del heredero, el príncipe Don Juan, y para servir como Panteón Real.
Tremenda originalidad mostró en la construcción de una de las joyas de la arquitectura civil española: el Palacio de los Duques del Infantado. Aquí se observa una mezcla, pues si el edificio tiene una clara raigambre gótica, muestra también la nítida influencia de otro estilo que Guas había aprendido y admirado en Toledo: el mudéjar. Él los mezcla con gracia y termina creando un edificio novedoso, decorado con esas inconfundibles puntas de diamante, un gótico-isabelino al que un siglo después se le añadirá la preciosa logia renacentista que lo corona.
El Palacio, por dentro, es otra maravilla donde se pueden ver igual de bien engarzadas las influencias góticas, andalusíes y los primeros ecos de un Humanismo que, justo entonces, se abría paso en Castilla. Una mezcla de estilos que dará a luz no pocas maravillas en el siglo siguiente.
La Catedral de Palma de Mallorca
El que dio la orden fue Jaime I, rey de Aragón, conde de Barcelona y de Urgel, señor de Montpellier. Había llegado al trono muy joven. Su tío, el infante Fernando, se alió con algunos nobles y trató de usurparle el trono. Aún no sabían que a Jaime terminarían llamándole "el Conquistador". El joven Rey aplastó la revuelta y asentó su poder. En 1229 se lanzó a la conquista de Mallorca, cuyos piratas molestaban el mercado de las ciudades catalanas. Tomó sin dificultad –y sin piedad– la isla mayor de las Baleares y luego hizo lo propio con las demás. Más adelante conquistará también Valencia y Murcia. Pero en aquel viaje hacia Mallorca todo pudo irse al traste por un terrible temporal, una tormenta que a punto estuvo de debelar la flota. Jaime prometió a la Virgen María una catedral en la ciudad conquistada. Una catedral grandiosa. Y la Virgen lo salvó.
Y la Catedral de Palma de Mallorca fue verdaderamente grandiosa. Tiene tres naves y altísimos techos (la tercera iglesia europea en altura, tras Beauvois y Milán; la más alta de todo el Gótico en España), un exterior está erizado de pináculos, un hermoso ritmo de contrafuertes y arbotantes, puramente gótico, que contrasta con un interior diáfano y luminoso por las diferentes alturas de las naves.
La Catedral –o Seu– de Palma tiene otra cualidad, relacionada, más que con la arquitectura, con el paisaje. Es una catedral que mira al mar.
La Catedral de Sevilla
La Catedral hispalense aglutina un gran ramillete de estilos artísticos, pues conserva incluso, de la anterior mezquita almohade, el alminar –la famosa Giralda– y el patio de los naranjos. Tiene también un conjunto renacentista espectacular en su Sacristía Mayor –joya del plateresco–, Sala Capitular y Capilla Real.
De estilo Gótico es casi todo lo demás, incluyendo la planta, las principales fachadas y pórticos, las naves interiores. Y no es un Gótico cualquiera. La Catedral de Santa María de la Sede nació con el firme propósito de no tener igual en el mundo, y todo en ella se hizo a lo grande. La mescolanza de estilos no debe llevar a engaño. El que se adentra en ella se verá golpeado espiritualmente por el gótico más puro, y podrá contemplar, si echa la vista arriba, las elevadísimas bóvedas de crucería de la nave central, o las elaboradas bóvedas estrelladas que coronan el crucero. Debajo, el coro y el trascoro, y el impresionante, el prodigioso retablo mayor.
La Catedral de Sevilla conserva también los sepulcros de varios personajes egregios de nuestro pasado: entre ellos Fernando III, Alfonso X y Cristobal Colón.