Castilla-La Mancha es una tierra inspiradora de grandes aventuras. Sus paisajes están poblados por valientes soldados, pícaros divertidos, hermosas doncellas, y caballeros andantes. Entre ese espectacular despliegue de personajes brilla con luz propia don Alonso Quijano, en cuya búsqueda partimos hoy siguiendo la Ruta del Quijote, entre molinos de viento, ventas, castillos, naturaleza y buena mesa.
Trazar una Ruta siguiendo los pasos de este caballero singular es casi un ejercicio personal ligado a la lectura de la novela de Cervantes. Oficialmente hay una Ruta del Quijote con varios recorridos que suman unos dos mil quinientos kilómetros. Paisajes y rincones que Cervantes convirtió en un espejo del mundo.
Aquí nos acercamos a unos cuantos puntos emblemáticos de la Ruta del Quijote, pero como decimos hay un camino para cada lector, una ruta para cada Quijote. Si los «Caminos de Santiago» acaban en Compostela, los del Quijote no tienen un punto final. Don Quijote está en la Mancha, en cualquier lugar de la Mancha, sólo hay que salir a su encuentro.
La Ruta de Don Quijote y su espectacular viaje internacional comienzan en La Mancha
Este ingenioso hidalgo ha hecho universal el paisaje de la Mancha. El viaje de esta novela de novelas por el mundo comenzó con la traducción a la lengua de Shakespeare que realizó Thomas Shelton en 1612. Lo que convirtió a Inglaterra en el primer país europeo que recorrió don Alonso Quijano. Después ha sido un no parar y nuestro «caballero armado» recorre el mundo influyendo en la literatura, apareciendo en el cine, en la música, o en el arte. Pero esas son otras rutas.
La mayoría de los lugares reales que en la ficción se transforman en escenario de las andanzas de El caballero de la triste figura están en la Mancha. A algunos de ellos nos vamos a acercar, sin ningún orden concreto.
Comienza la novela en un impreciso lugar de la Mancha que don Miguel no quiere recordar:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero…
1. Argamasilla de Alba – Si somos fieles a lo que propone la edición de la Real Academia, y disculpándonos ante todos los demás candidatos, daremos por bueno que este es el lugar del que Cervantes no quería acordarse. Eso convierte a Argamasilla de Alba, en plena España vacía, en el punto de partida de don Quijote y Sancho Panza para vivir sus aventuras y al que siempre regresan estas dos «desventuradas» criaturas.
Muy cerca de aquí tuvo lugar la aventura de los mercaderes donde quedó molido a palos y fue devuelto a su casa por su vecino Pedro Alonso.
Tiene Argamasilla un lugar de encuentro para cervantistas: La Rebotica de los Académicos. Era una fundación ficticia imaginada por Cervantes de la que sabemos que en 1905 era una realidad que disfrutó Azorín mientras escribía su libro «La ruta de Don Quijote» con motivo del tercer centenario de la novela.
En Argamasilla se encuentra también La cueva de Medrano donde se cree que Cervantes, estando preso por un lío de faldas, empezó a escribir El Quijote. Existe en esta cueva un “libro áureo” firmado por todos aquellos ilustres que la visitan.
Y a unos doce kilómetros de Argamasilla está el Castillo de Peñarroya, una fortaleza que arranca su historia en el siglo XII y es la entrada natural a las Lagunas de Ruidera.
§2. Campo de Criptana – Tiene esta localidad una buena muestra de aquellos gigantes contra los que luchó don Quijote que no eran otra cosa sino molinos de viento.
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra…
Se conservan diez molinos de los que tres datan del siglo XVI: Burleta, Infanto y Sardinero. Pero todos tienen nombre y todos están utilizados. De modo que Culebro, por ejemplo, es sede del Museo de Sara Montiel, la hija más famosa del pueblo. Lagarto es el museo de la Poesía. Pilón es el Museo del Vino. Inca Garcilaso reconstruido con la ayuda de Perú y convertido en Museo de Labranza. Cariari reconstruido con la ayuda de Costa Rica y convertido en Museo de Pintura, o Quimera reconstruido con fondos de la República de Chile. En el molino Poyatos se encuentra la oficina de turismo.
En Campo de Criptana hay varias y estupendas posibilidades de alojamiento. Por su particularidad y buenísimas criticas os recomendamos La Casa del bachiller. Es una preciosa casa-cueva restaurada donde también la atención y el ambiente son un lujo. Está situada junto al molino Sardinero.
§3. El Toboso – Aquí no hay duda alguna, esta es la patria chica de la sin par Dulcinea. La dama por la que Quijano emprende su camino de aventuras para «desfacer» entuertos mientras sueña con ella en voz alta:
¡Oh mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, últimamente, idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo!
Está tan volcada en el Quijote esta villa manchega, que paseándola se encuentran inscripciones con frases literales de los pasos de Quijano y Sancho por sus calles. Ellos llegaron envueltos en la noche y no encontraron palacio o alcázar alguno, que era lo que esperaban como residencia de una dama tan principal. Por culpa claro está de algún extraño encantamiento. Pero Dulcinea vivió aquí y aquí la siguió soñando don Quijote. De hecho hoy se puede visitar su casa-museo.
Porque en el colmo de la ficción hecha realidad uno se puede hacer la composición exacta de cómo era una casa manchega del siglo XVI en la Casa de Dulcinea. El edificio actual está levantado en el mismo lugar donde existió la casa de doña Ana Martínez Zarco de Morales, señora que al parecer fue la Dulcinea de Cervantes. Ana era hermana de don Esteban, un noble del lugar propietario de esta casona manchega. Debía ser una guapa moza que seguro hizo suspirar a nuestro escritor más universal. Cervantes ejerció en el Toboso de alcabalero (cobrador de impuestos).
Tiene El Toboso un interesante Museo Cervantino que guarda una valiosa colección de ediciones de el Quijote en la mayoría de idiomas conocidos, que nos recuerda la que atesora el Aula Cervantina de Órgiva.
Otro museo relacionado con el Quijote es el Museo del Humor-Gráfico Dulcinea, que tiene una colección particular con ilustraciones humorísticas sobre el tema de El Quijote cuyos autores son casi todos humoristas famosos y reconocidos.
Todas las rutas del Quijote se pueden realizar en coche, o en moto, y a lo largo de los caminos se encuentran con facilidad “posadas” donde descansar y disfrutar de la cocina natural y sabrosa de la Mancha. Entre la oferta hotelera de El Toboso es muy recomendable la Hospedería Casa de La Torre, ambientada en la época de Cervantes y con una buena relación calidad-precio.
La Ruta del Quijote es un camino entre castillos, ventas y parajes impresionantes
La locura de aquel flaco maravilloso se le instaló en la cabeza por culpa de las lecturas de novelas de caballerías cuyos protagonistas se le antojaban a él personajes reales de «desmesurada grandeza”.
En una Ruta del Quijote que nos sirva para recordar y entender mejor las páginas de la novela, se hace imprescindible la visita a un castillo. Uno de verdad, no una de aquellas ventas que confundía El caballero de la triste figura con imponentes castillos.
§4. Belmonte – Entre los plácidos campos de la Mancha emerge un espléndido castillo que pertenece al Conjunto Histórico Artístico de Belmonte. Construido por orden de Juan Pacheco, primer marqués de Villena, en 1456. Su arquitecto fue Hanequín de Bruselas, el maestro flamenco involucrado también en la imponente catedral de Toledo.
La visita a este castillo, que es más que recomendable, tiene entre otros muchos atractivos el interés de acercarse a la vida de los caballeros medievales. Protagonistas de las novelas de caballerías que volvieron tarumba al Quijote.
Desde el torreón norte del castillo se disfruta de una vista de privilegio del pueblo de Belmonte. Se ven monumentos como la magnífica Colegiata de San Bartolomé que también fue idea del marqués de Villena y cuya visita es imprescindible, o el antiguo Alcázar del Infante Don Juan Manuel.
Este antiguo Alcázar ha sido reconstruido y es, esta sí, una espléndida venta a la altura del grandísimo y respetado personaje que hoy es El Quijote.
Y como llevamos muchos kilómetros …antes de que la noche se nos vaya entrando a más andar y con más oscuridad de la que habíamos menester…. busquemos un hotel.
En el caserío de Belmonte se saborean los ecos de su época medieval al abrigo de la muralla que se desliza desde el castillo protegiendo el casco antiguo. Su patrimonio merece una parada con tiempo para disfrutarlo.
§5. Mota del Cuervo – Cercano a Belmonte se encuentran intactos algunos ejemplares de aquellos gigantes contra los que luchó nuestro caballero.
Este llamado Balcón de la Mancha, es un cruce de caminos enclavado en el centro de Castilla-La Mancha.
Y en este cruce de caminos, junto a la ermita de la Virgen de Manjavacas, en una venta medieval que allí se levantaba fue «armado caballero» nuestro querido protagonista.
Hace unos años el archivero e historiador Francisco Javier Escudero y la arqueóloga Isabel Sánchez Duque, localizaron el lugar donde estaba el mesón en el que un ventero socarrón armó caballero a don Quijote de la Mancha.
Después de este «detalle» ya estaba completo todo lo necesario para comenzar la venturosa ruta del Quijote:
«Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vió la hora Don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped, le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas”.
§6. Ossa de Montiel – Aquí sucedió una de las más famosas historias del libro: la extraordinaria experiencia de La Cueva de Montesinos, donde durmió el Quijote durante tres días mientras fuera pasaba sólo una hora. Lo cuenta Cervantes en el capítulo XXIII de la segunda parte del libro:
¿Cuánto ha que bajé? —preguntó don Quijote. —Poco más de una hora —respondió Sancho. —Eso no puede ser —replicó don Quijote—, porque allá me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y a amanecer tres veces; así que, a mi cuenta, tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
La culpa de ese desfase temporal la tuvo un encantamiento del mago Merlin. Esta misteriosa cueva es visitada cada año por más de treinta mil personas.
La cueva, «un cristalino palacio» según don Quijote, recorrida por un río y poblada de murciélagos, inspiró a Cervantes el encantamiento de Durandarte y Belerda. Historia que don Quijote contó a Sancho junto al Castillo de Rochafrida al salir de la cueva de Montesinos, entre otras muchas fantásticas historias.
Este es un encantamiento para el que hay que estar prevenido, pues la vegetación, el agua que aún mana de la fonte frida y la paz que envuelve este lugar donde permanece erguida la ruinosa fortaleza de Rochafrida, invitan a dejarse encantar.
Porque estos míticos lugares están enmarcados en el Parque de las Lagunas de Ruidera, que según don Quijote son nada menos que el encantamiento de unas damas (Ruidera y sus hijas y sobrinas), convertidas en lagunas por el mago Merlin. En el mismo encantamiento Merlin convirtió a Guadiana, el escudero de Durandarte, en el río que lleva su nombre y que juega a desaparecer de vez en cuando motivado por la pena de no volver a ver a su señor y a sus gentes.
Si hacemos caso a don Quijote, toda esta magia dio lugar al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, situado en el límite de las provincias de Albacete y Ciudad Real en medio del extenso Campo de Montiel.
En sus cuatro mil hectáreas pobladas de dieciséis cascadas y torrentes, habitadas por numerosas aves acuáticas, se pueden practicar todo tipo de actividades al aire libre.
§7. Villanueva de los Infantes – Situada en el Campo de Montiel del que fue capital, este Conjunto Histórico Artístico es uno de los lugares que se arrogan el paisanaje de don Quijote y que insiste en ser ese «lugar de la Mancha de cuyo nombre no se quiere acordar don Miguel”. De hecho en 2004 un equipo de la Universidad Complutense liderado por el doctor en sociología, Francisco Parra Luna, le otorgó ese paisanaje basándose en un estudio que contradice a la Real Academia y a Argamasilla de Alba.
§8. Almagro – A algo más de una hora de Ossa de Montiel y ya en el Campo de Calatrava se encuentra Almagro cuyo monumental e histórico caserío forma parte de la Asociación de Pueblos más bonitos de España. No es para menos. Numerosos palacios y casas solariegas, iglesias y conventos reflejan la importancia histórica de esta preciosa villa situada en la ruta del Quijote.
Para no perderse: el Museo del Teatro, el Etnográfico del Campo de Calatrava, el del Encaje y desde luego su famoso Corral de Comedias que sigue vivo desde el siglo XVII y es el eje de las celebraciones del Festival Internacional de Teatro que se celebra en Almagro desde 1978.
Y para disfrutar de la gastronomía y un bullicioso ambiente está su preciosa e irregular Plaza Mayor que tiene su origen en una antigua plaza de armas y fue después el centro de una feria de comercio.
Aquí la oferta hotelera es amplia y nos vamos a remitir a nuestra experiencia para aconsejaros el Hotel Posada Los Caballeros, un precioso establecimiento muy bien atendido y con una ubicación perfecta.
A sólo cuarenta kilómetros de Almagro se se encuentra el Parque Nacional Tablas de Daimiel, un humedal formado en la confluencia del río Guadiana y su afluente Cigüela. Es uno de los ecosistemas acuáticos más importantes de la Península Ibérica. Paso migratorio importante de aves y hábitat de una variada fauna y flora. Es además ZEPA y parte de la Reserva de la Biosfera La Mancha Húmeda. También en este parque se pueden realizar variadas actividades al aire libre.
Paladeando sabores en la Ruta del Quijote
Posiblemente esta novela es una de las obras que más información aporta sobre la cocina española del Renacimiento. En las andanzas de estos compañeros de fatigas aparecen continuas referencias a la cocina de estas tierras, lo que la ha hecho conocida internacionalmente. ¡Que hubiera sido de ellos sin la compañía de un buen vino y un buen queso manchegos!
Y si hablamos de vino hay que hacer una parada imprescindible muy cerca de Mota del Cuervo, en Monreal del Llano. Allí se encuentra la Bodega MontReaga donde se pueden catar los estupendos caldos manchemos. En esta bodega hace una parada la visita que os recomendamos arriba desde Madrid.
Cuando la materia prima de esa cocina tiene como base aceite de oliva, estupendos vinos, esa joya de tonalidades naranjas conocida como «azafrán», la exquisita «miel de La Alcarria», buenas hortalizas, carnes variadas y pescados de interior, los resultados no pueden defraudar.
Y para entender las alabanzas de Quijano y Sancho a algunos platos, hay que probar los «duelos y quebrantos», la «olla podrida», los palominos rellenos, la liebre, el conejo, los pichones, y la perdiz, ésta última en escabeche es un manjar. Sin dejar de lado un buen pisto manchego, la exquisita caldera de cordero o las migas manchegas, y sus sabrosos embutidos. Y sus dulces caseros de aquellos que hacían las abuelas.
Esta es una cocina austera y sencilla, sobria y muy elaborada. De origen humilde y pastoril con influencias de la cocina andaluza, de la romana y de la cocina andalusí.
Un consejo: probar lo más auténtico de la región. Y para curiosos y cocinillas esta web del Instituto Cervantes donde se recogen algunas de las recetas que aparecen en el libro.