La ciudad de Perugia es la capital de la Umbria, una bella región situada entre la Toscana, Las Marcas y el Lazio y atravesada por una interminable sucesión de colinas, montañas, llanuras y altiplanicies.
Es una ciudad encaramada en lo alto de una colina y llena de calles medievales que serpentean entre viejos palacios góticos y altas murallas. El célebre escritor de viajes de mediados del siglo XX H.V. Morton, la llamó “la Pompeya medieval”.
Perugia tiene abundantes monumentos, que entre sus fuertes desniveles dibujan postales de cuento, entre ellos varias puertas y arcos monumentales que datan de tiempos antiquísimos (y entre los cuales se encuentra el Arco Etrusco, que nos ha traido hasta aquí). Conserva además, en la Galleria Nazioalle dell’Umbria, una de las mejores pinacotecas de Italia, pues aquí pintó el Perugino y en su taller aprendieron otros como Pinturicchio y Rafael.
En la Antigüedad, antes de ser romana, fue un importante asentamiento etrusco, y muchos tramos de su muralla, así como algunas puertas y arcos, conservan aún el aspecto de aquel tiempo. Hoy hemos venido a ver una de ellas: el Arco de Augusto, que no es en realidad sino el Arco Etrusco ampliado por Augusto.
La historia es parecida a la de la ciudad croata de Pula, que ya conocemos, y fue, también, una de las consecuencias del asesinato de Julio César en las Idus de Marzo del año 44 a.C. Su heredero legal era el joven Octaviano, el futuro Augusto, pero su heredero político –y más bien autoproclamado– era Marco Antonio, y ambos no tardaron en iniciar disputas que conducirían con el tiempo a una nueva guerra civil.
Dicha guerra estuvo a punto de desatarse en el año 41 por culpa de un hermano no muy hábil de Marco Antonio, Lucio Antonio, y de la mujer de aquél, Fulvia, deseosa de arrancar cuanto antes a su marido de las manos de Cleopatra (por los acuerdos del Segundo Triunvirato, Antonio se había apoderado de las ricas provincias de Oriente, Lépido de las africanas, y Octaviano de Italia y las provincias occidentales).
Lucio y Fulvia decidieron tomar la iniciativa y aprovechar la complicada situación que estaba sufriendo Octaviano, que, al repartir tierras y riquezas entre los veteranos de César, había hecho pocos amigos entre el bando contrario y entre los perjudicados por el nuevo reparto.
Con el apoyo de estos descontentos, Lucio y Fulvia armaron dos nuevas legiones y atacaron a Octaviano, que sin embargo mantuvo la lealtad de sus soldados y pudo sofocar la rebelión con facilidad, empujando a Lucio hacia una poderosa ciudad amurallada en el centro de Italia: Perusia.
Octaviano puso sitio la ciudad y los guarnecidos no tardaron mucho en claudicar, en parte por la superioridad de los atacantes pero sobre todo por la ausencia de esperanzas, habida cuenta que Marco Antonio no les prestó más que un apoyo testimonial.
Dicen que uno de los nobles de la ciudad, cuando vio cómo se abrían las puertas, fue presa del pánico y se suicidó prendiendo fuego a su casa. Las llamas se expandieron tan rápido que toda Perugia terminó hecha cenizas. Otras versiones cuentan que fueron las tropas de Augusto las que, en medio del saqueo, causaron el incendio. Puede que hubiera algo de verdad en ambas versiones.
Los causantes del desastre tuvieron destinos desiguales. Lucio fue perdonado, pues Octaviano y Marco Antonio estrecharon lazos antes de enfrentarse abiertamente. Fulvia huyó para ser reprendida en Atenas por su marido y morir –de pena, dicen– poco después. Marco Antonio aprovechó la ocasión para casarse con la hermana de Octaviano y fortalecer la alianza.
Peor destino tuvieron los nobles de la ciudad que habían acogido a los traidores. En las Idus de Marzo del año 40 a.C., justo cuatro años después de la muerte de César, Augusto tuvo la ocurrencia de conmemorar el aniversario ajusticiando a trescientos miembros de las familias senatoriales de la ciudad.
Años más tarde, ya sin enemigos, el propio Augusto dio orden de restaurar los edificios destruidos y fortificar de nuevo la ciudad. Como hizo con Pula. Y una de sus intervenciones consistió en agrandar el ya macizo Arco Etrusco de la ciudad, cuyas torres laterales se hicieron más altas y monumentales.
El Arco permaneció intacto hasta que en el siglo XVI se le añadió a la torre izquierda una monumental logia renacentista que corona con elegancia el edificio y le da un nuevo aire de majestad y altura.
En nuestra próxima etapa seguiremos en Italia, desplazándonos hacia el Adriático para visitar la ciudad costera de Fano, cuyos habitantes construyeron en honor del nuevo emperador un imponente arco para dar a entrada a la ciudad.