El Puente Romano de Córdoba se construyó en tiempos del emperador Augusto (para formar parte de la Vía Augusta), una época de abundantes e importantes construcciones en Hispania (véanse las fundaciones de Emérita Augusta –actual Mérida– o de César Augusta –actual Zaragoza–, o la construcción de los teatros de la propia Mérida, de Itálica o de Cartagena).
Se erigió entonces con dieciséis arcos soportados por estribos y defendidos por tajamares de medio cilindro, que facilitan el paso de las aguas y suavizan la impetuosa corriente.
Pero, en el transcurso de veinte siglos de existencia, y siendo, hasta una fecha tan cercana como 1953, el único puente construido en Córdoba, el Puente Romano ha sido derribado y reconstruido en múltiples ocasiones por razones militares, pues muchas veces ha sido escenario de batallas y revueltas.
Aunque de romano le quede poco más que el nombre –en concreto, de su fábrica original conserva los sillares y algunos arcos– sí mantiene un aspecto similar al que tuvo en tiempos antiguos, sobre todo desde su última restauración, en 2008, que intentó devolverle, en la medida de lo posible, su traza primigenia.
La estatua del Arcángel San Rafael
En el año 1651, después de una grave epidemia de peste que había causado estragos en la población, se colocó hacia la mitad del puente, sobre uno de sus barandales de piedra, una imagen del Arcángel San Rafael, obra del escultor cordobés Bernabé Gómez del Río, para dar gracias por el fin de la epidemia.
El Arcángel era custodio de Córdoba desde que un siglo antes, como cuenta la leyenda, otra epidemia acabó poco después de que San Rafael se apareciera al Padre Roelas y le dijera:
Yo te juro por Cristo Crucificado que soy Rafael Ángel a quien Dios tiene puesto por guarda en esta ciudad.
Es habitual encontrar la figura del Arcángel envuelta en flores, velas y otras ofrendas realizadas por los cordobeses, una tradición, especialmente arraigada en el barrio del Campo de la Verdad –que se encuentra justo al Sur del puente, tras la Calahorra, extramuros de la ciudad–, con una larga tradición.
Las causas de esta devoción son seguramente las mismas que sirvieron para erigir las estatuas de San Rafael, y la especial devoción de este barrio ya la apuntaba Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba de 1873 (que se pueden descargar gratuitamente):
En las grandes epidemias que han afligido a los cordobeses, el barrio del Espíritu Santo [o del Campo de la Verdad] ha sido de los mas castigados, contribuyendo a ello varias circunstancias; una, su proximidad al río, puesto que casi lo rodea: otra, la falta de pronta asistencia, por no haber en él ni médicos ni boticas, y otra, la peor en muchas ocasiones, que, asustados los del interior, prohibían la entrada de los forasteros, cerrando las puertas, a excepción de dos o tres, entre estas la del Puente, que cortaban al final con una tapia
Ramírez de Arellano, Paseos por Córdoba
La Puerta del Puente
A ambos extremos del puente conviene acercarse. En el lado Norte, dando la bienvenida al visitante que se adentra en la ciudad, se alza la citada Puerta del Puente, una de las tres que quedan en la ciudad (otras son la de Sevilla y la de Almodóvar), realizada por Hernán Ruiz III en 1571.
Plenamente renacentista, la puerta muestra sus estriadas columnas dóricas sobre las cuales se alza un entablamento clásico con triglifos y metopas.
En su mismo emplazamiento hubo una antigua puerta romana –estamos en la entrada principal de la ciudad– a la que los árabes llamaron Puerta de la figura.
Justo detrás se alza uno de los más importantes Triunfos de San Rafael (así se conocen las estatuas que se multiplicaron desde aquellas lejanas fechas a las que antes hacíamos referencia y que hoy se encuentran por todo el casco histórico). Alzada sobre un alto obelisco, es obra de Miguel Verdiguier, del siglo XVIII.
La Torre de la Calahorra
En el lado Sur del puente se levanta la Torre de la Calahorra, antigua fortaleza musulmana destinada a proteger el acceso al puente romano, que fue ampliada profundamente en el año 1369, en el marco de la guerra civil entre Enrique II de Trastámara y su hermano Pedro I el Cruel.
Aquí mismo, casi a los pies de la Calahorra, los ejércitos de ambos libraron una batalla que le dio al escenario el nombre de Campo de la Verdad.
éste castillo ha servido muchas veces para prisión de los nobles que cometían algunos crímenes; en él estuvieron presos algunos de los moriscos procedentes del reino de Granada. Desde 1808 a 1810 se utilizó también este castillo para prisioneros militares. En 1823 estuvieron presos en aquel sitio muchos de los liberales á quienes persiguieron y fatigaron los realistas.
Ramírez de Arellano, Paseos por Córdoba
La Torre tiene planta en forma de cruz y tres brazos de los cuales arrancan tres torres con almenas, unidas por cuerpos de la misma altura. En el año 2006 fue restaurado para recuperar parte de su origen islámico y le fue añadido en su interior el Museo Vivo de Al-Andalus, que presenta una panorámica cultural de Córdoba en los siglos de su apogeo (del IX al siglo XIII), y de la convivencia de las culturas musulmana, judía y cristiana.
La mejor postal de Córdoba
El Puente Romano hoy es peatonal, y el principal tráfico rodado que se adentra en el centro de la ciudad lo hace por el cercano puente de San Rafael. Pero su paseo sigue siendo una de las experiencias más agradables que ofrece la ciudad, y las vistas de la misma son probablemente las más hermosas.
mirando a nuestro frente la torre y cúpula de nuestra sin par mezquita, la alta columna donde reflejan las doradas alas de nuestro Arcángel Custodio, y la multitud de ventanas y tejados de las casas próximas al río, de cuya corriente la libran extensas y fortísimas murallas; ¡hermosa vista, tantas veces copiada por los pintores y tantas descrita por nuestros poetas y escritores!
Ramírez de Arellano, Paseos por Córdoba
Desde lo alto de la Calahorra o desde el lado sur del Puente se puede contemplar en efecto la secular estampa del Puente Romano y los viejos molinos del río, como el de la Albolafia, que en la época de dominación musulmana recogía el agua para los jardines del Alcázar. Y sobre ellos, en la distancia, las primeras edificaciones del casco antiguo, la escultura alzada del Arcángel y la dominante fábrica de la Mezquita-Catedral y su fino alminar.
Nos despedimos con un último extracto de Ramírez de Arellano, que nos recuerda la importancia de este tipo de históricos lugares y la grandeza de estas piedras que tanta historia han visto pasar.
Los verdaderos amantes de las glorias cordobesas, desgraciadamente hoy pocos, no pueden menos de mirar hasta con cariño, si es posible, esa gran obra que ha visto pasar los siglos y ha sentido en sus arcos la planta de tantos y tantos hombres ilustres como han nacido en Córdoba ó han venido á visitarla: por él han transitado nuestros santos, nuestros poetas y nuestros guerreros; los Califas, los Reyes, Fernando el Santo, Alfonso el Sabio, Sancho el Bravo, Alfonso XI, D. Pedro el Cruel y su hermano D. Enrique, Isabel I y Fernando V, Carlos I, V de Alemania, los Felipes II y IV, y otros varios, y multitud de hombres notables en las ciencias, las artes, las armas y las virtudes, que han desaparecido con el transcurso de los años, mientras esa inmensa mole de piedra combatida por las aguas y la ancianidad, espera conocer nuevas generaciones que aun admiren y elogien su grandeza.
Un último apunte. Córdoba ha buscado, en los últimos años, ser Capital Europea de la Cultura para el año 2016. Aunque el favor recayó finalmente en la ciudad de San Sebastián, la campaña dejó imágenes como estas del Puente Romano y la Calahorra engalanados y adornados con la ilusión de los cordobeses.