La maison de la familia Le Viste, en el número 20 de la rue de Saint Jean, es un buen ejemplo del tipo de arquitectura que hace tan atractivo el Vieux Lyon. Una fachada alta y elegante, con un gran arco ojival custodiado por dos leones heráldicos, y sobre estos un ventanal con columnas de cuya base brotan misteriosas piñas.
La llaman precisamente la “casa de las piñas” y es sólo uno más de los muchos palacetes que alternan estas calles verdaderamente elegantes, señoriales, calles estrechas de trazado medieval pero decoradas con el estilo renacentista que se puso de moda tras la llegada a la corte francesa, en el siglo XVI, de la florentina Catalina de Medici. Y de los muchos banqueros que la acompañaron.
Otra antigua mansión, la Maison du Chamarier, en el número 37 de la misma rue Saint Jean, conserva una bonita fachada y toda una serie de detalles que revelan la transición del Gótico al Renacimiento. Su mayor reclamo es su patio interior, que atesora una galería de frescos de estilo italiano y una escalera adornada con esculturas góticas. En tiempos pasados esta era la casa del Chemarier, uno de los cuarenta canónigos de la Catedral, encargado de vigilar al resto de los religiosos del templo para asegurarse de que no sucumbían ante las tentaciones mundanas de la ciudad. Por eso su casa estaba tan cerca de la Catedral y con visión directa de la misma.
La catedral de Saint-Jean, precisamente, es el gran atractivo monumental del Vieux Lyon. Se empezó a construir en el siglo XII, en un estilo románico que aún perdura en partes del ábside y el coro (si te interesa el románico francés, no te pierdas esta recopilación). El resto corresponde a varios impulsos constructivos entre los siglos XIII y XVI, puramente gótico. Merece la pena deleitarse con sus hermosas naves interiores, admirar el reloj astronómico del siglo XIV y disfrutar de la luz de tonos azules y violetas que entra por el gran rosetón de la fachada.
Siguiendo por la rue Saint-Jean, en el número 60 brilla con luz propia la Maison des Avocats, la casa de los abogados, sede del Museo de las Miniaturas y el Cine, un rincón que gustará especialmente a los fans de películas como Star Trek, Terminator, Titanic o el Perfume: está dedicado a la preparación de escenarios de cine y a la realización de efectos especiales mediante el uso de miniaturas. Es además un edificio precioso, de tonos ocres, de estilo renacentista, con tres galerías de arcadas donde se hace palpable la influencia italiana.
Rasgo particularísimo del Vieux Lyon son los traboules: pasadizos que permiten atajar de una calle a otra pasando por el interior de uno o varios edificios. De trazado en muchos casos medieval, estos traboules los utilizaban los mercaderes para transportar sus mercancías, y hoy siguen utilizándose para comunicar las calles y entrar a los edificios. El más largo y popular es la Longue Traboule, que conecta la rue Saint Jean con la rue Beouf atravesando algunas mansiones monumentales. Como recuerdan muchas señales, conviene mantener el silencio al caminar por ellos para no molestar a los residentes.
Otra mansión monumental es la Maison Bullioud, en el número 8 de la rue Juiverie. Allí se encuentra el patio Philibert Delorme, bautizado en honor a su creador, el originalísimo arquitecto lionés que después de estudiar en Italia supo aplicar a la arquitectura francesa un inconfundible estilo propio (visible, por ejemplo, en varios castillos del Loira). Las galerías sostenidas por trompas pueden pasar desapercibidas, pero fueron una de sus innovaciones más celebradas.
La de los Gadagne es la residencia más vasta del Vieux Lyon: albergó en el siglo XVI a dos hermanos de la familia Gadagne (adaptación al francés de su apellido italiano, Guadagni). Su riqueza era tal que llegaron a pagar parte del rescate de Francisco I en 1527, después de la batalla de Pavía. y en Lyon se sigue empleando la expresión “rico como un Gadagne” para hacer referencia a fortunas desmesuradas. El interior de la enorme mansión alberga en la actualidad dos museos: el Museo Histórico de Lyon y el Museo de las Marionetas del Mundo.
Una de las plazas más animadas y coquetas de la ciudad es Place du Change, donde era común cambiar monedas de oro y plata bajo la supervisión del Preboste de los vendedores y donde se terminó edificando el Temple du Change, la sede de la bolsa, un bonito edificio con aire clásico que se construido en el siglo XVII. Y en la misma plaza está la Casa Thomassin, que aún conserva rasgos originalísimos de su original fachada gótica: sobre las ventanas geminadas del primer piso aún se adivina un friso con signos zodiacales, y entre los arcos ojivales del segundo los símbolos heráldicos del rey Carlos VIII, su delfín Carlos Orlando y su mujer Ana de Bretaña.
El barrio de Vieux Lyon es todo así, una invitación al paseo. Lo mejor ir sin un recorrido fijo y dejarse llevar, perderse por sus callejuelas adoquinadas y sus plazuelas, descubrir sin rumbo jardines escondidos, galerías, escalinatas, huellas heráldicas y esculturas que se asoman por patios y ventanas, e ir parando en sus cafés, sus boulangeries, sus bouchons y sus tiendas de artesanía. ¿Lo peor que puede pasar? Que nos perdamos, y que acabemos a los pies de la colina de Fourviere, o ante la preciosa orilla del Saona.