En Ruta Cultural seguimos intentanto refrescaros el verano. Hace unos días publicamos una lista de fuentes repartidas por la geografía española. Hoy os proponemos una lista de 10 jardines históricos de España que ayudarán a refrescar y elevar los espíritus con sus fragancias y sus vistas, en el cálido verano que nos llega.
A lo largo de los siglos los jardines han sido considerados lugares de paz y de tranquilidad, donde poder reflexionar y relajarse. Nacidos de la necesidad del ser humano de acercar sus casas a la naturaleza, de «acotarla», eso significa la raíz etimológica de jardín -huerto acotado-, que en castellano antiguo se traducía como «huerto de flor», es decir, sin motivación económica. Unos huertos en busca de belleza de los que nos llegan noticias desde los Jardines colgantes de Babilonia. Imagen cautivadora de la que sólo tenemos testimonios escritos, y que sin embargo está presente en el imaginario colectivo de Occidente.
Ha sido una elección difícil y se nos han quedado fuera auténticas bellezas. Arrancando con los más antiguos, nos paseamos por algunos rincones de cuya seducción no hemos podido escapar
Ya sea por motivaciones religiosas, como la búsqueda del Paraiso de los jardines de Al-Andalus, o por recuperar un trocito del Paraiso que perdieron Adán y Eva, por motivaciones sociales como el lujo y la ostentación de los jardines asociados a los grandes palacios, o como consecuencias de políticas urbanísticas, o por puro placer, la geografía española está plagada de estos refrescantes recintos.
Nuestra historia nos espera enredada entre verdes rincones llenos de flores y acariciados por caminos de agua. ¡Disfrutémoslos¡
Patio de los Naranjos. Mezquita de Córdoba.
Este patio es el jardín vivo más antiguo de Europa. Fue el patio de abluciones de la mezquita de Abderramán I, que inició su construcción en el año 786.
Dividido en cuadros que tienen surtidores de agua en forma de taza de mármol, y lleno palmeras, cipreses y naranjos amargos. De sus frutos se obtenían perfumes de Azahar y exquisitas mermeladas. En tiempos pasados tuvo también olivos que abastecían de aceite las lámparas del templo.
Hay una fuente rectangular que se añadió en el siglo XVII, La Fuente de Santa María, con cuatro pilares y un caño en cada uno.
Uno de esos caños le sirve de apoyo a un viejo olivo inclinado, es conocido en Córdoba como el caño del olivo, y dice la leyenda que quienes busquen un amor duradero no se deben marchar de allí sin beber su agua fresquita, pero tiene que ser en el caño del olivo. ¡Por probar, que no quede¡
Jardines del Generalife. La Alhambra.
El pueblo árabe encontró en la Península Ibérica un lugar ideal para evocar el Paraiso. ¡Oh gentes de al-Andalus! De Dios bendito sois con vuestra agua, sombra, ríos y árboles. No existe el Jardín del Paraíso sino en vuestras moradas… Ibn Jafaya, «El Jardinero».
Y al Paraiso evoca La Alhambra, maravilla de Granada, de la que Antonio Gala escribió: «…no es un palacio de piedra: nada más frágil que su arquitectura de agua y de encajes. Pero ese cuerpo delicado y efímero, predestinado al otoño, tiene una belleza de flor…» . El agua, además de la vida de sus jardines, es parte indispensable en la arquitectura de La Alhambra.
La Alhambra guarda tesoros como los jardines del Generalife, finca de recreo construida por el sultán nazarí Muhammad II a finales del siglo XIII, cuya exótica belleza justifica tanta admiración.
Jardines del Pazo de Mariñán. A Coruña.
“La nada, aquí.” Así reza la inscripción de una lápida junto al embarcadero que separa el pazo de Mariñán de la ría de Betanzos. No se sabe a que está dedicada, pero es sin duda una invitación a la reflexión y apoya la imaginación que teje las leyendas, y hay algunas relacionadas con esta inscripción que suceden en noches de luna llena.
Para llegar a esta lápida hay que atravesar el jardin envuelto en aromas que pasan de los eucaliptos al laurel y al boj o la lavanda, hasta encontrarse con las camelias que desde Mariñán contemplan la otra orilla.
Pasear por este bucólico rincón es hacerlo por una historia que hunde sus raíces en una fortaleza militar del siglo XV, sobre la que se edificó en el siglo XVIII este histórico pazo y se crearon sus bellísmos jardines.
Jardines del Campo del Moro. Madrid.
En el desnivel existente entre la espalda del Palacio Real y el rio Manzanares, en 1844 Narciso Pascual y Colomers, diseñó estos bellísimos jardines terminados por Ramón Oliva años después. El nombre se lo deben a Alí Ben Yusuf, que acampó en estas laderas en el año 1109, en un intento de recuperar Madrid, cosa que no consiguió.
Al pertenecer al Palacio Real, repleto de leyendas terribles, no podía escaparse a semejante influjo. Así se sabe, que un fantasma embozado anda por las noches paseando entre los parterres, y al parecer convive con un oso, que perteneció a Juan II. Éste escapó de su jaula e hizo desaparecer a su domador.
En las noches de luna llena se puede ver al animal persiguiendo a su desgraciada víctima. Pero no hay que preocuparse, pues el horario de visita no coincide con las escapadas de estos personajes.
Parque del Retiro. Madrid.
Seguimos en Madrid. Ahora paseamos por el Parque del Retiro, y hacemos una parada en el bellísmo Palacio de Cristal, que desde 1887 se mira ensimismado en el lago artificial que le precede. Obra de Ricardo Velázquez Bosco para la Exposición de las Islas Filipinas, se inauguró como invernadero de especies exóticas traidas de las lejanas islas del Pacífico.
Delicada fantasía que bebe del Crystal Palace de Londres, rodeado de enormes castaños de indias que ayudan a darle ese aire de romanticismo que le envuelve.
Bajo su transparente estructura fue nombrado Manuel Azaña Presidente de la II República en 1936.
En la actualidad es una de las sedes del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
Parque Labordeta. Zaragoza.
Este rincón en el que se inmortaliza a Jaime I el Batallador es uno de los más hermosos del Parque Grande, que es como se conoce popularmente este extenso parque de la ciudad de Zaragoza. Hasta septiembre de 2010 su nombre oficial era el de Parque de Primo de Rivera, pero pasó a llamarse Parque José Antonio Labordeta, por clamor popular, en honor del entrañable cantautor, escritor y político zaragozano.
Construido entre los años 1913 y 1927, en sus grandes avenidas se encuentran fuentes y amplios paseos, un Jardín Botánico, el Jardín de Invierno, un Museo Etnológico, el sugerente Rincón de Goya o un Quiosco de la Música. Hablando de música nos viene a la memoria una canción de Labordeta; Agua, aire, tierra y fuego. Una invitación al disfrute, a la inocencia, a la alegría. Todo eso se puede encontrar en un jardín como este.
Juego con el agua/con el aire juego/juego con la tierra/juego con el fuego.
Parque Güell. Barcelona.
El Parque Güell es un lugar mágico, espectacular y sorprendente siempre. Diseñado por Antoni Gaudí, máximo exponente del modernismo catalán, por encargo del empresario Eusebi Güell. Construido entre 1900 y 1914.
Todo el conjunto está cargado de un fuerte simbolismo, para lo que Mecenas y Arquitecto tuvieron en cuenta ideales comunes, tanto políticos como religiosos.
Inundado de formas onduladas inspiradas en la naturaleza, columnas con aspecto de árboles, figuras de animales y variadas formas geométricas. Prácticamente toda la ornamentación está realizada con piezas de cerámica de colores con los que se realizaron los más imaginativos mosaicos.
En la escalinata de acceso aparecen representados los tres países catalanes, en las tres fuentes del seto central, donde vemos la señera, los símbolos de la arquitectura, la alquimia y la mitología, inspirados en el Templo de Apolo de Delfos.
Parque de María Luisa. Sevilla.
Conocido como La Glorieta de Bécquer, este rincón del Parque de María Luisa de Sevilla, es sin duda un homenaje al amor. En el centro de la glorieta un impresionante ciprés de los pantanos plantado en 1850, cubre y da sombra a todo el recinto.
A su alrededor en 1911, se levantó un monumento del escultor Lorenzo Coullaut Valera, dedicado al poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Las esculturas femeninas representan los estados de ánimo que provoca el amor; pérdida, esperanza o satisfacción. Dos bronces, uno representando a Cupido, y otro simbolizando el amor caído, rodean al poeta que cantara al amor eterno:
Podrá nublarse el sol eternamente/ podrá secarse en un instante el mar/ podrá romperse el eje de la tierra /como un débil cristal/. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte/cubrirme con su fúnebre crespón/ pero jámás en mí podrá apagarse/la llama de tu amor.
Es frecuente encontrar ramos de flores que los enamorados ofrecen al poeta sevillano.
Jardines de la Granja de San Ildefonso. Segovia.
Diseño del paisajista francés René Carlier, que aprovechando las pendientes naturales de las colinas circundantes del Palacio de la Granja, consiguió la perspectiva visual, y la energía necesaria para hacer brotar el agua de las veintiuna fuentes monumentales distrubidas por estos jardines, que miran de frente al Palacio y a los Jardines de Versalles. El conjunto se levantó por deseo del rey Felipe V, entre 1721 y 1724.
Su existencia se debe a la afición a la caza que Felipe V practicaba por tierras segovianas, como lo hicieron antaño otros reyes. Felipe, entusiasmado por la belleza y la riqueza cinegética de estos bosques, mandó construir aquí este espléndido palacio barroco que se convirtió en la residencia de verano de sus sucesores.
Tan enamorado estaba el rey de este lugar que quiso descansar para siempre en la Colegiata de la Granja, junto a su esposa Isabel de Farnesio, renunciando al sitio oficial que les correspondía, El Monasterio de El Escorial .
Son Marroig. Deià (Mallorca).
El Archiduque Luis Salvador., nacido en Florencia, hijo de los grandes duques de la Toscana, compró estas fincas en 1872 y construyó una casa, hoy museo de una institución privada dedicada a conservar, divulgar y promocionar su memoria.
La belleza y la tranquilidad de la zona, ha atraido a artistas y bohemios de todos los lugares; nombres como Robert Graves, Esteban Francés, Norman Yanikun, músicos, artesanos, escultores o escritores como el autor de Rayuela; Julio Cortázar, que escribió en Son Marroig su relato «El rayo verde».
Pabellones, invernaderos, grutas, pagodas y puentes se rinden ante la fuerza de la naturaleza que sobresale en la estética de este jardín, hasta enfrentarnos al azul del Mediterráneo en el final del recorrido, desde el bellísimo templete jónico de mármol de Carrara.
Un lugar para soñar, que nos parece un broche magnífico para cerrar este recorrido por los jardines históricos de España.