El Museo de las Relaciones Rotas de Zagreb
Un joven museo croata que explora los objetos cotidianos y nuestras relaciones con ellos.
El Museo de las Relaciones Rotas surgió, claro, de una ruptura. Drazen Grubisic y Olinka Vistica, una joven pareja croata, discutían cómo repartir todo lo que habían acumulado juntos –no la casa o el coche, sino esas otras cosas– y concluyeron que todos esos objetos no eran sólo objetos, que a través de ellos renacían historias, recuerdos y pensamientos.
Percibieron que ese apego a nuestros propios objetos podría extenderse a los de otros, en un interés entre voyeurístico y antropológico. A su pequeña colección fueron agregando más y más recuerdos de otras parejas y organizaron una exposición, aprovechando la Bienal de Zagreb de 2006. Tuvo tanto éxito que tras esa muestra cargaron su incipiente colección y la fueron mostrando por Europa, acaparando interés de medios y público, hasta que finalmente se instalaron en su ciudad natal, Zagreb, como Museum of Broken Relationships (Museo de las Relaciones Rotas).
Los objetos que amamos nos ayudan a pensar. Tienen la capacidad de explorar el palimpsesto del pasado.
El interés por los objetos cotidianos no es desde luego un asunto extraño a la museología, pero en este caso cabe preguntarse si los objetos son la razón de ser, el interés principal del museo. La antropóloga Sherry Turkle ha escrito que “los objetos que amamos nos ayudan a pensar y por eso les tenemos tanto apego”. Estos objetos, dice Turtle, “tienen la capacidad de explorar el palimpsesto del pasado”, cuyo libro en Evocative Objects: Things We Think With es una estupenda fuente para profundizar en este tema.
Drazen y Olinka ya tenían claro al principio que no querían ser ni un repositorio de la autocompasión ni un recetario para la superación, tampoco un museo del desamor; pretendían explorar las historias que se ocultan tras los objetos cotidianos, ofrecer a sus dueños una manera de superar una crisis emocional a través de la creación y superar la individualidad que parece ir adherida a toda evocación de este tipo. La introversión y la reflexión parecen ser el efecto que más dura entre sus visitantes, según afirman los creadores tras más de siete años de experiencia.
En 2011 recibieron el Premio Kenneth Hudson a la Innovación museística, por su contribución “a la reflexión sobre la fragilidad de las relaciones humanas, así como de las circunstancias políticas, económicas y culturales que las rodean”.
La salud del museo parece fuerte y su futuro asegurado. De hecho, aunque han dejado de solicitar nuevas piezas, no paran de recibirlas. Y es que ¿a quién no le hace ilusión que un objeto querido pase a formar parte de la colección permanente de un museo?