El reino de Jaén fue durante siglos frontera natural entre el mundo árabe y el cristiano. En el proceso de la Reconquista sus numerosos castillos fueron estratégicos en el tira y afloja entre los reyes castellanos y el reino nazarí. El Castillo de Santa Catalina de Jaén es uno de esos testigos de los caminos en los que se fraguó la historia de España.
Hoy quedan vestigios de muchos de esos castillos, unos en mejor estado que otros, pero todos testimonian la importancia de esta provincia en el devenir histórico de una época esencial en la configuración de España.
Pocos mensajes publicitarios han acertado tan de lleno para identificar una realidad: Jaén Paraiso Interior. En la retina se queda grabado el infinito mosaico de olivares que tapiza de verdes grisáceos los caminos de estas tierras, cuyo telón de fondo lo dibujan cordilleras y serranías de azules, ocres, verdes y blancos entre escarpados y poderosos montes.
La capital de la provincia está situada en las estribaciones del monte de Jabalcuz, una elevación caliza de origen sedimentario de donde emanan aguas termales de origen kárstico. Gracias a estos manantiales se construyó el antiguo Balneario y los Jardines de Jabalcuz, declarados Bienes de Interés Cultural, y que después de años de abandono se recuperan en la actualidad.
En las estribaciones de Jabalcuz se encuentra el cerro de Santa Catalina desde el que emerge soberano el Castillo que le da nombre al cerro.
La historia del Castillo de Santa Catalina se pierde en la noche de los tiempos
Este castillo guarda vestigios del periodo calcolítico, pero no es hasta la etapa ibera, en el siglo IV a.C., cuando se puede documentar gracias a los restos de unos muros ciclópeos con los que se levantó un sistema defensivo para controlar la región.
Lo escarpado de las laderas que lo rodean y la facilidad para controlar el territorio por su estratégica situación, apoyan la tesis que desde el principio conceden un carácter militar a la edificación.
Fenicios, cartagineses y romanos utilizaron el edificio añadiendo y restaurando zonas en función de sus necesidades y de sus sistemas constructivos.
Con la llegada de los musulmanes la fortaleza adquiere, a lo largo del siglo VIII, el aspecto de una alcazaba, que en 1246 pasará a manos de Fernando III al conquistar la ciudad al rey Alhamar.
De la vieja alcazaba árabe se guarda documentación de diez puertas ya desaparecidas entre las que se encuentran la Puerta del Sol, la de Granada o la de Baeza.
Aunque Fernando III mandó iniciar las obras del Alcázar Nuevo, no fue hasta los siglos XIII al XV, durante los reinados de Alfonso X El Sabio y Fernando IV, cuando se intensificaron las obras.
Fue en este periodo cuando se levantó una capilla de estilo gótico tardío, donde se venera a Santa Catalina de Alejandría, copatrona de la ciudad junto a la Virgen de la Capilla.
En el siglo XV el Condestable de Castilla Don Miguel Lucas de Iranzo, levató la Torre del Homenaje y aportó una importante suma para reparar algunas zonas del castillo.
De su historia de amor con una hermosa musulmana circula una leyenda que explica la presencia de un fantasma que se interpone hoy día entre las cámaras de los visitantes y el retrato del condestable. La mujer fue violada y quemada en ausencia de su amante y desde entonces habita desconsolada entre los muros del castillo.
Las tropas napoleónicas levantaron un hospital y un polvorín, adecuando las instalaciones a sus necesidades y destruyendo para ello todo lo que les estorbaba. Sus mazmorras fueron testigos del cruel trato a los guerrilleros apresados de la resistencia española.
Tras la derrota en la batalla de Bailén, dejaron tras su huida el desastre de un bombardeo. Este fue el comienzo de una fase de abandono y deterioro que seguiría con las Guerras Carlistas, durante las que también sufrieron destrozos los edificios que componene el castillo.
En 1965 la construcción del Parador Nacional destruyó gran parte de sus testimonios arqueológicos. El general De Gaulle escribió en este parador sus memorias.
Durante las excavaciones arqueológicas realizadas en el 2001, aparecieron fragmentos de yeserías que una vez analizadas se dataron en época almohade. Según los arqueólogos responsables de la intervención, formaban parte de dos paneles decorativos de una puerta de doble arcada, perteneciente posiblemente a una zona palatina del recinto.
A pesar de la pérdida de la policromía, quedan suficientes restos para hacernos una idea completa de la belleza del arco. Sencillas lacerías entre las que aparece el árbol de la vida, con palmetas simples y dobles que se enroscan hasta cubrir la superficie, motivos enmarcados por una cenefa epigráfica que recoge parte de la sura XV del Corán.
El texto completo comprendería los versículos 46 a 49 de la azora XV que invita al visitante a disfrutar de la paz y el entendiminto:
Entrad en ellos en paz, seguros / Hablaremos arrancando el odio que haya podido haber en sus pechos. Serán como hermanos, en lechos, unos en frente de otros / Allí no sufrirán pena, ni serán expulsados/Informa a mis siervos de que Yo soy el Indulgente, el Misericordioso.
La Cruz Blanca o Cruz del Castillo de Santa Catalina es el punto topográfico más alto de la ciudad. Hasta ella se llega bordeando la línea de murallas orientadas al Norte, dejando atrás el arco que une la capilla de Santa Catalina con la primera de las dos Torres Albarranas.
Esta cruz rememora, según la tradición, la cruz que colocó Fernando III en ese mismo punto, como símbolo del triunfo de la fe cristiana sobre el islam.
Desde el castillo se disfruta de la vista del caserío de la ciudad que extiende a los pies del cerro, entre el que se levanta la extraordinaria Catedral de la Ascensión, construida sobre trazas renacentisas y que está inscrita en el catálogo de las obras cumbres del Renacimiento europeo.
Pero la vista vuela hacia el horizonte desde esta atalaya que ofrece una panorámica de caminos que se pierden en la lejanía entre montes y olivares.
Recorrer este castillo es por tanto una paseo por la historia a través del Castillo de Abrehuy, el Alcázar Viejo de origen romano, y el Alcázar Nuevo sobre el que se disfruta hoy de los servicios del Parador Nacional de Turismo, donde nos espera entre otras recompensas su estupendo restaurante.
Desde hace unos meses la visita es gratuita todos los miércoles. En el Centro de Interpretación espera toda la información para entender al detalle las zonas de la mezquita, la alcazaba, los aljibes, los patios y las torres de esta joya del patrimonio andaluz.
Jaén es tierra de leyendas de duendes, amores imposibles, tesoros o animales fantásticos. Su Leyenda del Lagarto fue declarada uno de los diez Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España.
En su castillo suenan lo ecos de algunas que tienen que ver con el amor y la envidia, ya hemos hablado de una. Os dejamos con una historia envuelta por hilos de leyenda, a la que le puso letra y música Federico García Lorca y tuvo como primera intérprete a la Argentinita.
Es la historia de unas trillizas muy hermosas: Aixa, Fátima y Marien, hijas de Solimán, gobernador del castillo en aquel tiempo, que enamoraron y se enamoraron de un emisario del rey Fernando III. Ante la imposibilidad de casarse con las tres, el emisario tuvo que elegir a una que resultó ser Aixa, celebrándose la boda en la ciudad de Úbeda.