La iglesia de Osios David, en Salónica.
Salónica fue durante siglos la segunda ciudad más importante del Imperio Bizantino, superada sólo por Constantinopla (hoy es la segunda ciudad más importante de Grecia, superada sólo por Atenas). De aquél tiempo ha conservado un rico acervo patrimonial en forma, sobre todo, de iglesias.
Sus dos mayores exponentes, Santa Sofía y San Dimitrios, debieron ser en gran medida reconstruidas tras el gran incendio de 1917: como resultado hoy conservan excelentes mosaicos pero han perdido parte de su alma, de su olor de siglos.
No pasa lo mismo en el Osios David, la diminuta iglesia de un antiguo monasterio de la Ciudad Alta (Ano Poli), que tiene un patio encantador y un interior con planta de cruz dominado por un mosaico dedicado a la Visión de Ezequiel: sin duda, uno de los más impresionantes que se pueden ver en Grecia.
El monasterio de Dafni, en Atenas
A 11 kilómetros de Atenas, en la vía sagrada que lleva a la antigua ciudad sagrada de Eleusis, se encuentra Dafni, monasterio que forma parte del Patrimonio Mundial junto a los de Osios Lukas y Nea Moní.
Su iglesia principal pertenece al llamado “estilo octogonal” y conserva excelentes mosaicos del siglo XII, producidos durante el reinado de la dinastía Commena. La sustitución de las representaciones hiératicas y austeras –que habían marcado la tradición del arte bizantino– por un estilo más delicado y naturalista se puede apreciar clarísimamente en el Pantocrátor de la cúpula cetral.
El interior es, por lo demás, una maravilla de la decoración: mármoles, cerámicas y mosaicos se suceden en sus muros con tal suntousidad que todos los estudiosos dan por hecha la relación de Dafni con la corte imperial.
El Monasterio de Simonos Petra, en el Monte Athos.
El Monte Athos es una península situada en el norte de Grecia, no muy lejos de Salónica. Está compuesta por veinte monasterios ortodoxos y es –de facto– políticamete independiente de Grecia y de la Unión Europea. Su población es estrictamente masculina: las mujeres no pueden siquiera visitarla y los hombres necesitan un permiso previo. Dentro, el único alojamiento es el que ofrecen los propios monjes.
De los veinte, y al margen de la estrecha jerarquía religiosa que los ordena, el más escénico es el de Simonos Petra, que visto de lejos parece colgar del acantalido y asomarse, orgullos, al mar. Pero es recomendable visitarlos todos, si se puede, y disfrutar sus notables decoraciones bizantinas.
Basílica de la Panagia Ekatontapyliani, en Paros
En la ciudad de Parikia se encuentra esta antiquísima y compleja iglesia, la basílica de la Panagia Ekatontapyliani o Nuestra Señora de las Cien Puertas, fundada lengendariamente por Santa Elena, la madre de Constantino, sobre un lugar en el que había descansado durante su viaje a Tierra Santa. La iglesia fue luego modificada y agrandada por sucesivos emperadores y gobernantes y eso explica su estructura compleja y su mezcolanza de estilos.
En el interior, que sorprende por lo espacioso, destaca su inmensa cúpula, los iconos de la iconostasis y de las capillas laterales, y su elegante bapdisterio del siglo IV.
El Monasterio de Nea Moni, en Chios
El Monasterio de Nea Moni, en la isla de Chios, que se asoma a las costas de Turquía, se encuentra en un estado lastimoso, después de la destrucción que sufrió por parte de las tropas otomanas en 1822, durante la guerra de la indenpendencia de Grecia, y por el terromoto que arrasó su cúpula en 1881.
Pero a pesar de todo ha conservado parte de su estructura y, sobre todo, sus excelentes mosaicos dorados, cuya valía es equirable a los que se conservan en Osios Loukas y en Dafni, motivo principal por el que estos tres templos, tan lejanos geográficamente y tan cercanos en todo lo demás, sean Patrimonio Mundial de la UNESCO como notables ejemplos de la “segunda edad de oro” del arte bizantino.
Los monasterios de Meteora
Los más famosos monasterios de Grecia empezaron a construirse a finales del siglo X, en lo más alto de unas formaciones geológicas de asombrosa verticalidad.
La mayoría de los monasterios, que hoy siguen en activo, son visitables, y en este caso a la rica decoración interior de valiosos frescos, iconos y mosaicos, se añaden las fabulosas vistas que se pueden disfrutar, desde lo alto de estos riscos, de las infinitas llanuras de Tesalia.
La iglesia de Parigoritisa, en Arta
Tras la caótica Cuarta Cruzada, el Imperio Bizantino quedó hecho añicos, y fue sustituido por varios estados que se disputaron la legitimidad de la sucesión. Nuevos líderes, nuevas capitales, nuevos estilos artísticos y arquitectónicos.
Uno de esos nuevos estados fue el Despotado de Épiro, que situó su capital en la ciudad de Arta. Allí edifició una iglesia originalísima, la Parigoritissa, que podríamos traducir como “iglesia de la consolación”, un templo que reproducía la estructura bizantina tradicional de la planta central y la disposición ortogonal, pero cuyo aspecto exterior asemeja, por su planitud y la superposición de ventanas a lo largo de tres pisos, a los edificios civiles. En el techo, cuatro cupulillas idénticas flanquean la gran cúpula central.
El monasterio de Ósios Lukas
Osios Lukas se construyó en el año 944 y fue reconstruido en el 1011. Dedicado a San Lucas, un ermitaño del siglo X que profetizó que el monasterio “estaría vivo hasta el final de los tiempos”, lleva ya vivo mil años, manteniendo de forma ininterrumpida la presencia monástica y con ella el patrimonio artístico, religioso: la rica liturgia greco-ortodoxa y los cantos bizantinos.
Forma parte del Patrimonio Mundial (junto a Nea Moni y Dafni), por la riqueza de sus mosaicos de fondo dorado (la mayor parte del siglo XI), y destaca por la finísima riqueza de su decoración de mármol y jaspe. Su armoniosa composición octogonal, la magnífica ejecución artística de todos los detalles y la gracia y ligeraza que transmiten sus estructuras lo convierten en el modelo por excelencia de la arquitectura tardo-bizantina, y en uno de los monumentos medievales más notables de Grecia.
El Monasterio de Santa María Peribleptos, en Mistra
La ciudad de Mistra, en el Peloponeso (a escasos ocho kilómetros de la antigua Esparta), fue uno de los mayores focos de la luz durante el ocaso del bizantinismo. Desde mediados del siglo XIV, cuando fue recuperado por los emperadores de Constantinopla, hasta su toma por los otomanos apenas un siglo después, fue la gran ciudad bizantina, más allá de la capital y el hogar de su último gran filósofo (Gemistos Pletón, un heterodoxo que se atrevió a recuperar los cultos paganos).
De aquella época se ha conservado milagrosamente la iglesia de Panagia Peribleptos, que en su tiempo formó parte de un monasterio. Su valía, más allá de la arquitectura, está en los frescos, de excelente calidad y conservación, que son uno de los poquísimos ejemplos sobrevivientes de la pintura bizantina tardía.
La iglesia de Panagia Kera, en Creta
En el oeste de Creta, en medio de un paisaje de olivos donde reina la tranquilidad, la iglesia de Panagia Kera se conserva con su original fachada de tres cuerpos que anuncian sus tres naves interiores (la central dedicada a la Virgen, las laterales a San Antonio y Santa Ana).
En el interior, y especialmente en la nave derecha, se conservan preciosos frescos de los siglos XIV y XV, frescos que muestran ya una humanidad y una ternura más cercanas al Renacimiento que al tradicional hieratismo bizantino.