Entre Valladolid y Tordesillas, entre la orilla del Duero y los Montes Torozos, se encuentra la villa de Simancas, un asentamiento ocupado desde época romana en el que destaca sobremanera el impresionante Castillo de Simancas.
La fortaleza fue levantada en el segundo tercio del siglo XV, en plena época de luchas nobiliarias, por la poderosa familia de los Enríquez, Almirantes de Castilla. Al no alzarse sobre ninguna colina ni contar con defensas naturales, sus constructores lo reforzaron a conciencia, con altas murallas, barbacanas, profundos fosos y un puente levadizo. En su interior se refugiaron el rey Juan II y don Álvaro de Luna durante una de las muchas guerras civiles que asolaron el reino de la Castilla antes de la proclamación de los Reyes Católicos.
Éstos, decididos a debilitar las plazas fuertes de la nobleza, se hicieron finalmente con el Castillo y lo convirtieron en prisión. Durante la Guerra de los Comuneros albergó al obispo Acuña, partidario de los rebeldes y del que dicen las crónicas que estranguló al alcaide de la fortaleza en su fallido intento de evasión.
El 16 de septiembre de 1540 Carlos V, aconsejado por su secretario, el ubetense Francisco de los Cobos, ordenó desde Bruselas guardar en una de sus torres un conjunto –entonces no muy grande– de papeles hasta entonces dispersos por la corona de Castilla. Fue el primer conjunto documental del que luego sería el Archivo de Simancas y el motivo por el que se considera al Emperador como primer impulsor del mismo.
En realidad, el impulso definitivo le vino dado por Felipe II. Convencido de la importancia de la escritura para los asuntos de gobierno, el 24 de agosto de 1588 aprobó la creación del Archivo de Simancas y lo dotó del primer reglamento de archivos del mundo. Que uno de los castillos más poderosos del reino se dedicase a la protección de los documentos de la Corona acredita la importancia que se les atribuía.
Para su puesta en marcha, Felipe encargó a Juan de Herrera la proyección de un nuevo edificio en el interior del castillo. Fue por tanto la arquitectura la que debió adaptarse a la archivística y no al revés, como es habitual. Curiosamente, al mismo Juan de Herrera (arquitecto también de El Escorial) se le atribuyen los planos iniciales del edificio que un par de siglos después se convertiría en sede del segundo gran archivo del reino: el de Indias.
Precisamente, la puesta en marcha del Archivo de Indias en el siglo XVIII suprimió de Simancas todos los documentos relativos a la conquista y gobierno de las colonias americanas, que no eran pocos. Aun así Simancas sigue siendo un archivo colosal por la cantidad y la importancia de sus fondos: alberga todos los papeles que produjo la mastodóntica Monarquía Hispánica durante los siglos de su apogeo. Un tesoro documental, abierto a la investigación histórica desde 1844.
Un tesoro también para el turista que se anime a visitarlo. No sólo tiene para admirar la formidable arquitectura de un castillo del siglo XV en perfecto estado de conservación. También su interior es visitable: sus patios y pasillos están adornados por obras de arte y objetos históricos que forman un pequeño pero valioso museo; su biblioteca, pequeña pero preciosa, es una auténtica joya, y desde sus pisos más elevados puede admirarse hermosas vistas de los campos de Castilla.
A poco más de 30 kilómetros de Valladolid, Simancas –donde también puede admirarse la iglesia tardogótica de El Salvador– es una visita de lo más recomendable para el amante de la historia y de la arquitectura.