Las visitas a Sevilla suelen reducirse a una escapada de fin de semana, o a una etapa, de entre dos y tres días, en un circuito por Andalucía o por España.
Pero que Sevilla da para más es evidente: museos, parques, iglesias, gastronomía y actividades para todos los gustos, en la propia ciudad, al margen de las obligatorias visitas al Alcázar, la Catedral, el barrio de Santa Cruz, el parque de María Luísa y la plaza de España.
Lugares como la Casa de Pilatos, el Archivo de Indias o el Palacio de las Dueñas son muchas veces ignorados por los turistas más apresurados.
Qué decir de lugares cercanos como Itálica, el monasterio de San Isidoro del Campo o los dólmenes de Valencina, maravillas a tiro de piedra de la capital. O sus poco conocidos pueblos, llenos de encanto, gastronomía y patrimonio artístico.
Las excursiones desde Sevilla, de medio día o de un día completo, son suficientes, en calidad, cantidad y variedad, como para valorar la idea de permanecer en Sevilla una semana (¡o hasta dos!) y volver con un conocimiento mucho más profundo de Andalucía Occidental y del Bajo Guadalquivir.
Córdoba, Jerez y Cádiz son opciones obvias: están a no más de hora y cuarto y excelentemente comunicadas por carretera y ferrocarril (y las tres dan para mucho más que una excursión).
Otras opciones, que nos parecen especialmente recomendables, son las que detallamos a continuación.
Itálica y San Isidoro del Campo
La visita a Santiponce casi ni califica para ser considera una excursión, pues sólo estamos a siete kilómetros de Sevilla y no se tarda más de veinte minutos en llegar en autobús. Y aquí, en una localidad de poco más de ocho mil habitantes, situada justo donde nace la comarca del Aljarafe, se pueden visitar dos verdaderas maravillas: el Conjunto Arqueológico de Itálica y el Monasterio de San Isidoro del Campo.
Itálica fue la primera ciudad fundada por los romanos en la Península Ibérica (por Escipión, concretamente, en plena Segunda Guerra Púnica), aunque su mayor fama y monumentalidad le viene por haber sido cuna de dos emperadores, Trajano y Adriano. El segundo, arquitecto aficionado, quiso honrar a su ciudad natal con una ampliación urbanística ambiciosísima –y desproporcionada– de la que hoy se conservan imponentes ruinas, en especial la del colosal Anfiteatro (en su tiempo el tercero más grande del Imperio).
El Monasterio de San Isidoro fue fundado en el año 1301 por Guzmán el Bueno, sobre una antigua ermita mozárabe en la que estuvo enterrado San Isidoro de Sevilla, según la tradición. Fue ocupado posteriormente por monjes cistercienses y jerónimos, que tradujeron la primera Biblia al castellano y constituyeron el primer foco de la Reforma en España.
Arquitectónicamente es un excelente testimonio de los estilos gótico y mudéjar, y conserva una buena colección de frescos, lienzos y retablos, entre los que destaca especialmente el que realizara Martínez Montañés sobre el Nacimiento y la Adoración de los Pastores.
Ambos monumentos se pueden visitar con una excursión organizada que incluya traslado desde el hotel, visita guiada a ambos monumentos y, para terminar, una degustación en la famosa bodega de San Rafael.
Los Lugares Colombinos
En dirección Oeste, hacia Huelva, es posible organizar un excursión de día completo del máximo interés histórico-artístico. Se trata de la Ruta Colombina, una visita a los lugares que tuvieron directa relación con el primer viaje a América realizado por Cristóbal Colón en 1492, y a estos puede añadirse cómodamente la visita a la localidad de Niebla, que fue importante reino de taifa y conserva de ello buenos testimonios.
Los Lugares Colombinos de Huelva son tres y están muy cerca unos de otros, en la margen izquierda del río Tinto. El primero –siguiendo un orden puramente geográfico, dando por hecho que venimos desde Sevilla– es Moguer, cuna del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez. Aquí la huella colombina se reduce al Monasterio de Santa Clara, donde el genovés pasó una noche al regresar de su primer viaje en agradecimiento por haber llegado sano y salvo. La excusa es magnífica, pues el Monasterio es una verdadera joya del mudéjar.
Juan Ramón, por su parte, no tiene relación ninguna con Colón, pero sería temerario abandonar Moguer sin visitar la Casa Museo de Zenobia y Juan Ramón, uno de esos lugares que, además de su interés, tienen la ventaja de estar exquisitamente gestionados por un personal atento y formado. Y tampoco es mala idea acercarse a la monumental iglesia de Nuestra Señora de la Granada, monumental templo de cinco naves y amalgama de estilos.
La segunda parada es Palos de la Frontera, uno de los más atractivos pueblos de Huelva, cuna de los ínclitos hermanos Pinzón, que impulsaron como nadie el primer viaje de Colón, y lugar de partida del viaje colombino.
Aquí es de obligada visita la Casa Museo de los Pinzones, donde el visitante encontrará numerosas curiosidades relacionadas con la familia, la Iglesia de San Jorge, donde se leyó la Real Provisión que obligaba a los ciudadanos de Palos a poner dos carabelas al servicio de Colón, y la Fontanilla, donde se encontraba el histórico muelle de donde partió el viaje.
Y por último, el Monasterio de la Rábida, una maravilla gótico-mudéjar donde Colón y otros colaboradores se reunieron para proyectar el viaje. El Monasterio conserva también un pequeño museo con objetos y obras relacionados con el descubrimiento, y varias salas decoradas con excelentes frescos de Daniel Vázquez Díaz, también relativos al viaje.
Muy cerca está el Muelle de las Carabelas, un lugar que gustará especialmente a los más pequeños y donde se puede visitar una reproducción de las tres carabelas que llegaron a América.
Las Minas de Riotinto
Entre la Sierra de Aracena y el Atlántico se encuentra el municipio de Minas de Riotinto, famoso por unas minas explotadas desde la Antigüedad que a mediados del siglo XIX, tras la “desamortización del subsuelo”, atrajeron a un consorcio de inversores británicos que fundaron la Rio Tinto Company Limited (y que introdujeron en España, entre otras cosas, el fútbol).
El paisaje de Riotinto ha sido calificado de lunar y de marciano. Parece verdaderamente de otro planeta y no es de extrañar que la NASA se fijara en él para hacer pruebas antes de su última misión a Marte. Pero no sólo es un paisaje “raro”: es especial, bellísimo, un ejemplo magnífico de la mezcla entre una exuberante naturaleza y una intensa explotación antrópica. En ningún otro sitio puede verse una estampa compuesta por un cráter multicolor, un cementerio ferroviario, un río de colores brillantes que se abre paso entre un paisaje desnudo de vegetación y, poco más allá, un barrio inglés de estilo victoriano.
“El área del Río Tinto presenta analogías importantes con Marte, que pueden ayudar en la búsqueda de vida, en agua líquida, bajo el subsuelo de Marte”
Carol Stoker, investigadora principal del Proyecto M.A.R.T.E. en Riotinto.
Riotinto es una visita impactante que hará las delicias de los amantes de la geografía y de los de la historia. La visita incluye un paseo en tren turístico, una visita al barrio inglés, una buena dosis de paisajes marcianos y una bajada a las minas. Se puede hacer en media mañana si se sale con tiempo o también se puede uno quedar a comer en la sierra (siempre buena idea) y continuar por la tarde hacia Aracena y Jabugo, para hacer parte de la ruta que describimos a continuación, o hacia el cercano Castillo de las Guardas.
Aracena y los picos de Aroche
El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, fundado en 1989, engloba a la práctica totalidad de los municipios de esta sierra, que se encuentra en el Norte de la provincia de Huelva, a poco más de 90 kilómetros de Sevilla, y que puede presumir de variadísimos encantos.
Primero, su flora y fauna. No es difícil, al alzar la vista al cielo en la zona de sierra Pelada y rivera del Aserrador, ver volar al orgulloso buitre negro, poderosa rapaz de vuelo imperioso que se encuentra en la actualidad protegida y en vías de extinción. También frecuentan los cielos las águilas real, culebrera y perdicera, y los suelos el gato montés, el ciervo, el zorro y el tirón. También, por supuesto, el cerdo ibérico.
El cerdo es el protagonista de otro gran atractivo de la zona: el gastronómico. La localidad de Jabugo, en el epicentro de la sierra, da nombre a una de los más conocidas y prestigiosas denominaciones de jamón ibérico, y en toda la zona, pero especialmente en el triángulo que forman Aracena, Cortegana y Las Cumbres, se puede disfrutar de sus muchas variedades.
Y, cómo no, el atractivo patrimonial, conformado por una serie de imponentes castillos medievales e iglesias góticas, mudéjares y renacentistas. Aracena está dominada por el cerro del Castillo, que conserva las ruinas de una antigua fortaleza y de la iglesia prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor, con su hermosa torre mudéjar. En el interior del mismo cerro el agua ha abierto sinuosos caminos que hoy conforman la impresionante Gruta de las Maravillas, el atractivo más visitado de la zona. El resto de la ruta la componen Almonaster la Real, que conserva una mezquita del siglo X, una fortaleza medieval y restos de una muralla romana, Cortegana, con su muy bien conservado Castillo, Aroche y Las Cumbres.
El Parque Natural y Nacional de Doñana
El Parque Nacional de Doñana es Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por su gran variedad de sus biotopos, que incluyen lagunas, marismas, matorrales, monte bajo mediterráneo y dunas móviles y fijas. Debe gran parte de su notable valor natural a su situación geográfica –en Europa, pero cerca de África, en el Atlántico, pero cerca del Mediterráneo– que lo hace lugar de paso, cría e invernada de miles de aves, europeas y africanas, acuáticas y terrestres.
A lo largo del año se pueden avistar más de trescientas variedades de aves. Es también hogar casi último del Lince Ibérico, especie hermosa y altiva que lleva ya décadas en peligro de extinción y sujeto a extremo cuidado.
El actual parque fue por mucho tiempo paraíso cinegético y lugar de retiro y ocio de familias poderosas, en especial de los Duques de Medina-Sidonia y luego de los Duques de Alba. Por aquí pasaron personajes históricos como el rey Felipe IV, y se dice aquí pintó Goya, invitado por la Duquesa de Alba, sus dos célebres majas.
Doñana ha sido también territorio abonado de leyendas modernas. En 1923, el célebre arqueólogo alemán Adolf Schulten quiso buscar aquí la mítica capital de Tartesos, aunque no halló nada de interés. Posteriormente otros arqueólogos han seguido buscando restos de aquella pretendida ciudad en las cercanías del parque, pero no hallaron, tampoco, nada relevante. El mito de Tartesos es esquivo, pero, aún sin ciudades legendarias bajo los pies, la visita a Doñana constituye una excursión de primer orden, especialmente para los amantes de la naturaleza y los aficionados a la ornitología.
Los Pueblos Blancos
Es la más larga de las excursiones propuestas, pero también la más escénica: los pueblos blancos están esparcidos entre la Serranía de Ronda, la Sierra de Grazalema y sus alrededores. Su nombre viene del color de sus fachadas, pintadas con cal para repeler el calor, y ambas características, su extrema blancura y su precioso entorno, le han dado su notable interés turístico. La lista es demasiado larga como para pensar en verlos todos en un día (no es mala idea, en absoluto, pernoctar en uno de ellos y dedicarles un par de jornadas) así que, puestos a elegir, hacemos dos propuestas no demasiado cargadas:
Partiendo desde Sevilla por la carretera de Morón, llegamos hasta Olvera, en la provincia de Cádiz, para admirar su imponente castillo, y seguimos hacia la icónica localidad malagueña de Ronda (estamos en tierra de frontera y entre provincias), donde admiramos su Tajo y sus iglesias. De ahí ponemos rumbo Oeste, hacia la Sierra de Grazalema, para visitar la propia Grazalema y abordar desde allí el descenso hasta la bellísima Zahara de la Sierra. Y vuelta a Sevilla. En total, unos 280 km.
Opción número dos: prescindiendo de Olvera y de Ronda, nos dirigimos directamente a Zahara y luego a Grazalema, para bajarla por su vertiente Sur, hacia Ubrique, lugar de excelente marroquinería y notable patrimonio histórico. De ahí giramos al Oeste y visitamos la preciosa localidad de Arcos de la Frontera, el pueblo blanco por excelencia. Si volvemos a Sevilla por la autopista pasaremos muy cerca de Jerez, otra visita que bien merece una jornada entera. En total habrán sido unos 300 kilómetros.
La campiña: Carmona, Marchena, Écija y Osuna
La Campiña sevillana es una extensa comarca, situada en el Valle del Guadalquivir, a camino entre Sevilla y Córdoba. Es rica en restos arqueológicos y en patrimonio histórico artístico, en oferta cultural y en gastronomía (aquí se hacen los postres y dulces más famosos de Sevilla), y es una zona poco explotada por el turismo.
Dada su gran extensión, una visita a los pueblos de la campiña admite numerosas rutas. Nosotros proponemos la siguiente:
Salimos de Sevilla hacia nuestra primera parada, Carmona, “la ciudad más fuerte de toda la provincia” según Julio César, pues es de las pocas que se encuentran elevadas sobre un promontorio natural. De antiquísima historia, Carmona tiene mucho que ver: sus murallas, bien conservadas, y sus puertas de Córdoba y de Sevilla, su necrópolis romana, las iglesias de San Pedro, Santa María de la Asunción y del Divino Salvador, el Convento de la Trinidad y el Alcázar del rey don Pedro, hoy Parador Nacional de Turismo.
Hay visitas organizadas desde Sevilla para ver Carmona con todo lujo de detalles. Es un pueblo monumental, lleno de historia, con anécdotas sorprendentes. La experiencia es mucho mejor si te acompaña un guía.
De Carmona continuamos hacia Écija, ciudad de numerosas torres que dominan su paisaje urbano y ciudad de un patrimonio artístico y monumental muy destacable. Son visitas obligadas, sobre todas, la Iglesia de Santiago, de estilo gótico mudéjar, y el Palacio de Benajení, actual Museo Municipal, pero un paseo por sus principales calles no cesará de ofrecer al visitante iglesias, casas-palacio y edificios notabilísimos.
Visitamos posteriormente Osuna, para la que también vale la descripción que acabamos de hacer con Écija. Aquí impera sobre todo el patrimonio barroco, que podemos apreciar en las muchas casas nobiliarias y palacios –como el del Cabildo de la Catedral de Sevilla, el de Govantes y Herdara o el de los Cepeda. También sus iglesias, su Museo Arqueológico, rico en terracotas romanas, y el edificio renacentista de la Universidad.
Siguiendo en esta dirección llegaríamos pronto a Córdoba, provincia con mucho que ver. Como por hoy ya está bien, nos damos la vuelta.
De regreso a Sevilla hacemos una última parada en Marchena, que bien merece el pequeño desvío. En esta localidad nos esperan un conjunto de iglesias gótico-mudéjares entre las cuales destaca la de San Juan Bautista, de dimensiones catedralicias y con un verdadero tesoro en su interior, el llamado Museo Zurbarán, que contiene nuevo lienzos tenebristas del genial pintor barroco.
El Santuario de Mulvia-Munigua, en Villanueva del Río y Minas
Munigua fue ciudad romana y alberga una construcción –el Santuario, también llamado (aunque mal) Castillo– de verdad impresionante, y con poquísimos ejemplos que se le parangonen: tan sólo el Templo de la Fortuna Primigenia en Pranestre, el de Hércules Tiburtino en Tívoli y el de Júpiter Anxur en Tarracina (el aficionado a la Historia Antigua ya habrá adivinado por donde van los tiros).
Mulvia es en efecto un templo escalonado sustentado por enormes contrafuertes, al que se accede caminando entre encinas y alcornoques (todo el lugar está dentro de una finca privada, pero es de libre acceso) y alejado de cualquier población. El paisaje es único y el ambiente relajado y solitario. Merece la pena de verdad, aunque los accesos sean un tanto incómodos (hay que ir en coche, hay un tramo de varios kilómetros sin asfaltar, y los últimos 2,5 se tienen que hacer a pie).
Munigua está situada a pocos kilómetros de Villanueva del Río y Minas, y a unos 40 kilómetros de Sevilla. Su visita puede hacerse en una mañana, y es compatible con una visita complementaria a, por ejemplo, Carmona, o otras localidades de la campiña. Aquí hablamos sobre ella con mayor profundidad.