La que es, por población e importancia, segunda ciudad de Francia, sufre de una cierta marginación por buena parte del turismo de masas, que acude raudo a París y sube a Normandía para ver el Mont Saint Michel, baja al Valle del Loira para admirar sus castillos, o visita entusiasmado las ciudades costeras de la Costa Azul y los pueblos colgantes de la Provenza.
Peor para ellos, pues esta es una ciudad soberbia, elegante, que abraza el Ródano con ímpetu desde sus colinas circundantes y que está bañada en una sugerente mezcla: la de la ciudad centroeuropea que no escapa a un cierto aire sureño, o brin de sud, como dicen los franceses. Y que, habiendo sido en la Antigüedad capital de las Tres Galias y gran centro económico durante toda la Edad Media, está flanqueada por grandes monumentos de todas las épocas.
Uno de los más importantes es la Basílica de Notre-Dame de Fourvière, que se alza sobre el Vieux Lyon. Fourvière es el resultado de la unión de Four-Vière, o Foro Viejo, pues en el solar que hoy ocupa la Basílica se encontraba en época romana el foro primitivo de la ciudad. Lugar elevado y panorámico, pero también céntrico.
Notre-Dame de Fourvière es hija del siglo XIX, pero sus primeros precedentes se remontan al año 1192, y están relacionados con las apariciones marianas y el culto a la Virgen María. Se construyó entonces una iglesia modesta dedicada a la Virgen María y al recientemente canonizado Tomás de Canterbury. En el siglo XVI, en el contexto de las guerras de religión, aquella iglesia fue destruida y luego reconstruida de nuevo, y en el XVII, en un episodio que era tristemente habitual en muchas ciudades de Europa (por ejemplo, el Puente Romano de Córdoba, en esas mismas fechas, se vio adornado con la escultura del Arcángel Rafael) se convirtió en centro de peregrinación en agradecimiento a la Virgen por la superación de una epidemia de peste.
En el siglo XIX la iglesia estaba en un estado ruinoso, pero la afluencia de peregrinos dejaba de crecer. En 1830 se demolió la torre y diez años después fue sustituida la estatua renacentista de madera policromada de la Virgen María, que la adornaba, por una nueva y colosal escultura de bronce, bañada en pan de oro, de Jose Fabisch, una obra de 5 metros de altura y 3 toneladas de peso. La gran remodelación se anunciaba.
El 8 de diciembre –día de la Inmaculada– de 1852 se inauguró el nuevo campanario con su nueva estatua y ésta quedó flanqueada, aquella noche, por cuatro antorchas que le debieron dar un brillo milagroso sobre el panorama de la ciudad. Los lioneses, impresionados, homenajearon a us nueva Virgen llenando sus balcones de velas de colores, y desde entonces, cada 8 de diciembre, se repite la tradición, que ha dado lugar al Fête des Lumières o Festival de las Luces de Lyon. Es una fecha especial para visitar una ciudad especialmente engalanada: hay más turistas, pero el espectáculo es impresionante.
Varios proyectos para la nueva Basílica de Notre-Dame de Fourvière nacieron poco después de la inauguración del campanario, y el elegido fue el de Pierre Bossan. Bossan había visitado unos años antes la Catedral de Palermo y había vuelto enamorado de las influencias bizantinas. En el siglo del romanticismo, de los pastiches y de los revivals, su proyecto estaba a punto de superar todo lo imaginable: la nueva Basílica de Notre-Dame de Fourvière iba a integrar modelos románicos y góticos, bizantinos y barrocos; iba a alternar mosaicos y vidrieras, arcos románicos con proporciones góticas.
Si la idea era excesiva, el contexto histórico pronto se encargaría de darle un espaldarazo. Fue la Guerra Franco-Prusiana de 1870, un desastre para Francia pero no tanto para Lyon, que a pesar de vivir amenazado durante toda la contienda, salió de ello intacto. Para celebrarlo, y dar de nuevo gracias a la Virgen, el proyecto de Bossan recibió un vigoroso impulso y sólo 14 años después la nueva Basílica podía decirse terminada.
La nueva Basílica de Bossan es un poema de piedra, un poema alejandrino y barroco dedicado a la victoria del Bien contra el Mal. La fachada principal mezcla caracteres románicos y góticos de un modo nunca visto. La cabecera, la parte más vista de la iglesia por ser la que se asoma a la parte baja de la ciudad, dibuja una potente silueta coronada por una escultura monumental de San Miguel venciendo al Dragón.
La nave principal está flanqueada por cuatro altas torres, que simbolizan las cuatro virtudes cardinales y van protegidas por un ejército de ángeles guardianes.
El interior está diseñado para impresionar y es un excelente ejemplo de la rendición por la decoración propia de la época. Parece el Palacio de las Mil y una Noches adornado con todas las maravillas conocidas del arte. Sencillamente, no cabe una más: hay pan de oro y mosaicos y columnas monumentales hechas de mármol de Carrara y vidrieras y toda esta apabullante acumulación no puede causar otra cosa más que asombro.
La iconografía prosigue el tema de la victoria del Bien contra el Mal que ya anunciaba el exterior, aunque aquí se centra en la figura de María, que vence las herejías y las amenazas a las que ha de enfrentarse la Cristiandad.
Notre-Dame de Fourvière, como iglesia de peregrinación que es, fue diseñada para recorrerse. Su circuito conduce al visitante, por una escalera de mármol rojo, a la Cripta dedicada a San José, y a la vuelta lo dirige a las escaleras que suben hasta el tejado, para que vea Lyon desde el mejor lugar posible.